Las cosas para Gloria, en aquella semana se habían puesto pesadas, y no solo porque su jefe estaba más especial que nunca, sino también porque debía rendir sus parciales en la universidad y todo le costaba el doble. Además, a eso debía sumarle su entretenimiento con el Enrique Trociuk. No lo soportaba, pero aún así le gustaba, le atraía y no sabía con exactitud qué era eso que la llevaba a perderse en sus pensamientos por largos períodos de tiempo.
Él no era de ninguna manera lo que ella esperaba para fijar sus ojos. Siempre pensó que se fijaría en algún compañero de la universidad, pero nada de eso estaba pasando, sus mirada se perdió en el ser más absurdo que nació en el mundo. En ocasiones lo admiraba por intentar hacer algo por la empresa, pero cuando llegaba un poco mareado por los tragos de la noche anterior, esa admiración se desvanecía y ella pasaba a ser su salvadora. Le llevaba unas cinco tazas de café y alguna de ellas con una aspirina para sus dolores de cabeza a causa de la resaca que no lo dejaba ser un individuo normal.
Después de su examen, su padre la buscó para llevarla a su casa. Tan solo al entrar al vehículo, colocó su cabeza sobre la guantera. Estaba muy cansada.
—Hay alguien aquí que trabaja por masoquismo y no porque quiera —dijo su papá queriendo que esa frase directa, pasara al cerebro de su hija como indirecta.
—Es que quiero tener experiencia laboral de lo que sea, me falta un poco. Y te digo más, papá, tengo mi propio dinero.
—Y tu propio karma. Creo que es mejor que te dediques al estudio que es más importante. Eres muy joven y trabajos en el futuro te lloverán, no dudes eso.
—Te entiendo, papá, pero es mi deseo. Creo que el esfuerzo valdrá la pena para el futuro. Tal vez hoy esté muy cansada, aunque, más adelante quizá mire todo esto con mucho cariño y con orgullo.
—Esperemos que así sea. Muchas veces hacemos cosas innecesarias por capricho. Dejaré que aprendas por tu cuenta. —Rio el papá.
Al llegar a la casa comenzó a cenar como una demente para poder irse a descansar. Al menos mañana descansaría, no le tocaba trabajar. El lunes tendría que hacer muchas cosas en la oficina, porque dejó muchas cosas de lado para poder estudiar. Esperaba que su jefecito no la pillara en esas andanzas o sería un escándalo.
Ella pensaba aprovechar su día libre para dormir y después salir con su mamá a realizar algunas compras de ropas de tiendas comerciales. Ambas amaban comprar pequeñas cosas, no necesitaban gastar miles de dólares en prendas de diseñador o algo así, compraban prendas bonitas y económicas.
Al día siguiente al despertar, encontró un mensaje de texto en el móvil corporativo era un mensaje de Enrique, preguntando por unos informes que le había pedido sobre otros informes, o sea, era algo así como para ver quiénes de los jefes ya entregaron lo que él había solicitado. ¿Y cual era la novedad? ¡Qué ella no lo había hecho por estar estudiando! El lunes amanecería en ese lugar.
—Buen día, señor Trociuk, el lunes a primera hora le pasaré el archivo que tengo completo en el ordenador —dijo Gloria en voz alta mientras respondía el mensaje.
Después de responder el mensaje, se recostó otra vez en la cama y sintió que su corazón latía fuertemente. Esa podía ser una razón para que Enrique la echara de la empresa, y ella aún no estaba lista para salir de ese lugar, porque no había acumulado suficiente tolerancia a la presión para cualquier otro empleo.
Pensó que al responder eso a su jefe todo quedaría ahí; sin embargo, llegó una respuesta casi inmediata.
«Lo buscaré yo mismo, estaré hoy en la oficina».
—¡Carajo, carajo, carajo! —exclamó con devoción. Estaba frita.
Dio un salto de la cama y trató de buscar una ropa para ponerse. Si entraba a su ordenador sabría que no había nada. Él tenía muchas ganas de arruinarle el fin de semana y lo estaba consiguiendo con mucho éxito.
Tomo un baño apresurado y ni siquiera tomó su café.
—¡Mamá, préstame tus llaves! —mandó, mientras hacía un rastrillaje por toda la mesada de la cocina.
—¿Qué pasa? ¿No íbamos a salir después? —indagó su mamá.
—Ma, tengo un problema de dimensiones que se llama mi jefe insufrible estará en la oficina buscando un archivo en mi ordenador, por cierto, el archivo ni siquiera lo he armado y yo le he dicho que estaba completo. Ay, me quiero morir.
—Las llaves están en la sala. Eso te pasa por mentir, Gloria.
—Estaba de exámenes, me retiraba más temprano, todo está mal, todo está mal.
Gloria corrió hacia la sala y cogió las llaves del llavero que se ubicaba junto a la puerta. Regresó a la cocina y levantó la mano para despedirse de su mamá.
A su mamá no le dio tiempo de nada, pero después la vio entrando de nuevo con rumbo a su habitación. Después de un rato, regresaba, pero esta vez con su mochila.
La chica se sentó frente al volante y se acomodó lo mejor que podía, movió los espejos para que quedaran a su altura. Menos mal su papá le había enseñado a manejar desde los quince años, o a estas alturas estaría desesperada esperando un taxi.
Su trabajo quedaba a unos veinte minutos con tráfico, aunque por ser sábado debería llegar más rápido. Si tenía suerte, su jefe no estaría cuando llegara, haría el dichoso archivo de la discordia y se iría a su casa a continuar su bello día, aunque nadie le quitaría el mal trago por su propia mentira.
Después de unos diez minutos en los que apretó el acelerador al máximo, llegó a la empresa y estacionó su vehículo en la calle de enfrente. Sacó sus cosas y se dirigió al estacionamiento. Ahí no estaba Enrique y eso le daba un poco de tranquilidad. Estaría trabajando veinte minutos y luego se iría.