Llegamos a casa de Jazmín.
—¡Estoy de vuelta familia! —grita.
—Estoy seguro que no te escucharon —toco mi oreja y hago una mueca.
Ella me da un golpe en el hombro y me rio.
Suelta a Primrose e inmediatamente corre por toda la casa.
—Hija —un hombre mayor se nos acerca.
Me imagino que es su papá, es bastante parecido a Sam, lo único que Jazmín tiene de él es su color de cabello.
Le da un abrazo a su padre y él besa su cabeza. Me mira fijamente a los ojos.
—Papá él es... —la interrumpo.
—Julián Clifford, mucho gusto —toma mi mano.
—Esteban Anderson —asiente y suelta mi mano.
—No se queden allí. Julián, ¿te quedas a comer? —pregunta la señora Arely.
—No creo que sea... —me interrumpe Jazmín.
–Por favor, quédate —la miro a los ojos y asiento.
Sonríe.
Caminamos al comedor. En un comienzo fue muy incómodo por su papá, pero luego su padre se fue soltando y creo que le agradé.
—Señora Arely estuvo muy rica la comida, gracias —besa mi mejilla.
—Nos gustaría que volvieras a visitarnos, ¿cierto, Esteban? —entrelaza su brazo con el de su esposo.
—Claro muchacho, eres bienvenido —sonríe.
—Me caíste genial Julian —Sam se acerca a mí y me susurra —espero que pronto pueda llamarte cuñado —sonríe con picardía.
—Samantha —se queja Jazmín, que al parecer la escuchó.
Está toda colorada.
—Yo espero lo mismo, Sam —miro a Jaz y sonríe.
Termino de despedirme y ella me acompaña hasta la puerta.
—Fue un buen día Julián, me la pasé muy bien contigo.
—Y yo contigo... Quiero que me digas cuando es tu próxima cita en el doctor, quiero acompañarte —asiente —nos vemos mañana, florecita.
—Sueña lindo, Julián —besa mi mejilla.
Le doy una última sonrisa y me subo en mi auto, ella cierra la puerta y yo arranco.
Al llegar a mi casa voy directamente a mi habitación.
—Joven Julián —escucho la voz de Azucena.
Me dentengo y volteo.
—¿Cómo estás Azucena?
—Bien, ¿no va a comer?
—Ya comí, gracias.
—Su padre quiere que lo acompañe en el comedor y me dijo que no acepta un "no" como respuesta —suspiro.
Paso al lado de Azucena y bajo las escaleras. Lo veo allí en medio de la sala.
—¿Ahora fue que se te despertó el instinto paterno? —pregunto y voltea.
—Siempre he estado pendiente de ti.
—No sé como, porque brillabas por tu ausencia —hace una mueca.
—Perdóname hijo, ambos nos necesitamos —lo miro con incredulidad.
—Yo te necesité hace 13 años y tú me alejaste —se acerca.
—Julián...
—Me culpaste a mí por la muerte de mi mamá. Yo era un niño y a ti no te importó echarme la culpa —le digo con rabia.
Me mira apenado.
—Yo hice mal, actué cegado por el dolor, entiéndeme, tu madre era mi vida —ruedo los ojos.
—Yo también estaba sufriendo, ¡era mi mamá! En esos momentos la perdí a ella y te perdí a ti —se hace un nudo en mi garganta.
—Yo siempre he estado pendiente de ti, no como tú querías, pero estuve.
—Yo te necesitaba Alexander, me sentía culpable de la muerte de mamá y todo por tu culpa. ¿Cómo se te ocurre decirle a un niño que él es el único responsable de la muerte de su madre? ¿Que si no hubiera sido por salvarme a mí ella estuviera viva? —baja la mirada —¿Sabes cuantas noches deseé estar con ella? Intenté hacer cosas para estar con ella, tuve que ir a un psicológo por tu culpa. ¿Y sabes cuando pude sentirme mejor? Cuando cumplí 18 años, a esa edad entendí que todo había sido un accidente y que si estaba aquí era gracias a ella, ella me quiere vivo, por ella me levanto todos los días, porque si fuera por ti, hubieras preferido que muriera con ella —derrana una lágrima.
—Jamás, nunca desearía tu muerte, te amo Julián y te pido perdón. Fui un mal padre y lo acepto, no sé porqué te dije esas cosas, pero estoy muy arrepentido. Tú eras y eres lo único que me mantiene vivo, por ti trabajo, para dejarte todo esto. Puede que te alejé con mis actos y me hice odiar, pero Azucena siempre estuvo allí contándome todo lo que yo quería saber. Yo también sufrí con tus intentos de suicidio, eras un niño y tenías todas esas ideas por mi culpa. Yo le ordené a ella que te llevara con un psicológo y no te dejara solo, sabía que me ibas a rechazar por haberte dicho todo lo que te dije. Eres igual de rencoroso que tu madre. Ella no hubiera querido que nos separamos y yo le fallé —derrama lágrimas.
La última vez que lo vi llorar fue en el entierro de mi mamá.
—Tu ausencia me hizo mucho daño, Alexander. No me pidas que me comporte bien contigo cuando tú no lo hiciste conmigo —hace una mueca.
—Espero que algún día puedas perdonarme, hijo —suspiro.
Él desaparece de mi vista y yo trato de no llorar. En momentos como este es en donde más extraño a mi mamá.