Gpt, cómo encontrar a alguien Normal?

Capítulo 26. Hola, soy el nuevo hombre de tu madre

—GPT, mamá escribió que vendrá hoy. Y “no sola”.

—Suena como el tráiler de la película “Conociendo al candidato”.

—No sé quién es ese hombre. No me ha contado nada.

—Es o una intriga… o un potencial drama.

—El drama es mi fondo de pantalla. Yo quería un día libre.

—Míralo así: si él resulta normal, al fin podrán hablar de hombres entre las dos.

Entraron al apartamento a las 17:05 en punto.

Mamá — con un abrigo color polvo, sonrisa de oreja a oreja y ojos brillando como los de una estudiante recién enamorada.

—Hija, ¡conoce a Alejandro!

—Mucho gusto, —dijo él.

Voz baja, cortés. Gestos suaves. Mirada… algo cautelosa.

—Annet. Encantada, —respondí, extendiendo la mano.

Él la estrechó suavemente. Demasiado suavemente.

Mientras mamá se cambiaba en la habitación, quedamos en la cocina.

—Tu madre ha hablado mucho de ti.

—Espero que cosas buenas.

—Solo que eres su orgullo.

—¿Llevan mucho tiempo juntos?

—Unos meses. Nos conocimos en una noche de música en vivo. Estaba sola… y me pidió una copa de vino.

—Eso suena muy a ella, —sonreí.

Las palabras eran correctas. El tono — impecable.

Pero dentro de mí algo decía:

“Annet, enciende el escáner. Esto no es solo un encuentro agradable.”

La cena fue festiva.

Mamá trajo su famoso fiambre de pollo casero. Alejandro — una botella de buen vino blanco.

Sentados a la mesa, parecíamos una familia de postal.

—Yo pensaba que ya estaba todo. Que era vieja, sola y poco interesante, —confesó mamá, sirviéndome vino.

—Pero la vida tiene otros planes, —añadió Alejandro. —A veces todo empieza después de los sesenta.

Mamá reía. Su rostro irradiaba luz.

Yo la miraba… y sentía algo complejo.

Alegría. Y miedo.

Alegría de verla feliz.

Miedo de que la lastimen otra vez.

—GPT, ¿es normal no confiar cuando todo parece demasiado perfecto?

—Es instinto. No miedo.

—¿Y si solo estoy celosa?

—¿Y si simplemente estás sintiendo algo… que aún no se puede explicar?

Cuando ya se acomodaban en la habitación de invitados, pasé por el pasillo y escuché a Alejandro susurrar:

—No te preocupes, se acostumbrará. Lo importante es no presionarla. Solo que aún no está lista.

Me quedé quieta.

No fue una amenaza. Ni agresión. Pero…

Fue una estrategia.

Y la sentí.

—GPT…

—Respira. Pero mantente alerta.

Cuando llega una amiga, la vida huele a juventud

—GPT, hoy todo va a salir bien.

—¿Café con leche de almendras y expectativas moderadas?

—Viene una amiga. De otra ciudad. Con otro ritmo. De otro universo.

—Aclara: ¿en pareja, divorciada, en busca?

—En libertad. Y ahí se siente bien.

—Sospecho que esta visita terminará en glitter, cócteles y frases como: “¿Te acuerdas de…?”

Lisa llegó con una maleta tamaño “para tres días, pero con opción de huida a Milán”.

Con abrazos, perfume con un toque de fuego y una voz que de inmediato volvió mi casa más ruidosa.

—Bueno, vieja amiga… Basta de deprimirte. Muéstrame tu ciudad.

—He tenido semanas terapéuticas.

—Ahora toca terapia con champagne.

Primera noche — club.

Código de vestimenta: “juventud que no pide permiso”.

Llevaba un vestido que casi había archivado. Y volvió a brillar.

Reímos, bailamos, conocimos chicos cuyos nombres olvidamos antes de que acabara la canción.

—Ese no está mal, —susurra Lisa.

—Acaba de decirme que “tengo un aura profunda”.

—¿Te dicen eso a menudo?

—Principalmente manipuladores y bartenders.

En el baño — escena clásica de amistad:

—¿Sabes, Annet? Ya no eres como antes.

—¿Vieja?

—Sabia. Pero como si hubieras escondido a esa que se reía porque algo era gracioso, no porque era lo “apropiado”.

—Se llama madurez psicoemocional.

—Se llama que te olvidaste cómo ser una niña tonta con brillo.

Y nos reímos.

Ahí mismo. Frente al espejo.

Como si nada más importara.

Los dos días siguientes caminamos por la ciudad, bebimos vino junto al mar, escuchamos canciones viejas y recordamos los tiempos en que los dramas se resolvían con:

“Bah, ya encontrarás uno mejor.”

Y nadie preguntaba por bodas, hijos o metas.

Solo la vida. Solo aquí. Solo ahora.

—GPT, ¿y si en realidad no quiero una relación?

—¿Y si lo que quieres es a ti misma — viva, ligera, sin armadura?

—Tal vez estoy buscando algo que ya tengo.

—Tal vez. Y eso no es fracaso. Es descubrimiento.

Me fui a dormir sin pensar “¿y ahora qué?”,

sino con la sensación de que este día… fue suficiente.

Champú, copa y pensamientos en pijama

—GPT, hoy es mi día de silencio.

—¿Silencio como nuevo diagnóstico o como método de rehabilitación post-Lisa?

—Método. Y champagne. Y baño. Y mascarilla facial.

—Suena como plan de supervivencia para una mujer que recordó que tiene una vida.

—Perfecto. Seré la protagonista. En pijama.

El apartamento estaba extrañamente silencioso después de tres días de risas fuertes, música, y frases como:

“¡Tú no tienes 30! Como mucho — 28… estirados.”

Ordené un poco, puse el agua para el té y encendí mi playlist favorito de jazz.

Después — el baño.

Espuma, copa de champagne, el pelo recogido en un moño despreocupado, mascarilla — y silencio.

Silencio real.

—GPT, resulta que puedo ser feliz. Así. Sin nada.

—Silencio es cuando no esperas que algo mejore.

—No es soledad. Es espacio.

—Y no siempre hay que compartir el espacio.

Di un sorbo y abrí el chat con Kristina.

Annet: “Mamá está fascinada con su nuevo. Y yo… no sé qué me inquieta.”

Kristina: “No eres tú. Es intuición. Solo observa. Y confía en ti.”

Annet: “Estoy intentando.”

Kristina: “Y otra cosa: aunque él sea ‘normal’ — igual tienes derecho a no estar encantada.”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.