Katerina
—Otra vez —gritó la entrenadora al ver que el chico que ya ni recordaba su nombre no pudo con el doble.
Era una mierda.
—Me rindo —masculló—. No quiero patinar aquí. Es imposible.
—Claro, es más fácil rendirte. Estúpido —devolví por completo harta.
—Trabajar contigo es un infierno —y se fue patinando a la salida.
Maldición.
—Bravo, Katerina. Ahí va el quinto. Con tu carácter no llegaremos a ninguna parte.
—Entrenadora Quinn, pero es que no puede hacer un doble sin cagarse.
—Lo pusiste nervioso.
—No es mi culpa que sea tan débil —respondí enojada de esta conversación. Como si fuera mi culpa que no pudiera hacer nada bien.
—Katerina, basta. ¿No te has preguntado por qué ninguno de tus compañeros te aguanta? —supongo que la falta de medallas, pero eso no lo dije—. Es difícil trabajar contigo.
Eso encendió las alarmas. —¿Va a renunciar usted también?
El silencio fue más que suficiente respuesta.
—Lo va a hacer, ¿No?
—Esperaba decírtelo cuando encontraras compañero.
Esto era un golpe a traición, mucho peor que cuando me enteré que Nathan ya no quería ser mi compañero. Pero que mi entrenadora me abandonara era peor. Una jugada sucia.
—¿Te vas con Nathan? Puedes irte de una vez, no te retengo. Ya no te necesito.
—Katerina—intentó hablar.
—No quiero a nadie que no me quiera entrenar. Gracias por su tiempo estos tres años. Yo conseguiré mi propio entrenador y mi propio compañero.
Tomé mis cosas y me retiré del hielo. Podía haber actuado bastante altanera, pero la traición que sentía en mi corazón era mucho peor. Había sido mi entrenadora desde que llegué a la universidad. Ahora se iba con ese maldito también. Me dolió incluso más que lo del imbécil. Pensé que tenía algo de aprecio por mi.
Bueno, ya me di cuenta de que no era así. Soy una estúpida de lo peor.
Ahora no solo tenía que encontrar un compañero, sino un entrenador que me soporte.
Creo que mi momento para pedir un milagro es ahora. Porque todo parecía irme del carajo. Al parecer mi final en el patinaje estaba más cerca que lejos.
Sentí que mis ojos ardieron. Estaba a nada de llorar. Me convertí en una blanda que lloraba por cualquier cosa. Porque desde que todo se fue a la mierda con la pérdida de mi compañero ahora todo parece querer ser más fuerte que yo.
Joder, no puedo derrumbarme ahora. No si quiero demostrarme a mí misma que puedo. No cuando Mason está pasando una situación peor que yo y ahí sigue luchando. Soy una malagradecida con la vida y una egoísta.
No iba a llorar por esta estupidez. Era demasiado fuerte para rendirme. No patiné con un esguince y la fractura de un dedo de mi pie para creer que esto era el fin del mundo.
Ahora solo debía creermelo.
Tenía que hablar con Trener Cohen.
Eso sí me cagaba.
*****
La trener Cohen me dijo que empezaría con la búsqueda de un entrenador para mí durante las vacaciones. Y yo practicaría por mi cuenta este mes libre que tendría. Esperaba que apareciera algo en ese tiempo porque sino, todo habría terminado.
Compré algo de comida no permitida en mi dieta y me la llevé a casa de mi hermano. Había pasado todo el día con el entrenamiento y estaba hambrienta y sin tiempo de comer. Apenas estacioné, note la figura de Mason sentada en la sillita que estaba en el porche.
Sentí que mi corazón había comenzado a latir demasiado rápido. Tanto que podría salir de mi pecho. ¿Qué demonios?
Desde esa vez en la final del juego de Ivan no nos habíamos visto. Sabía que él estaba yendo a la universidad, tratando de adaptarse y saliendo un poco más que en los pasados días.
No entendía ese nerviosismo que sentía, era Masón, el mismo chico que ha estado toda la vida en la familia. No era un extraño.
Traté de mentalizarme y descendí del auto para verlo sentado ahí y actuar normal.
—Pensé que te había tragado el aire acondicionado —molestó.
Puse los ojos en blanco. —Es que estaba tratando de ahorrarme el ver tu horrible cara.
Eso sonó casi normal, ¿No?
—Oh, estás loquita por mí, ¿No es así?
Este estúpido de mierda. —Eso dejárselo a tus groupies. No me van los que pregonan mucho y no hacen nada.
Él soltó una carcajada y juro por Dios que todo se iluminó. Casi sonó como el Mason de antes del accidente. —Dime que lo que trajiste ahí es algo más que lechuga.
—Son bigmac y nuggets, pero si no quiere.
Me quitó la bolsa antes de que pudiera decir algo más.
Entramos a la casa y sin dudarlo fui a la cocina en donde él colocó las cosas en el desayunador. Estaba manejándose poco más seguro y notaba que ya no tropezaba con cualquier cosa como antes. Lo que era un gran avance y uno del que me hacía sentir orgullosa. Pero no sé lo diría, porque sería recordarle lo que perdió. Al menos no todavía.
#4 en Joven Adulto
#58 en Novela romántica
romance academiajuvenil, jugadordehockey, patinadora artística
Editado: 16.08.2025