—Annet, hora de levantarse. Tienes una sesión a las 11:00 con una clienta, y luego — una cita a las 18:00.
—GPT, reprograma la cita.
—¿Para cuándo?
—Para nunca.
—Eso es un nuevo nivel de planificación.
—Es un nuevo nivel de ansiedad.
—¿O sea que el maratón terminó a mitad de camino?
—Hasta que averigüe quién es ese calvo con delantal — pausa oficial activada.
Me senté al borde de la cama y alcancé el teléfono.
El mensaje del número desconocido seguía ahí.
“Has cambiado. Se nota. Pero, ¿serás tú misma cuando vuelva a aparecer?”
No lo abrí. No respondí.
Pero tampoco lo borré.
Lo peor: vivía con él. Era como ese espejo en el pasillo — discreto, pero siempre en el campo visual.
En la cocina olía a café. Como siempre. Tranquilizante.
Encendí la laptop y empecé a buscar.
No por curiosidad. Por mamá.
Escribí:
“Alexander”, “entrenamientos de crecimiento personal”, “consultor de vida”, “psicólogo sin licencia”, “reseñas”, “engaño”.
La mayoría — puro humo. Pero en un foro femenino encontré algo familiar.
“…había un tal Oleg/Alexander, carismático, hablaba bonito, aparecía en la vida de mujeres mayores de 50 con experiencia. Luego — desaparecía. Pero siempre después de conseguir algo: acceso a documentos, poderes notariales, finanzas…”
No había foto. Pero la descripción — de manual de “alexanderología”.
—GPT, esto aún no es prueba.
—Pero ya no es solo “suposición”.
—Podría ser solo alguien parecido.
—Claro. Pero si un perro se parece a un lobo, ¿lo acaricias sin comprobar?
Estaba en la cocina, con la laptop, el café y la sensación de que estaba en la puerta de algo grande.
Y muy, muy desagradable.
Después del almuerzo abrí el calendario. Allí estaban:
Seleccioné las tres y pulsé “cancelar”.
GPT hizo como si le doliera.
—Esto pudo ser “el indicado”.
—Si no sobrevive a una pausa, no era “el indicado”.
—¿Sientes que lo haces por ti?
—Lo hago por mamá. Y un poco por mí — no aguanto otro colapso emocional.
En lugar de coqueteo, abrí archivos de internet.
En vez de vestido de noche — moño desordenado y sudadera.
En vez de lápiz labial — archivos, foros, historias, reseñas.
Pasé varias horas así. Y cuanto más leía, menos quería escribirle a nadie: “Hola, ¿cómo va tu día?”
Mujeres desaparecidas.
Dinero perdido.
El mismo patrón: bonito, inspirador, lento — y de repente todo cambia.
Anoté fechas. Coincidencias. Regiones.
Y por primera vez en mucho tiempo, no sentí que perdía el control — sino que lo tomaba.
—GPT, esto no se parece a mí. Yo soy de amor, terapia, segundas oportunidades.
—Pero también eres de verdad. Y de proteger a mamá.
—Quiero estar equivocada.
—Entonces actúa para saberlo. Porque a veces la verdad es lo único que libera.
Mamá, ¿estás segura de con quién cenas?
—GPT, ¿cómo se le pregunta con sutileza a alguien: “¿Tu nuevo amor no será un estafador?”
—Intenta con una metáfora.
—¿Por ejemplo?
—“Mamá, ¿tienes un plan por si resulta que él ama no solo a ti, sino también a tu propiedad?”
Estábamos sentadas en una cafetería de la segunda línea frente al mar.
De esas donde siempre hay poca gente, mucha luz y una atmósfera segura.
Mamá eligió ese lugar. Como si intuyera que la conversación no sería… sobre tulipanes.
—Annet, últimamente estás algo inquieta. ¿Es por él?
—No. Es por ti.
—Estoy feliz.
—Eso es lo que me asusta.
Se rió. Pero no de forma auténtica.
—Dime, ¿sabes mucho sobre Alexander?
—Lo suficiente. Hablamos durante horas.
—¿Te mostró documentos? ¿Proyectos?
—Annet, ¿hablas en serio?
—Muy en serio. Porque te miro y veo a una mujer que, por primera vez en mucho tiempo, vuelve a vivir. Y no quiero que eso vuelva a ser una mentira.
—¿No confías en mí?
—No confío en un desconocido que apareció de la nada y de inmediato fue “perfecto”.
Mamá suspiró.
—¿Y si simplemente… es bueno?
—Puede ser. Pero ¿no te parece que es demasiado bueno?
—Annet, tuviste un abusador, luego un fanático con problemas mentales, llevas diez capítulos yendo a citas que terminan en huidas, flores o cuentas sin pagar. ¿No será que el problema no es él, sino tú?
Eso dolió.
Pero aguanté.
—Tal vez. Pero si es así — te volveré a salvar. Con todos mis “problemas”.
Después de la charla, salí al malecón.
El viento soplaba directo a la cara.
El teléfono sonó. Cristina.
—¿Cómo va todo?
—Mamá lo defiende como Roma a su imperio.
—Los imperios caen.
—Y yo ya estoy buscando una catapulta.
—GPT, no puedo simplemente quedarme sentada.
—Entonces no lo hagas.
—Voy a hablar con mi abogada. Puede comprobar si su nombre es real, si tiene deudas, si ha estado casado antes.
—Y eso no será sospecha. Será acción.
Abrí los contactos.
“Marina — abogada. De confianza. Firme. Le encanta destapar fraudes.”
“Hola, Marina. Necesito verificar a una persona. Está saliendo con mi madre. No puedo explicarte todo por mensaje, pero necesito saber la verdad. Sea cual sea.”
Esa noche estaba en casa. Luz tenue. Música bajita.
Citas: 0
Series: 0
Búsqueda de la verdad: 100%
—GPT, no sé a dónde lleva todo esto.
—Pero sabes por qué lo haces.
—Sí. Solo quiero que mi madre sea feliz. De verdad. No con un delantal que dice “Chef of love”.
No, no soy paranoica. Soy hija.
—GPT, hoy soy terapeuta. No detective.
—¿Y en el alma?
—En el alma, soy agente privada con diploma de psicóloga.