Girls Don't Like me

Te elegí a ti Parte 2

Ethan respiró hondo antes de responder. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, como si ni él mismo creyera las palabras que estaba a punto de pronunciar.

—No me voy —dijo finalmente, las palabras liberándose —. Me quedo aquí.

Nolan se quedó inmóvil, como si temiera que cualquier movimiento pudiera romper el hechizo de esas palabras. La farola parpadeante proyectaba sombras danzantes sobre su rostro, ocultando y revelando alternadamente la emoción que luchaba por controlar.

—¿Hablas en serio? —preguntó finalmente, su voz apenas audible—. ¿Tu padre...?

—Sorprendentemente, sí —respondió Ethan, pasándose una mano por el pelo con gesto nervioso—. Creo que fue la primera vez que le planté cara de verdad. Le dije que mintía y quería quedarme, que por primera vez sentía que pertenecía a un lugar. —Hizo una pausa, sus ojos encontrándose brevemente con los de Nolan antes de desviar la mirada—. No le conté todos los detalles, obviamente. Pero le dije que tenía amigos aquí. Personas importantes.

Nolan soltó una risa breve, una mezcla de incredulidad y alivio que rompió la tensión del momento.

—Personas importantes, ¿eh? —repitió, intentando sonar casual, pero el temblor en su voz lo traicionaba—. ¿Así me presentarás a tu padre? "Papá, este es Nolan, una persona importante".

Ethan le dio un ligero codazo.

—Idiota —murmuró, pero la sonrisa en sus labios contradecía el insulto—. Mi padre aceptó y bueno me graduare en el San Gabriel—la incredulidad volvió a su rostro, como si aún no procesara completamente su victoria— ...junto a ti.

El silencio se instaló entre ellos mientras Nolan digería la noticia. Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el banco metálico, como si quisieran alcanzar la mano de Ethan pero no se atrevieran a hacerlo en un espacio tan público.

—Entonces —dijo finalmente—, ¿vendrás al partido final la próxima semana?

La pregunta, tan mundana después de la intensidad del momento anterior, hizo que Ethan sonriera.

—¿Es una invitación oficial, O'Connell?

—Más bien una petición —respondió Nolan, su voz adquiriendo un tono más serio—. Me gustaría que estuvieras allí.

Ethan sintió un calor familiar extendiéndose por su pecho. Las implicaciones de esa simple petición, lo que significaba para ambos, flotaban en el aire entre ellos, no expresadas pero perfectamente entendidas.

—Ahí estaré —prometió.

El autobús apareció al doblar la esquina, sus luces cortando la oscuridad de la noche. Ambos se pusieron de pie, conscientes de que su tiempo a solas llegaba a su fin.

—Te llevaría a casa, pero tengo que ir temprano a mi casa—se disculpó Nolan.

—No te preocupes —respondió Ethan.

El autobús se detuvo frente a ellos con un chirrido de frenos. Las puertas se abrieron, pero ninguno de los dos se movió inmediatamente.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó Nolan, su voz apenas audible por encima del rugido del motor.

Ethan asintió.

—Mañana —confirmó, y subió al autobús sin mirar atrás, temiendo que si lo hacía, podría hacer algo imprudente como besar a Nolan O'Connell en medio de la parada de autobús, a la vista de cualquiera que pasara.

El día del partido final amaneció con un cielo despejado y un sol radiante que parecía burlarse de los nervios que atenazaban el estómago de Ethan. Durante la semana anterior, los rumores habían crecido como una bola de nieve rodando cuesta abajo. Lo que comenzó como susurros aislados se había convertido en miradas indiscretas y comentarios apenas disimulados cada vez que él y Nolan estaban a menos de tres metros de distancia.

No ayudaba que, después de su conversación en la parada del autobús, Nolan hubiera empezado a comportarse de manera diferente en público. Nada escandaloso, nada que pudiera confirmarse como evidencia irrefutable. Solo pequeños gestos: sentarse junto a Ethan en el almuerzo, acompañarlo por los pasillos entre clases, defenderlo abiertamente cuando algún miembro del equipo de fútbol hacía un comentario desafortunado.

Para el momento en que Ethan atravesó las puertas del campo de fútbol esa tarde, sentía como si cada par de ojos de los de ultimo año estuvieran fijos en él. El graderío estaba repleto; parecía que todo el instituto había decidido asistir al último partido de la temporada. Por un instante, contempló la posibilidad de dar media vuelta y marcharse, pero entonces recordó la promesa hecha a Nolan.

Se abrió paso entre la multitud, buscando un asiento lo suficientemente alejado como para no llamar la atención pero con buena visibilidad del campo. Encontró un lugar en la parte superior de las gradas, parcialmente oculto por un grupo de estudiantes de primero que parecían más interesados en sus teléfonos que en el partido a punto de comenzar.

—¿Puedo sentarme? —preguntó una voz familiar a su lado.

Ethan se giró para encontrarse con Madison Chen, quien lo observaba con una ceja arqueada y una expresión que oscilaba entre la diversión y la curiosidad.

—Claro —respondió, haciéndose a un lado para dejarle espacio—. No sabía que te gustaba el fútbol.

Madison soltó un bufido mientras se acomodaba junto a él.

—No me gusta —confesó—. Pero Harper quería venir a apoyar al equipo, y yo quería asegurarme de que tú vinieras.

—¿Por qué te importa que yo esté aquí?

Madison lo miró como si acabara de hacer la pregunta más estúpida del mundo.

—Porque le importa a él —dijo simplemente

Antes de que Ethan pudiera responder, un rugido recorrió las gradas cuando los equipos salieron al campo. El Instituto San Gabriel en sus característicos uniformes azul y oro, y el equipo visitante en rojo y blanco. Ethan localizó inmediatamente a Nolan entre los jugadores, distinguible incluso a distancia por su postura y la forma en que se movía, con esa confianza natural que siempre había encontrado magnética.

Como si hubiera sentido su mirada, Nolan levantó la vista hacia las gradas, sus ojos recorriendo la multitud hasta detenerse donde estaba Ethan. A pesar de la distancia, Ethan podría jurar que vio una sonrisa dibujarse en su rostro antes de que el capitán del equipo lo llamara para el círculo previo al partido.




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