CAPITULO 31

Ese día era un día tranquilo, era un miércoles donde no había mucha afluencia de clientes. Juliana estaba atendiendo el mostrador mientras Fernando colocaba en el aparador nuevos diseños de collares, varios hechos por ella quien había mejorado bastante su técnica en el último tiempo.

-Hoy por la mañana llego la invitación de la boda de Martín y Antonieta, será a inicios de primavera -comentó Juliana.
-¿Has mandado la confirmación?
-Aún no, salí con prisa esta mañana.
-Puedo ir a enviarla yo en lo que tu atiendes, queda a cinco minutos de aquí.

-De acuerdo, la tarjeta esta en la oficina -le indicó mientras anotaba en el registro de compras el nuevo lote que llegaría mañana en la tarde.

Fernando salio con su abrigo negro y sombrero para cubrirse del frío, para matar el tiempo decidió limpiar un poco el vidrio de los aparadores ya que en ese tiempo en específico solían marcarse muy seguido.

Cuando escuchó la campana de la entrada sonar volteo pensando que era un cliente, pero al ver al hombre que estaba parado quedo impactada. Era la viva imagen de Fernando pero entrado en años, su cabello descuidado lucia canoso y el rostro enseñaba como los años habían causado estragos en él.

De la impresión no pudo moverse de su lugar, seguía parada con la franada en la mano y observándolo fijamente, era como si Fernando en lugar de haberse ido por cinco minutos se hubiera ausentado treinta años.

El único rasgo diferente y por el que pudo distinguir al señor de su amado eran sus ojos, Fernando poseía un color de ojos verde oliva mientras que el hombre que estaba parado en su entrada tenía ojos cafés.

-Buenos días señorita -habló.
-Buenos días -respondio saliendo de la hipnosis -¿busca algo en específico?
-En realidad estoy buscando a alguien.
-¿A quien busca?
-A mi hijo, una señora del mercado me dijo que trabaja aquí, se llama Fernando.

Los ojos de Juliana se abrieron a más no poder, el señor siguió hablando pero ella ya no podía oír nada. Volvió a la realidad cuando la campana de la entrada volvió a sonar indicando el regreso de Fernando.

Ambos voltearon a verlo, en cuanto Fernando miró al hombre todo su rostro palideció y por un momento casi cae al suelo de la impresión.
-Hijo, mi niño -dijo el hombre con los ojos rotos en llanto. Trato de alcanzar a Fernando con la mano pero este lo esquivo.
-¿Que haces aquí? ¡¿Porque volviste?!
-No respondías mis cartas, quería verte, necesitamos hablar hijo.
-¡Tú no eres mi padre!
-Por favor han pasado tantos años, te extra...
-Por favor señor salga de aquí o llamare a la policía.

Él solo bajo la cabeza y dejo correr las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
-Si cambias de idea aquí esta la dirección de donde me estoy alojando -le acercó un trozo de papel pero él lo rechazo -señorita se lo entregó a usted por si acaso, lamento las molestias -Juliana recibió el papel y el señor salió de la tienda no sin antes ver por ultima vez a Fernando quien no le dirigió la mirada.

Juliana quien había sido un espectador todo ese tiempo trataba de analizar todo con detenimiento.

-Juliana...
-¿Él es tu padre?
-No, si, no lo entenderías.
-Me mentiste, dijiste que Octavio era tu padre.
-Dejame explicarte...
-¡Si mentiste en eso, que más es mentira!

El enojo era evidente en el rostro de Juliana, no podía ver a Fernando sin ver el rostro de aquel hombre llorando.

-Por favor vete.
-No me eches así, puedo explicarte todo.
-No quiero escucharte ahora, necesito pensar en todo.

Fernando salio de la joyería con tristeza, Juliana ni siquiera sabia que pensar sobre todo lo ocurrido. En cuanto entro a la oficina las lágrimas brotaron, sentía un fuerte dolor en su pecho y el aire le faltaba, por más que intentó cortar el llanto este no paraba de salir.

Finalmente logro recuperar la compostura y arreglo su maquillaje, antes de salir recordó el collar que colgaba de su cuello, sin dudarlo se lo quito y lo dejo en uno de los gabinetes guardado.

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