La sala de crisis del Palacio Flaminio era un búnker sin ventanas, sellado, donde el aire parecía estar siempre cargado de electricidad. Las pantallas iluminaban la penumbra con mapas tácticos, transmisiones en vivo y repeticiones del atentado al Atrium Vestae: fuego extinguido, vitrinas destrozadas, una vestal herida, el caos hecho carne.
Lucian Marce, prefecto de la Guardia Vestal, estaba de pie. Frente a él, una mesa ovalada rodeada por altos mandos de las Fuerzas Armadas, representantes del Cuerpo de Seguridad Nacional, dos procuradores imperiales y cinco senadores convocados con carácter de urgencia.
El más antiguo era Gneo Valerio Rufus. A sus ochenta años, su voz conservaba la fuerza de un imperium.
—¡Inaceptable! —tronó, golpeando la mesa con una mano arrugada pero firme—. Se ha profanado el templo más sagrado de Roma. Se ha apagado la llama. ¡Una vestal ha permitido que eso ocurra bajo su custodia! Y el pueblo… ¿la consuela? ¿La abraza como víctima? ¡Esto es una burla! Exijo un castigo ejemplar.
Un segundo senador, más joven, asintió.
—Debemos mandar un mensaje claro. Si no hay consecuencias, pareceremos débiles. Incluso entre los nuestros.
Lucian no se inmutó. De pie, los brazos cruzados detrás de la espalda, esperó que el murmullo creciera. Cuando habló, su tono no necesitó elevarse para ser escuchado.
—No hay debilidad en proteger a los inocentes. Chiara hizo su trabajo. No huyó, no se escondió. Protegió al custodio con su cuerpo. Se quedó hasta el final.
Rufus lo miró con desdén.
—¿Y eso nos exime del fracaso? ¡La llama se apagó, Prefecto!
—Se apagó —admitió Lucian—. Pero no por negligencia. Sino por violencia organizada. Por un grupo armado que tuvo acceso a rutas, planos y material que solo alguien bien financiado podría proveer.
Se inclinó ligeramente hacia el centro de la mesa.
—No fue ella quien falló. Fue este Senado, que limitó las atribuciones de la Guardia. Que rechazó las solicitudes de intervención previa. Que se negó a actuar cuando sabíamos que la Orden Umbra crecía entre las sombras.
Un silencio tenso cayó sobre la sala. Nadie replicó de inmediato.
Fue un procurador quien habló luego, con mesura.
—¿Y cuál es su propuesta, Prefecto?
Lucian alzó la mano, y un asistente le alcanzó una carpeta negra. Con un solo movimiento, la arrojó sobre la mesa. Se abrió, desplegando varios documentos, fotografías y fichas.
—Reactivar el cuerpo de los Frumentarii. Inteligencia encubierta. No más rondas visibles ni protocolos burocráticos. Necesitamos hombres capaces de infiltrarse en la red. Cortar la cabeza desde dentro.
Un general alzó una ceja mientras hojeaba las primeras páginas.
—¿Quiénes serían?
—Ya tengo tres nombres —dijo Lucian—. Los mejores en cada área. Leales. Invisibles. Y sobre todo… sin ataduras.
Un senador tomó una de las fichas y la leyó en silencio.
—¿Y por qué no usamos a Sharp? —preguntó entonces, con el tono de quien espera incomodar.
Lucian sostuvo la mirada, sin titubear.
—Porque su perfil es demasiado alto. Está marcado. Es conocido. Incluso entre nuestros enemigos. No sobreviviría ni una semana sin ser detectado. Necesitamos sombras. No emblemas.
Rufus resopló, incrédulo.
—¿Y crees que tres fantasmas bastarán para salvar la república?
Lucian respondió sin mover un músculo.
—No. Pero es mejor una sombra bien dirigida que cien luces cegadoras.
Nadie habló durante varios segundos.
Solo las pantallas seguían repitiendo las imágenes del Atrium Vestae: fuego extinguido. La vestal manchada de sangre. El pueblo en silencio.
La república había recibido un golpe en su raíz más profunda.
Y la única respuesta era el contraataque.
***
INFORME CONFIDENCIAL – Cuerpo de Inteligencia Interna
Re: Reactivación del cuerpo de los Frumentarii
Remitente: Praefectus Lucian Marce
Fecha: [Día siguiente al ataque al Atrium Vestae]
Destinatarios: Comisión Conjunta de Seguridad Nacional – Senado y Fuerzas Armadas
Objetivo: Selección de agentes para infiltración y neutralización de la célula terrorista conocida como La Orden Umbra.
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Resumen:
Tras el ataque al Templo de Vesta, la alarma pública y la pérdida momentánea de la llama sagrada, el consenso es claro: necesitamos una respuesta inmediata y estratégica. La Guardia Vestal ha sido vulnerada. El Estado ha sido humillado.
Propongo reconstituir el antiguo Cuerpo de los Frumentarii: una célula secreta de contrainteligencia con plena autonomía operativa.
Los siguientes candidatos han sido seleccionados por su experiencia, lealtad absoluta y capacidad táctica. Serán puestos bajo mando directo del Estado, operando sin identificación oficial, infiltrados y sin protección diplomática. No deben fallar.
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1. Jean Leloir – Designación interna: CENTURIA
Edad: 32 años
Nacionalidad: Franco-italiano
Rango actual: Capitán de la Legión de Defensa Interior
Años de servicio: 10
Perfil psicológico: Racional, disciplinado, incorruptible. Nacionalista moderado.
Historial:
Operaciones encubiertas en Marsella y Trípoli (2018-2022)
Coordinador de seguridad en la embajada en Ankara
Reconocido por neutralizar una célula extremista en Florencia (2024)
Observaciones: No tiene vínculos familiares ni sociales visibles. Vive en instalaciones militares desde los 18 años. Es metódico, callado, pero letal. Cree firmemente en la restauración del orden romano tradicional.
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2. Marcella Aetius – Designación interna: FALCATA
Edad: 29 años
Nacionalidad: Italiana
Rango actual: Subinspectora de la Guardia Estatal de Crimen Organizado
Especialidad: Interrogatorios, perfilación psicológica, infiltración en estructuras mafiosas
Historial:
Infiltrada en la red criminal de Calabria durante dos años (2022-2024)