Hola
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La brisa nocturna me acariciaba el rostro mientras mis pensamientos danzaban en un remolino dentro de mi cabeza. A veces, la verdad es que ni yo misma entendía todo lo que sentía. Por un lado, estaba emocionada por todo lo que el futuro me prometía, pero por otro lado, una sombra de miedo me invadía al pensar que todo lo que conocía, todo lo que había sido mi refugio, podría desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos.
Mañana cumplía dieciocho años, y eso significaba más que solo un número. Era el umbral de un cambio, el momento en el que tendría que decidir quién quería ser realmente, sin los límites invisibles que mi vida hasta ahora había tenido. Me sentía como una especie de ave atrapada en una jaula dorada, deseando salir, pero temerosa de lo que encontraría en el exterior. El pasado me había moldeado, sí, pero ya no quería que siguiera definiéndome. Necesitaba más, necesitaba ser más.
Mateo... esa parte de mi vida también era un nudo en mi pecho. A veces lo veía como una puerta abierta a un amor que nunca supe si realmente entendía. Quizás en su momento me dejé arrastrar por la emoción de compartir este rincón del mundo con alguien más. Pero algo me decía que mi amor por él no solo era un sentimiento, sino una promesa no cumplida. En mi mente, él había querido guardarme en un rincón secreto, a salvo de todo, pero tal vez no me había dado cuenta de que me estaba guardando también a mí misma. Había dejado que él decidiera sin darme la oportunidad de hacer lo mismo.
Ahora que las palabras de aquel libro seguían flotando en mi mente, recordaba lo que la protagonista había aprendido: los sueños más grandes requieren valentía y perseverancia. Y yo, ¿era lo suficientemente valiente? ¿Lo suficiente para abrir mi corazón de nuevo, para arriesgarme a decirle la verdad, a él, a mis padres, a mí misma?
Las estrellas parecían brillar con más fuerza esa noche, como si el universo me estuviera observando, esperando. Pero yo no estaba lista para hacer una elección aún. No podía apresurarme, no cuando todo dentro de mí estaba en silencio, tratando de descifrar qué quería realmente. El futuro parecía una nube inmensa, llena de posibilidades pero también de incertidumbre.
"Quizás lo que más temo", pensé mientras miraba al cielo estrellado, "no es el futuro en sí. Es que el futuro sea aún más grande que yo, y que yo no pueda alcanzarlo."
Mis manos tocaron el viejo libro que aún descansaba sobre mi regazo, sus páginas gastadas, llenas de historias de quienes nunca temieron arriesgarse. Yo... yo quería ser como ellos. Quería dejar atrás el miedo, la vergüenza, y ser quien realmente soy, sin importar las expectativas que los demás tuvieran de mí. Sin importar lo que Mateo esperara o lo que mis padres querían. Quería estar sola, pero no en el sentido de la soledad que había conocido hasta ahora, sino en la libertad de elegir mi propio camino.
Mañana sería el día. Dieciocho años, un paso más cerca de ser dueña de mi destino. Cerré los ojos, respiré profundamente y sentí que algo dentro de mí se liberaba.
Tal vez no tenía todas las respuestas, pero sabía que lo importante no era saber todo de inmediato. Lo importante era saber que ahora era el momento de empezar a ser honesta conmigo misma, y que los libros no eran mi única forma de vivir las historias. Podía ser parte de una nueva, una que escribiera yo.
Me levanté del suelo, sintiendo la suavidad del pasto bajo mis pies descalzos. No necesitaba quedarme más tiempo aquí, ni esperarme al amanecer para saber lo que tenía que hacer. Porque ya lo sabía.
La verdad estaba allí, dentro de mí, tan clara como las estrellas sobre mi cabeza. Y mañana... mañana sería el primer paso hacia un futuro que, por fin, podría ser solo mío.
Me levanté del suelo con la sensación de que, por fin, algo dentro de mí había cambiado. Había estado buscando respuestas durante tanto tiempo, pero en esa quietud de la noche, en la soledad de esas ruinas y con el murmullo de las estrellas como único testigo, entendí que las respuestas no llegaban a golpe de revelación, sino a través de la acción. Había llegado el momento de dejar de esperar, de dejar de aferrarme al pasado y, quizás, también de dejar ir el miedo que me había acompañado durante años.
Con una sonrisa débil pero decidida, tomé el libro que había dejado a un lado y lo guardé en mi mochila. No más escapatorias, no más refugios. Al menos no en estos momentos de duda. Los libros siempre estarían ahí, pero yo debía vivir la historia de mi vida ahora.
Di un paso hacia la salida de las ruinas, mis pies descalzos rozando el suelo de la misma forma que mis pensamientos rozaban el borde de mi conciencia. Podía oír el crujido de las hojas secas bajo mis pies, la suavidad del viento que acariciaba mi rostro. Todo parecía en su lugar, pero no lo estaba. Porque algo había cambiado, y no podía ignorarlo.
Mañana. Mañana sería diferente. Ya no me quedaría en la sombra de la indecisión ni en los rincones oscuros de mis dudas. No, hoy había tomado una decisión, aunque pequeña. Había decidido enfrentar el futuro con mis propios ojos, mis propias manos, mi propio corazón.
La luz de la luna iluminaba mi camino mientras me alejaba de las ruinas y me acercaba de nuevo al hogar. Los grandes muros de la biblioteca se alzaban ante mí, imponentes y silenciosos, como siempre, pero hoy no eran lo único que veía. Estaba viendo el mundo, mi mundo, más allá de sus puertas. Sabía que este lugar seguiría siendo un refugio, pero también entendía que no debía quedarme atrapada en él, como una mariposa encerrada en su capullo, temerosa de desplegar las alas.
Me detuve frente a las puertas de la biblioteca. Las mismas puertas que tantas veces me habían dado la bienvenida. Pero ahora, algo se sentía diferente. Estaba lista para más.
Dentro, la biblioteca estaba tan silenciosa como siempre, pero esta vez, los libros parecían susurrar algo diferente, algo más cercano a mi corazón. Caminé entre las estanterías con pasos tranquilos, buscando en las palabras una guía para lo que venía. Sabía que no la encontraría en un solo libro, pero al menos, podía buscarla en las historias que otros habían escrito. Y tal vez, algún día, podría escribir la mía.