El momento del pésame era lo más incómodo que nunca había pasado, ¿qué más le podía decir? ¿Acaso existía algo apropiado para rellenar los silencios en esos momentos insensatos de la vida?
—Las demás personas de la oficina han venido para acompañarlo en su dolor. El señor Trociuk fue un gran jefe y una excelente persona.
Él suspiró y asintió. Se sentía vulnerable y no quería que los demás lo vieran así.
—En el salón hay café y una mesa de tentempié. Saldré a caminar...
—Gracias.
Gloria entendió que él no quería conversar y que estaba siendo lo más agraciado posible para no tratarla mal como lo solía hacer en la oficina. Entendía que era un esfuerzo sobrehumano comportarse se manera educada sabiendo que él era un verdadero maleducado.
Ella no se animaba a acercarse hasta el ataúd del señor Trociuk. No podría verlo sin vida. Dejó que el morbo de sus demás compañeros de trabajo le contaran con lujo de detalles lo que Gloria no se animaba a ver. Le habían dicho que el señor Trociuk estaba morado por más que en la funeraria hubieran hecho un gran trabajo maquillándolo, no se veía de forma natural, era una maquillaje pálido.
Tanto ella como sus compañeros se quedaron hasta el fin del almuerzo, aprovechando la mesa del tentempié. Después volvieron al autobús y regresaron a las oficinas del holding a continuar con el trabajo.
En el velorio, Enrique Trociuk no quería recibir la falsedad de todos, no solo él sabía que por su causa su padre enfermó, sino que su mamá lo culpaba por eso, lo conocía a la perfección y ni se diga sobre los empleados de su papá. Lo odiaban.
Él tendría que enfrentar las dificultades que se derivaban de la muerte de su padre. Su vida debía cambiar por completo. Ni siquiera había terminado la universidad y sabía que pronto debía ponerse al frente del grupo para tomar la dirección de lo que era su herencia. Si perdía esas empresas lo perdería todo.
—Al menos deberías ir a fingir que lloras la muerte de Ernesto —reprochó su mamá—. Tienes que intentar generar empatía para que los socios de tu papá te tomen en cuenta y no te excluyan de lo que te corresponde. Estos señores son unos buitres y tú un ignorante, un verdadero inútil que solo sirve para gastar.
—Mamá...
—¡Ay, pobre de ti! El vagabundo ofendido. Después del entierro de tu papá irás a esa empresa y te pondrás al frente. Que crean que trabajas para olvidar tus penas y que no sea para aprender.
—Es lo que pienso hacer. No soy ningún tonto, sé mis defectos y si me sigues diciendo algo más tampoco se multiplicarán.
—Entonces piensa cómo hacer las cosas ya y deja de estar aquí.
La tensión con su madre era insoportable. Ella también estaba preocupada por la probable caída del imperio Trociuk. En sus manos estaba que se retrasara o evitara que eso pasara. En verdad deberían tener miedo, estaban en manos de alguien que para no decir que no sabía nada del negocio, sabía muy poco.
***
Dos días después de que su papá fuera enterrado, Enrique llegó a la empresa y estacionó su vehículo en el lugar que le correspondió en vida al dueño de ese imperio. No tenía idea de por dónde empezar, pero lo ideal era hacerlo a través de los gerentes y después preguntarle a Gloria sobre todas las actividades que realizaba para su papá. Ya después tendría la tiempo de saber si ella se quedaría o se iría. Nadie le quitaba de la cabeza que Gloria era la amante de aquel, porque la trataba con demasiada confianza y también la dejaba hacer cuánto quisiera. Escuchaba muchos mitos sobre las secretarías, que se limaban las uñas, que solo tomaban café y jugaban solitario. Tendría que evaluar todo.
En su escritorio, Gloria tenía los papeles que le habían pertenecido al señor Trociuk para que cuando su hijo fuera hasta ahí lo tuviera todo servido. Porque debían comenzar a cambiar cosas y solo con los abogados podrían comenzar. Las personas del área financiera se habían encargado de pasarle todos los formularios para llenar y tener pronto un nuevo firmante y apoderado. Todo estaba parado a causa de eso, pero la rueda debía seguir dando vueltas y todos estaban haciendo sus trabajos por más atraso que la muerte del dueño produjo en los procesos administrativos más que en los de producción.
Cuando ella se peinaba el cabello porque se había dado cuenta de que lo llevaba hinchado, vio la figura alta y delgada de Enrique Trociuk. Aquel iba vestido con traje, al parecer estaba listo para tomar la dirección de la empresa. Arrojó su peine tan rápido como pudo para que no la pillara, pero había sido en vano.
—No cuidas tu trabajo, Gloria, aunque no sé si tengas algo que hacer —masculló molesto.
—Buen día, señor Enrique. Tengo preparado lo que necesita para comenzar a cambiar las cosas en la empresa. ¿Quiere que le lleve todo le busque un café de la cafetería? A su padre le gustaba el café expresso.
Ella omitió cualquier cosa que no tuviera que ver con el trabajo. No se justificaría, solo haría la vista gorda.
—No sabía que eras eficiente. Pídele a los gerentes que se reúnan conmigo, ¿hay una sala de reuniones?
—Sí. En un momento la tendré lista. ¿Agua, gasesosas, café o algunos bocadillos se le ofrecen para la reunión? Puedo solucionarlo en un minuto con un proveedor.
—Agua y café para todos. Quiero todo listo en diez minutos.
—¿Quiere que haga copias de algunas hojas que tenga para distribuir a los gerentes?
—No tengo nada, Gloria —pronunció. Ella parecía una ametralladora de ofrecimientos para cerrarle la boca por tratarla de holgazana.
—Le mostraré la sala de reuniones.
Gloria se levantó de su silla y fue a abrir una gran puerta que llevaba a una recepción, en donde había otra puerta que sí era la sala de reuniones.
Enrique siguió a Gloria y observó que era muy bonita. Tenía el cabello largo y castaño, una cintura de avispa y ese uniforme con falda tubo y zapatos altos le quedaban muy bien. Su cuerpo resaltaba mucho con esas prendas y pese a que no la soportaba, le agrada lo que veía.