Fuera de hielo

❄️CAPÍTULO 14❄️

❄️MASON❄️

Estar de nuevo en el hielo se sentía como volver a respirar. Cómo despertar luego de días de tormenta y encontrar que el sol brilla nuevamente con intensidad en el cielo. Una sensación de sentirme pleno, como si pudiera volar.

Cuando Katerina me trajo a la pista, creí que había perdido el toque, pero este estaba en mí. Aún podía patinar con fuerza, con amor y sobre todo ser el mejor ahí. Porque ese era mi mundo.

Ese día me había dejado solo porque tenía que hacer algo en la universidad con respecto al entrenador y yo me quedé ahí patinando por horas, recuperando el tiempo perdido. Mis pulmones dolían porque había perdido entrenamiento, pero era mágico. Me sentía con vida.

Fui al almacenamiento para tomar un bastón y un disco. Comencé a practicar en el hielo, de lado a lado llevaba el mismo disco y fue casi como el pasado. La euforia de tener el Puck, correr hacia la meta se sintió realmente bien.

Joder, lo había extrañado mucho.

Pero ahora no estaba del todo perdido, porque ser el entrenador de la liga menor de la arena Volkov era un mundo de posibilidades. De mostrarle a los chicos el amor por este deporte. Hacerlos ver que es lo mejor que le puede pasar en sus vidas.

En una hora llegarían y estaba un tanto nervioso, pero me encontraba más emocionado que nunca. Eran chicos que estaban en plena edad de iniciar su amor por el hockey, estaba en mi hacerlos querer seguir en este deporte o dejarlo de lado. Así que ser su entrenador para mí era un honor.

Cuando los vi que comenzaron a llegar, se sentaban todos en las filas de las gradas. Sus madres y algunos de sus padres estaban allí. Un recuerdo del pasado llegó a mi mente en ese momento. Mamá limpiando mis mejillas por haberme caído en el hielo el primer día. Diciéndome que todo saldría bien porque era su campeón.

Era la imagen que tendría en mi mente todo el día para tener fuerzas.

La extrañaba como el primer día, pero sabía que ella aún en la distancia me amaba y me cuidaba. Porque los diecisiete años que estuve a su lado nunca dudé de su amor. Su hijo estaría bien.

Decidido a empezar, conté a los chicos y vi que eran veinte. Al saber que estaban todos completos, me acerqué a ellos poniendo el protector de mis cuchillas. —Hola a todos. Soy el entrenador Wright.

—Buenos días, señor Entrenador.

Sentí ganas de reír al escucharlos. Me dio ternura y satisfacción. Sus voces chillonas y sus mejillas rosadas eran la imagen de la dulzura.

—¿Están listos para el hielo?

—¡Sí! —gritaron con emoción.

—Vamos, entonces.

Escuchaba que decían que era joven como sus hermanos y necesité hacer de mí una imagen de alguien serio pese a que no era tan mayor. Podríamos bromear, pero si me dejaba llevar podría perder la autoridad rápidamente.

Cuando entramos a la pista me giré hacia ellos. —Vamos a presentarnos cada uno, así recordaré sus nombres. Pero al mismo tiempo van a ir nombrando su equipo para verificar que estén todos colocados. ¿Les parece?

El primero era un chico moreno y empezó. —Me llamo Josh. Y tengo mi casco, mi protector de cuello, mis hombreras y coderas, y mis guantes.

—Muy bien, Josh.

Así uno a uno fue presentándose y hubo uno de ellos que le faltó su protector bucal, que me entregó su madre y se lo coloqué. No quería que nadie saliera herido en mi primer día.

—Ahora que estamos todos listos, vamos a hacer un juego para calentar. Se llama semáforo. Cuando les diga verde, ustedes avanzan, amarillo iremos lentamente y rojo, nos detenemos. ¿Entendimos?

Ellos comenzaron a reír y yo me relajé.

Nuestra primera clase sería más que todo para ver sus habilidades y conocernos. No quería atosigarlos con información, todo esto había sido aprendido de mis entrenadores y de las cosas que investigué por internet. No quería cagar esto.

El trabajo era un sueño, ayudaba a chicos a mejorar y la paga sería buena. Podría mandarle dinero a mi hermana y eso hacía que todo valiera la pena. Solo debía luchar por mantenerlo y no dañar mi oportunidad.

Solo tenía una vida y no podía dejarla en las sombras.

*****

Llevaba un mes como entrenador y realmente era lo mejor que me había pasado. Me levantaba cada mañana con ánimos para dar clases. Trotaba todos los días diez kilómetros, desayunaba, iba a la terapia y luego al entrenamiento. Después me la pasaba al restaurante donde trabajaba, que aunque no era lo mejor de mi día, podía sacar algo de dinero. Sobre todo de las propinas.

Seguía sin manejar mi auto, el terapista ocupacional dijo que podría hacerlo, pero aún no quería arriesgarme el miedo de hacerle daño a alguien porque mi indiscreción era aún mayor. Por lo que seguía andando en autobús y el metro.

Mi terapeuta me dijo que estaba poniendo muchas actividades en mi día para evitar pensar y tal vez tenía razón, pero lo necesitaba. No quería volver al hoyo oscuro en donde me encontré después del accidente.

Aún seguía sin hablar con nadie del equipo, más que con Ivan. Este se había ido de viaje a los Alpes con los demás, y aunque fui invitado, yo no podía. Tenía que seguir aquí para mejorar. Regresó hace dos días, pero estaba entrenando con el equipo por lo que no hemos compartido demasiado.




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