Fuego cruzado

Capítulo 18

—Vamos —murmuró finalmente, con una suavidad que contrastaba con la tensión eléctrica entre nosotros—. No tienes por qué ocultarte aquí afuera. No después de todo esto.

Asentí.
O quizá solo respiré.
No lo sé.
Pero él lo tomó como una señal suficiente.

Me ofreció el camino con un gesto mínimo del brazo. No me tocó, pero la intención estaba ahí, latente, marcada con fuego.

Regresamos al salón por la entrada lateral. La música había cambiado a un ritmo más elegante, una mezcla de jazz moderno y cuerdas que llenaba el ambiente. Los invitados conversaban animadamente, ajenos al terremoto silencioso que acababa de ocurrir en la terraza.

Sin embargo, dos personas sí estaban pendientes.
Demasiado pendientes.

Miriam nos vio primero.

Su rostro se quebró en una expresión imposible de disimular: sorpresa primero, luego enfado… y finalmente algo más pequeño, más oscuro, como una grieta mal escondida. Una mezcla corrosiva de “¿cómo es posible que ella…?” y “¿cómo se atreve a venir aquí así?”.

Y entonces Chris también giró.

Si lo de Miriam fue veneno, lo de Chris fue un impacto directo al pecho.
Sus ojos se abrieron como si hubiera visto un fantasma. No uno que temiera… sino uno del que jamás terminó de desprenderse. Uno que lamentaba haber perdido.

Cassian lo notó. Lo sintió. Y por la forma en que su mandíbula se tensó apenas, era evidente que estaba decidiendo qué hacer con esa información.
Y por la sonrisa casi imperceptible que apareció en la comisura de su boca… lo disfrutó.

Yo lo sentí a mi lado: firme, sólido, una pared hecha de calma peligrosa que absorbía mis temblores antes de que siquiera los sintiera.

—Te están mirando —murmuró él, con esa voz baja, contenida, afilada… la que podía desarmarme con dos sílabas.

—Lo sé —susurré, apenas consciente de mis palabras.

Cassian inclinó la cabeza, lo justo para que su boca rozara el límite de mi oído.

—Solo sígueme —ordenó, suave, pero con una autoridad que no dejaba espacio a dudas—. A esa mujer no le gusta que estés por encima de su pequeño círculo económico.

La forma en que lo dijo…
No era un comentario.
Era una declaración territorial.
Como si yo fuera una presencia que él protegía porque así lo había decidido.

Dimos unos pasos más, pero Chris no pudo contenerse. Dio dos zancadas torpes y se plantó frente a nosotros.

—Elodie… un minuto —pidió, con una voz que intentaba parecer firme y terminaba revelando urgencia.

Cassian se detuvo.
Yo también, aunque mis piernas obedecieron antes que mi mente.

Pero fue Cassian quien habló primero.

—Está ocupada —sentenció con una calma impecable, elegante y cortante—. Si deseas hablar con ella, tendrás que esperar otro día.

Chris lo miró como si recién comprendiera que Cassian no era simplemente alguien a mi lado… sino alguien ocupando un lugar que él ya no tenía derecho a reclamar.

—Solo quiero hablar con ella —insistió, esta vez con una debilidad que traicionaba su desgaste.

Respiré hondo.

—No necesitamos hablar, Chris. Fue un gusto verte. Dejémoslo así.

Chris tragó.
Sus ojos viajaron entre Cassian y yo, buscando un hueco donde encajar lo que estaba viendo.

—Elodie… —musitó—. No sabía que tú y él…

Cassian lo cortó sin darle espacio para terminar.

—No lo sabes porque no tienes por qué saberlo.

Miriam, detrás de él, observaba la escena como si presenciara una catástrofe que no lograba detener.
Le ardían los ojos.
El mensaje era claro: mi presencia les resultaba insoportable.
Y la forma en que Cassian estaba a mi lado… aún más.

—Cassian… —murmuré, intentando aliviar la tensión que ya se convertía en electricidad estática entre los tres.

Él bajó la mirada hacia mí.

Y ahí estaba.
Ese algo.
Ese brillo firme, peligroso y profundamente íntimo que mezclaba ternura con autoridad, deseo con respeto, determinación con paciencia.
Un brillo que decía: te escucho, pero no retrocedo.

—Si quieres hablar con él —dijo en un murmullo grave—, te doy tu espacio.

Pero la forma en que lo dijo…
No era concesión.
Una pregunta envuelta en una advertencia.
Un decide, sabiendo perfectamente cuál sería mi decisión.

Mi corazón se contrajo.

No quería.
No necesitaba.
No había nada que rescatar del pasado.

Y él lo sabía.

Por eso sonrió apenas, un gesto breve, seguro, cargado de satisfacción elegante.

—Eso pensé —dijo, sin necesidad de que yo respondiera.

Chris dio un paso atrás, herido.
Miriam apretó su bolso, temblando de rabia silenciosa.

Cassian deslizó su mano —por primera vez— a la mía.
Su toque fue exacto.
Deliberado.
Firme.

No entrelazó los dedos.
Eso sería demasiado evidente.

Solo apoyó su mano sobre la mía, como quien hace un pacto silencioso.

La sala dejó de existir.

Y entonces Cassian se inclinó hacia mi oído, apenas unos milímetros, lo suficiente para que su aliento rozara mi piel.

—A partir de ahora —susurró, con un tono tan bajo que me atravesó—, solo avanzamos hacia adelante. No retrocedas por quien no supo sostenerte.

La frase me dejó sin respiración.

Y antes de que pudiera procesarla, él añadió algo más.
Algo que me congeló el cuerpo y me encendió el alma al mismo tiempo.

—Después del evento… quiero hablar contigo a solas. Tengo algo que decirte. Algo que deberías saber desde hace tiempo.

Mi corazón se disparó.

Él se enderezó.
Me miró.
Me sostuvo.
Y sin soltar mi mano, me guió hacia la zona principal del salón… bajo la mirada ardiendo de Miriam y el arrepentimiento mudo de Chris.

Yo apenas podía respirar.

Porque fuera lo que fuera que Cassian tenía para decirme…

Sentí, con absoluta certeza, que iba a cambiarlo todo.

El evento terminó más rápido de lo que esperaba. O quizá fue que mi mente no logró procesar nada después de que Cassian dejara aquella frase suspendida entre nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.