Fragancia de media noche

Capítulo seis: Té de anís

Las quejas de Hayami parecieron desaparecer cuando Satoru se había acomodado delante de su escritorio para ofrecerle todos los datos requeridos. Si hubiera podido ponerse de pie con facilidad hubiera estado en la oficina apenas el pelinegro se había ido.

En su defecto había tenido el teléfono sonando de manera constante, exigiendo detalles del como el hijo de los Kusumoto había terminado postulándose para un empleo en la empresa e involucrado con los cuchicheos respecto al episodio de Masao en el departamento de mercadotecnia. Cuando comprende que mi mente se encuentra ocupada en demasiadas cosas deja de insistir.

Esa tarde cuando abandona la oficina me hace prometer mensajes constantes y un regalo traído de Tokio. Aun cuando sé que era imposible olvidarme de aquellos detalles configuro un recordatorio desde el celular, no podía confiar en mi misma estando ante mi padre y sus hermanos.

El camino hasta mi departamento es corto, el ambiente sabe ligeramente más húmedo de lo habitual y preveo la lluvia en mi ausencia así que envío un par de mensajes a mi madre con el pretexto de hablar con ella. De manera atinada me desea suerte al día siguiente y me extiende su invitación para ir a casa a mi regreso.

De manera increíble el apetito permanece desaparecido y me remito a trozos de fruta y cereal antes de ir a la cama, sabiendo que dormiré poco aquella noche. Cuando estoy dispuesta a apagar las luces consigo de reojo la pantalla encendida de mí celular, ofreciéndome la notificación de una llamada sin responder. Recién leo el nombre del responsable cuando el teléfono vuelve a sonar.

— Buenas noches, Den

— ¿Estas llamadas se convertirán en una especie de costumbre? — No pude evitar el tono divertido en mi voz.

— Es probable — Hizo una pausa, casi pude apostar que él también sonreía — ¿Cómo te sientes después de lo sucedido hoy?

— Bien — Mentí — El asunto ha quedado solucionado y mañana llegará a oídos de mi padre.

— No deberías tomarlo tan a la ligera. Lo que ha sucedido es grave, aún para ti — Él tenía razón, pero no podía realmente canalizar mi atención en eso, no con la reunión en puerta.

— Tomaré medidas al regresar a Yamaguchi — Fue mi turno hacer una pausa — Satoru, ¿Puedo hacer una pregunta?

— Adelante.

— ¿Por qué decidiste postularte para el empleo? Sinceramente no creo que lo necesites.

— ¿Tú requerías a un director de Arte y creativos?

— Si, lo necesitaba.

— Ahí está la respuesta — Elevé las cejas en primer lugar, terminando por permitirme una sonrisa suave.

— Comienzo a pensar que eres demasiado amable conmigo. Hay cosas que aún no me has dicho — El silencio al otro lado de la llamada me indicó que posiblemente había tocado un tema delicado.

— De la misma manera que aún no conozco cosas de ti — No pude rebatir eso así que me limité a suspirar, reclinándome en las almohadas de la cama — Necesito el empleo.

— ¿El director de un museo clásico necesitaba el empleo? — Sueno divertida, no puedo evitarlo. Aquello parecía una broma.

— El museo no es tan grande. Y no me supone ingresos, es una inversión — Enmudezco al instante, sintiéndome culpable por el rastro de risa que aún quedaba en el aire.

— ¿Has decidido realizar la restauración por iniciativa propia?

— Algo parecido — Volvía el misterio a su voz — Podría contártelo a detalle en Tokio.

— Vamos a trabajar, Satoru.

— ¿También de noche? — Sonreí, completo. No quise ni pude evitarlo — Son las doce, buenas noches Den.

— Buenas noches, Satoru — Respondí antes de escuchar como la llamada terminaba y devolver el teléfono a la mesa de noche. Definitivamente podía acostumbrarme a aquello.

La mañana terminó por llegar demasiado pronto y el nerviosismo se encargó de relegar la falta de sueño a un segundo lugar. La pequeña maleta para dos días yacía junto a la puerta de salida, hasta ese momento me percaté de la pésima idea que había sido no cenar la noche anterior.

La madrugada me recibió con un poco de viento y la amenaza de lluvia mucho más latente, realmente lamentaba perderme aquel clima en Yamaguchi. Mientras no se tratara de una tormenta catastrófica el ambiente de la ciudad parecía desacelerar aún más cuando llovía.




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