Game Ósver

La bolsita de tela

Kike bajó por la calle Lima en su carro. Ósver estaba sentado en el asiento trasero junto con su abuela. En ese momento, Ósver divisó a una mujer de cabello largo y rubio, con la cabeza erguida y un porte majestuoso; caminaba como una reina entre sus súbditos, como si hubiera nacido para ser admirada y reverenciada. El carro continuó avanzando y Ósver pudo contemplar el rostro de aquella mujer: era Ailice, la que un día fue una pequeña niña, la que un día fue una flaca adolescente. Ahora, convertida en una mujer plena con una belleza casi cruel, como si estuviera diseñada para pisotear la inseguridad de los demás. Ósver se quedó maravillado. Ailice tenía la forma de caminar de María Félix en su papel de Beatriz Peñafiel, con esa determinación aplastante, en su película Enamorada de 1946. Sin embargo, Ósver no era ni en sueños Pedro Armendáriz en su papel del general José Juan Reyes. Un hombre con temple de acero y con un gran coraje. Ósver era todo lo contrario: reservado, cauteloso y muchas veces cobarde.

Kike llegó a la clínica y se ofreció a llevarlos de regreso. Una hora después, cuando salieron, Ósver le pidió que dejara primero a su abuela Lucía en casa y luego lo llevara a la calle Huánuco, donde estaba la antigua casa de sus abuelos. Kike aceptó, y al llegar, utilizó la llave que Ósver le había dado para abrir la puerta y ayudarlo a entrar.

Después de catorce años, Ósver volvió a recorrer su vieja casa. Caminó por el estrecho pasillo, dejando que sus dedos recorrieran las grietas dejadas por el terremoto en las paredes. Parecía como si las paredes pudieran derrumbarse en cualquier momento, igual que él; ambos compartían esa fragilidad.

Ósver entró a un cuarto que había sido su habitación junto con su abuela. Fue en busca de sus viejos juguetes y, al buscarlos entre varias cajas polvorientas y carcomidas por ratas, los encontró. Kike, que estaba junto a él, le ayudó a abrir una de las cajas; sacó los juguetes y Ósver vio que, entre todos, había una pequeña bolsita de tela. Le pidió a Kike que se la entregara y, al tenerla entre sus manos, la abrió: eran los yaces de Ailice que Ósver había encontrado en el parque de la primavera hace quince años.

—¿Esos yaces son tuyos? —preguntó Kike.

Ósver lo miró de reojo, consciente de que a Kike no le gustaba que le mencionaran a Ailice, y respondió sin titubear:

—Es de una prima. —La bolsita se la guardo en su bolsillo.

Kike sacó todas las cajas que había, incluida la caja de juguetes, y las guardó en el maletero de su carro. Luego, regresaron a la casa de Ósver.

Ósver, en su casa, lavó la bolsita de tela, sumergió los yaces en agua, les echó un poco de silicona en spray para plásticos que su abuelo tenía y los dejó secar hasta el día siguiente.




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