Fuera de hielo

❄️CAPÍTULO 12❄️

❄️MASON❄️

No sé ni cómo había logrado pasar mis asignaciones. Con la poca dedicación que le puse el mes anterior era para que todo hubiese salido mal en ese aspecto, pero no fue así. Cualquiera pensaría que tenía algo de suerte, ya que había salido logrado tener una buena nota, sin embargo solo era un premio de consolación para todo lo que perdí.

No sabía cómo sobrellevar mi vida.

Estaba tratando de encontrar un plan, pero no tenía ni siquiera idea de por dónde podía empezar. ¿Qué podía hacer? Para mí todo había perdido el sentido. No tenía una razón para luchar.

Me levanté esa mañana con ganas de hacer nada. Básicamente en eso se habían basado mis días. Pero me dije que tenía que activarme. No podía dejar a mi hermana sola. Tenía que ayudarla con los chicos, yo se lo prometí cuando su esposo la abandonó.

Todavía había días en que me costaba adaptarme. No veía igual, se notaba incluso a la hora de servir un vaso de agua. Me dijeron que era porque ya no tenía mi visión binocular y perdí la visión tridimensional. Me tropezaba con todo y tenía que ver dos veces antes de siquiera cruzar la calle.

Agradecía el hecho de que no tenía que ver a mis compañeros en la escuela ya que estaban enfrascados en los exámenes finales. Los del equipo habían intentado venir a visitarme, pero yo decliné la oferta. Verlos me recordaría todo lo que había perdido, incluso la familia que me había dado el Hockey.

Me senté en la mesa del desayunador y ahí busqué en mi computadora mis opciones. Trabajar en un restaurante era lo más seguro, podría intentar aprender a manejar el Zamboni, pero primero debía volver a aprender a conducir. Las distancias era lo que más me afectaba, porque ya no sabía qué estaba cerca o lejos.

También podría pedir un préstamo universitario.

Y fue cuando caí en mi momento más bajo. Porque realmente no quería eso. Había luchado tanto para evitar caer en esa opción los últimos años. Gastaba lo mínimo uno derrochaba porque sería encadenarme, trabajaba duro, pero si las cosas no se arreglaban podía ser mi opción.

Maldita sea mi vida.

Escuché pasos en la escalera y cerré las pestañas rápidamente. Si Ivan se enteraba sería capaz de decirme que me prestaría el dinero, pero no podía. Ya vivía a costillas de su familia, en un apartamento que no pagaba, en comida que no siquiera compraba. No quería ser una carga.

Además, él hoy tenía el juego más importante de su carrera universitaria. Era la Final de la frozen four y Pensilvania sería la casa. No quería que le fuera mal hoy por mi culpa.

—Mason —dijo mirándome extrañado de verme en la cocina antes del amanecer.

—Ay, amor. ¿Por qué te extrañas? —se dio cuenta de que usé el mismo tono de siempre para molestarnos y pude verlo tragar en seco—. Estoy bien, Volkov. Un poco maltrecho, pero aquí estoy.

—Pensé que no volvería a ver a mi amigo.

—Casi, soy una versión desmejorada del Mason que fui —dije—. ¿Cómo te preparas para hoy? ¿Estás cagado?

—Mase…—iba a decir algo que nos molestaría, así que lo corté antes.

Negué. —No hablemos de mí, sino de ti. ¿Estás listo para hacerlos morder el hielo?

—Estoy bañado en mierda, no era algo que yo hubiese pensado.

—Lo harás bien, llevaste a las Águilas a la final

Él negó repetidas veces y no comprendí. —No lo hice yo. Lo hiciste tú. Fuiste el mejor jugador siempre.

Y de nada servía. Afuera la federación me abandonó dejándome fuera de mi mundo. Todos sabían que yo estaba ciego de un ojo y nadie quería darme una oportunidad.

—¿Katerina irá a tu juego?

—Sí, mamá y papá también. —veía su indecisión y estaba a nada de decirme algo fuerte—. ¿Quieres ir?

Cabeceé en negación. —¿Para qué? Solo martirizaré.

—Nada me gustaría más que verte jugar a mi lado. Perdí una extensión de mi. Éramos el dúo dinámico. Lo mejor de la federación.

Me encogí de hombros. —Eres bueno por tu cuenta, nunca me has necesitado. Lo harás bien hoy.

—Siempre lo haré, eres mi mejor amigo —me dio un abrazo y yo se lo correspondí. Porque no merecía de mí un trato diferente. Merecía de mí que yo sugisiera siendo su amigo pese a que no pudiéramos estar juntos en el hielo. Eso era lo que hacían los amigos, los hermanos. Era mi hermano, siempre estábamos juntos—. Debo irme, hoy tenemos entrenamiento y repaso de jugadas.

Yo debería estar ahí, pensé con dolor.

—Ve mi tonto amigo. Estaré apoyándote desde aquí.

Él se fue y yo me quedé mirando a la nada. Poco a poco me iba acostumbrando a ver un solo punto de luz. Estaba molesto, pero el terapista ocupacional había dicho que el cerebro tenía la capacidad de adaptarse. Lo llamaban neuroplasticidad o una chorrada de esas que no entendía.

Pero mi mente no era buena en este momento. Así que decidí moverme. Necesitaba ir al único lugar que me sentía bien. Pese a que no podía más.

Me bañé y cambié por ropa deportiva y abrigada. Notaba todo el peso que había perdido y la masa muscular. No me reconocía al espejo, la ropa me quedaba demasiado grande.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.