Frío de media noche

Capítulo I: Calma nocturna

Tenía razón al decir que estaba enojado, realmente me sentía así. “¿Estás enojado conmigo?” Preguntó ella, tenía la misma sonrisa de ese mal día, si tan solo pudiera recordar todo lo que ocurrido en aquel entonces no creo estar parado aquí sino en otro lugar… como dice mi hermana, “un lugar refrescante”. Evité la pregunta como si todo lo que me había enseñado mi madre sobre la honestidad se fuera por el retrete, casi puedo darle forma y verla como da vueltas en la corriente del agua.  


No faltaba más, miré mi reloj, dos de la madrugada. Tal vez estaba mal, mis irremediables celos por cuanta persona pudiese cerrar los ojos y simplemente flotar. Unas cuantas horas para que mi parte favorita del día comenzara, y terminara a las seis, cuando el sol abandonaría mi tranquila ciudad. Acepto que mi ciudad es… sumisa los lunes, a veces excéntrica los domingos y noble como un campesino toda la semana. 


La campana de la iglesia me está gritando, quiere que sepa que se acerca el amanecer, cree que no lo recordaré, pero si es lo único que espero. Mi hermana sigue durmiendo, siempre ha necesitado energía para enfrentar lo que sucede… no voy a entender a mis padres, ¿Qué culpa tiene ella? “Algún día podré huir con Jaly” antes decía eso, pero ahora simplemente no puedo irme. Jaly me perdonará en el futuro, es mi hermana y se que lo hará. Sé que ya no debo, mi novia y yo estamos ligados, nací para estar con ella. 


Ya amaneció y me siento más cansado de lo habitual. Ha sonado muchas veces el teléfono, mi ex novia no deja de llamar. Pasan veinte minutos de su primera llamada y ahora van catorce de ellas, la verdad no me importa que llame, no tengo deseos de escucharla desde hace mucho. Mi padre cuando conoció a Carmen decía que su mirada se tornaba oscura y vieja, estaba en lo cierto porque es una bruja tanto hoy como hace dos años atrás. En la época de su abandono pensé que moriría, que algo andaba mal conmigo… pensé que todo estaba mal en mí, hasta la confianza de ser un chico guapo gracias a los genes de mi madre se la había llevado ella. Así era en esos meses de auto sabotaje y parecía que lo disfrutaba, algunas veces sus ojos me decían que era un trofeo.  


-No importa ahora…- le digo a la imagen en el espejo- ¿Cuánto tiempo llevo aquí parado?- luego no logro evitar responderme como un completo loco.- Horas… Alrededor de cuatro horas divagando.   


Ha sido una semana de clima triste, no había pensado que el fin de las vacaciones seria de cuatro esquinas en la habitación. Mis rodillas y pies amanecen en un cuadro de hielo, cuando miro, parecen pintadas a lo picazo y tiesas como una  barra de caramelo vieja. Tengo los nervios hechos armas por lo que pasaría después, como sería mi travesía para este día. No dejo de bostezar, ahora me arrepiento de no haber tratado de dormir. Sin detenerme, rápidamente abro el grifo para lavarme el rostro, restregué como si quisiera que el agua se llevara todo. 


No sé si pueda quedarme a esperar un cambio de dirección en esta tormenta, sin embargo no tengo la mínima idea de lo que pueda hacer. Llevo una semana sin poder hablar con mi hermana, lo necesita. 


-Y yo también la necesito…-murmuro como si temiera que el mundo se enterase. 


El mundo se enteraría de que aquel hermano fuerte, enérgico y alegre, no fuera más que una imagen para que mis padres estuvieran felices, todos creerían eso. Pero la verdadera razón es Jaly, no quiero mostrarle que soy frágil como ella. Podrán llamarle mi media hermana, hija de una puta como había mencionado mi abuelo cuando mi padre le contó la aventura de  soltera de unos meses de Sofía, mi madre, esa mujer que no imagina que todo el castigo que ella merece cae sobre su hija desde hace dos años. 


Las imágenes de mi infancia están intentando salir, odio recordar a mi madre en ellas. Tenía cinco años, mi memoria era muy vaga, sé que muchos pensarían en ello como trauma para un pequeño niño, mentiría si dijera que no lo fue. Luego de aquello, cada chica con la que ligo, no lo hago con mala intención, sin embargo en mi cabeza asemejo sus detalles a los mi madre y pierdo el interés. Mis amigos no podían evitar preguntarme si es que no me gustaban las chicas. No es eso, lo aseguré.  


Era un niño, seguro que lo era antes de entrar a la sala de mi casa tras haberme escapado de la vecina que me cuidaba esa mañana. Fui un niño silencioso y pasivo, mi hermana no había nacido y papá no estaba en casa desde hacía mucho tiempo. Era un niño que no sabía contar los días ni que el dulce era malo para mis dientes. En esa sala veía los cariños de mi madre a un desconocido, pero decidí no contarlo, la situación no lo amerita. A mis cinco años no sabía que mis padres se habían separado, así que no puedo clasificarlo como una traición a papá. Solo yo lo sabía, hasta que ese desconocido volvió aparecer cuando mi hermana tenia catorce, hace dos años, que papá no es el único hombre en la vida de Sofía. 


-Me gustaría golpear a mi propia madre- suspiro con enojo- realmente todo me afecta, si una mariposa volara con una ala rota, en su nombre me vengaría con el chico que la lastimó… si fuera legal arrancaría sus orejas. Lo haría con mi madre por lastimar las alas de mi hermana. 


Si mal no recuerdo, eran principios de Abril y mi hermana estaba fascinada con el verano o eso creía… a ella le gustaban las caminatas con papá e igualmente a mí. Mi padre se llama Mario Rosales y es funcionario público, tiene un cargo en la alcaldía y lo vemos poco a causa de su trabajo. Él es un hombre de perjuicios y juegos sucios aunque amoroso y divertido como padre, en su juventud fue un hombre guapo. 

 

No sé si lo recuerdo bien pero era ese mes de Abril, hacía calor, tanto que sentía como en mis pulmones las células se evaporaban. Creo que era un viernes, a las cuatro de la mañana me había levantado, cuando aún disfrutaba de reposar todas las noches y ahora me veo tan lamentable. Fui a clases, era mi último año de colegio.  




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