—Hija, ¿porque llegas con esa cara? –dijo su mamá preocupada a su llegada.
—Hoy fue un día difícil mamá.
—¿Que sucedió?
—Llego a la joyería un hombre diciendo que Fernando era su hijo, cuando lo cuestione el lo confirmó –su voz se entre corto –Todo este tiempo me hizo creer que su padre era Octavio y estaba muerto, pero es un señor del que ni siquiera se su nombre –dijo con molestia.
—¿Porque Fernando haría eso?
—No lo se, ese hombre se veía tan triste y él lo veía con demasiado enojo.
—¿Te dio alguna explicación? Al menos un motivo del porqué te mentiría.
—Lo intento, pero estaba tan molesta que no quería verlo el resto del día.
—Entiendo tu molestia, pero también debiste de darle la oportunidad de explicarse; no puedes juzgarlo sabiendo solo la mitad de la historia. Dale la oportunidad de explicarse y después decide que harás.
Juliana se quedo pensando, tras un rato decidió irse a su cuarto a descansar, agradecía que el día siguiente fuera sábado; día que cerraban la joyería para descansar.
Al día siguiente Juliana salió con rumbo a la joyería para recibir el lote nuevo, al llegar se encontró con Fernando esperándola en la entrada, sus ojos denotaban cansancio por las ojeras que lo delineaban.
—Juliana, tenemos que hablar.
Al oírlo no pudo evitar sentir una punzada en el corazón –Esta bien, al terminar esto demos una vuelta por la alameda.
Una vez terminaron con los negocios se dirigieron a la alameda, mientras caminaban veían a lo lejos a un grupo de niños jugando en el kiosco, finalmente llegaron a una banca y tomaron asiento.
—¿Porque mentiste sobre tu padre?
—No mentí, toda la vida Octavio fue mi verdadero padre para mi.
—Sobre tu madre...
—Lo que te dije de ella es real, murió cuando yo era un niño.
—¿En un accidente?
Fernando negó con la cabeza –La mato mi padre.
Juliana cubrió su boca con sus manos de la impresión, las lágrimas comenzaron a correr por la cara de Fernando mientras tomaba aliento para hablar.
—Viviamos en la afueras del Real del Monte en una casa con una pequeña parcela; solía ayudar a mi papá a trabajarla y luego íbamos al pueblo a vender lo cosechado. A veces tengo recuerdos agradables con mi familia, pero la mayor parte de mi infancia fue terrible.
Mi padre empezó a tomar después que perdimos toda una cosecha en un incendio, logramos salir de eso pero nunca fue el mismo; se volvió muy agresivo y se bebía casi todo lo que ganábamos de la cosecha.
Cuando cumplí 8 años todo empeoro, me saco de la escuela y nos golpeaba a mi y a mi mamá casi todos los días. Hubo una vez, cuando encontré a Toto y lo conserve él se enojo demasiado conmigo, me persiguió por toda la casa mientras me azotaba con su cinturón, cuando se cansó de perseguirme quiso desquitarse con él así que huí de ahí, así fue que conocí a Octavio.
Vivía a un kilometro de nosotros y salió pensando que era un intruso, me ayudo a curar mis heridas y me dio un poco de comida. Él había perdido a su esposa hacia mucho tiempo y nunca tuvieron hijos por lo que me protegió desde ese día.
—¿Regresaste a tu casa?
—Tenia que hacerlo, no podía dejar a mi mamá sola, Octavio se quedo con Toto para que estuviera a salvo y cuando me llevo devuelta a mi casa invento que había dañado parte de su propiedad y debía repararlo para poder pasar tiempo fuera de casa, me ayudo a estudiar y fue enseñándome su oficio.
Un día que volvía de con Octavio al entrar a mi casa vi a mi mamá tirada en un charco de sangre que brotaba de su cabeza, la casa estaba impregnada del olor a mezcal y él estaba de pie ante su cuerpo con rastros de su sangre en él, no dijo nada, tan solo me miró y dijo »No se mueve...»
Juliana derramaba lágrimas junto a él mientras su relato continuaba, se notaba en su voz como el tema le afectaba.
—Lo sentenciaron a 20 años de prisión. No tenia más familia por lo que Octavio se encargo de cuidarme y darme un verdadero hogar. Nunca creí que regresaría a buscarme o que siguiera vivo.
Fernando no pudo contenerse más y se soltó en llanto, revivir todo el dolor que pensó había dejado atrás le afectó demasiado.
Juliana lo reconfortó en un abrazo hasta que su llanto aminoró.
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