Girls Don't Like me

No te des cuenta

El cielo de la tarde del viernes se teñía de un naranja pálido cuando Harper encontró a Nolan sentado en una de las bancas más alejadas del parque que colindaba con el Instituto San Gabriel. Las ramas de los robles proyectaban sombras alargadas sobre el césped, y el murmullo de los pocos estudiantes que quedaban en los alrededores se iba desvaneciendo mientras se marchaban a disfrutar del fin de semana.

Harper llevaba quince minutos buscándolo. Después de que él no apareciera en su punto de encuentro habitual frente a los casilleros, le había enviado tres mensajes que quedaron sin respuesta. Finalmente, Madison le comentó haberlo visto caminando solo hacia el parque, con expresión ausente, casi como si estuviera huyendo de algo.

O de alguien.

Al acercarse, notó que Nolan tenía la mirada fija en algún punto indefinido del horizonte. Sus hombros, normalmente erguidos con esa confianza característica, parecían cargados con un peso invisible. Ni siquiera advirtió su presencia hasta que ella dejó caer su mochila sobre el césped con un ruido sordo.

—Te he estado buscando por todas partes —dijo Harper, intentando que su voz sonara casual, a pesar de la ansiedad que había estado acumulando durante los últimos días.

Nolan pareció regresar de muy lejos. Parpadeó varias veces antes de girar ligeramente la cabeza hacia ella. Sonrió, pero Harper conocía demasiado bien esa sonrisa: era la misma que usaba en las fotografías familiares obligatorias, en las fiestas a las que no quería asistir, en las situaciones donde actuaba un papel.

—Perdón —respondió él con voz apagada—. Me olvidé por completo.

Harper se sentó a su lado, dejando un espacio entre ellos que antes no existía. El silencio se instaló, denso e incómodo, mientras ella intentaba descifrar la mejor manera de abordar lo que llevaba días consumiéndola por dentro. Finalmente, optó por la franqueza.

—¿Qué nos está pasando, Nolan?

Él no respondió inmediatamente. Sus dedos jugueteaban con la correa de su mochila, enrollándola y desenrollándola en un gesto nervioso que Harper nunca le había visto antes.

—No sé a qué te refieres —murmuró finalmente, sin mirarla.

Harper sintió una punzada de frustración mezclada con dolor. Llevaban saliendo dos años. Habían compartido secretos, miedos, sueños. ¿Y ahora ni siquiera podía ser honesto?

—Por favor, no hagas eso —su voz salió más temblorosa de lo que pretendía—. No me trates como si fuera estúpida.

Esas palabras parecieron atravesar la coraza de Nolan. Sus hombros se hundieron aún más, y por un momento, Harper creyó ver el brillo de lágrimas contenidas en sus ojos, aunque rápidamente las disimularon.

—Lo siento —susurró él—. No es... no es mi intención.

—Has estado ausente durante semanas —continuó ella, sintiendo cómo las palabras que había estado conteniendo finalmente encontraban salida—. Ya casi no hablamos. Cuando estamos juntos, es como si tu mente estuviera en otra parte. Cancelaste nuestra cita del sábado pasado. No contestas mis mensajes hasta horas después. Y cuando te pregunto qué sucede, dices que "todo está bien". —Hizo una pausa, reuniendo valor—. Pero no es cierto, ¿verdad?

Nolan tragó saliva audiblemente. Sus nudillos se habían vuelto blancos de tanto apretar la correa de la mochila.

—He estado estresado con los exámenes y el equipo —murmuró, pero incluso a sus propios oídos la excusa sonó hueca.

Harper dejó escapar una risa sin humor, amarga.

—Los dos sabemos que no es eso.

Un grupo de pájaros alzó el vuelo desde un árbol cercano, sobresaltándolos. Harper observó cómo se alejaban, libres, mientras sentía que algo dentro de ella se rompía lentamente.

—No es sólo que estés distante... —comenzó, y de pronto las palabras se atascaron en su garganta. Respiró profundamente y completó la frase que llevaba días formándose en su mente—. Sabes como lo miras.... A él.

El efecto fue inmediato. Nolan se tensó como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Sus ojos, súbitamente alarmados, se clavaron en los de Harper por primera vez en toda la conversación.

—¿De qué hablas? —preguntó, pero el temblor en su voz lo traicionaba.

—A Ethan Miller —respondió ella, y pronunciar ese nombre en voz alta fue como liberar un veneno que había estado corroyéndola por dentro—. Lo miras como... de una forma completamente diferente a como me miras.

El silencio que siguió fue ensordecedor. El parque parecía haberse quedado repentinamente vacío, como si el mundo entero contuviera la respiración ante la verdad que acababa de ser expuesta.

Nolan abrió la boca y volvió a cerrarla. Sus ojos reflejaban pánico, confusión y, por encima de todo, una culpabilidad que confirmó las sospechas de Harper mejor que cualquier confesión verbal.

—Yo no... —comenzó él, pero las palabras murieron en sus labios.

Harper sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Parpadeó rápidamente, negándose a dejarlas caer.

—Te he visto, Nolan —continuó con voz queda—. Cada vez que él entra en una habitación, es como si todo lo demás desapareciera para ti. Incluso yo. Especialmente yo.

Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Harper. Se la limpió rápidamente con el dorso de la mano.

—El martes, en la cafetería, cuando él pasó junto a nuestra mesa, dejaste de escucharme a mitad de una frase —recordó—. Y ayer, durante el descanso, lo seguiste con la mirada hasta que desapareció por el pasillo. Te pregunté qué mirabas y dijiste "nada". Pero no era nada, ¿verdad?

Nolan permaneció en silencio, y eso fue respuesta suficiente. Su rostro había perdido todo color, y respiraba con dificultad, como si cada inhalación requiriera un esfuerzo consciente.

Harper esperó, dándole la oportunidad de negarlo, de ofrecer alguna explicación alternativa, de decir cualquier cosa que pudiera restaurar la ilusión que habían construido juntos. Pero él continuó callado, la mirada fija ahora en sus propias manos.




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