Gpt, cómo encontrar a alguien Normal?

Capítulo 29. Hola, no me llamo Alejandro

—GPT, si una persona ha cambiado tres veces de nombre, ciudad y peinado, ¿qué es?

—Opciones: a) actor. b) testigo bajo protección. c) estafador.

—Y en el caso “c”… ahora mismo está cortando tomates en casa de mi madre.

—Nota: tomates — símbolo de alarma. Confirmado por Annet.

Por la mañana abrí el mensaje de Marina, la abogada.

Comenzaba con una frase:

“Siéntate. En serio.”

Y me senté.

Lo que venía después no era un correo.

Era el guión de una película de acción: “El estafador del delantal: el regreso”.

Alejandro resultó ser… Sergio.

En su pasado — “coach personal”, “mentor del equilibrio vital”, “experto en transformación”.

Solo que no transformaba almas — transformaba cuentas bancarias.

• 2016 — denuncia por estafa (no confirmada, pero sospechosa).

• 2018 — relación con una mujer de 60+. Un año después desaparece con parte de sus ahorros.

• 2020 — cambio de apellido. Nueva cuenta en Instagram bajo el nombre: @balanced_mentor.

• 2021 — curso breve “Cómo construir relaciones después de los 50”. Cerrado tras varias reseñas negativas.

Leí todo.

Luego, lo leí otra vez.

Y luego abrí un nuevo documento y escribí el título:

“Cómo romper el romance de tu madre en 4 minutos: manual práctico”

—GPT, ¿cómo le digo a mamá: “Tu novio es un fraude con habilidades de Photoshop”?

—Con amor. Y con capturas de pantalla.

—Tengo las capturas. Y los datos fríos.

—Ahora eliges: ¿vas como terapeuta o como fiscal?

Elegí el estilo: cuchillo suave en guante de lana.

Cristina fue la primera en saberlo.

Annet: “Te quiero, pero si dices ‘te lo dije’ — te bloqueo.”

Cristina: “Estoy callada. Respirando en una bolsa.”

Annet: “No era Alejandro. Era Sergio-el-mentor. Y no quiero que mi madre sea otro caso en su historial.”

Cristina: “Ve con ella. Y no olvides decir: ‘Te quiero, así que lo que voy a decir es horrible.’”

Abrí un nuevo archivo. Lo llamé: Operación: Verdad.

Punto 1: Reunir todo en un PDF.

Punto 2: Comprar un pastel para mamá. Algo dulce tiene que haber en esta conversación.

Punto 3: Prepararse para lágrimas, negación, y la frase: “¿Y si ha cambiado?”

Respiré hondo.

—GPT, si vuelve a llamarla “su luz”, le regalo una linterna. En la cabeza.

—Ese es el gesto más cálido de tu repertorio.

Mamá, él no es tuyo. Es un ilusionista

—GPT, estoy en el ascensor.

—¿Nivel de ansiedad?

—Como el de quien está a punto de romper el mundo ilusorio de su madre.

—Entonces recuerda esto: no estás destruyendo — estás protegiendo.

—Aun así, déjame comerme el bollo antes de que empiece a gritar.

—Tienes 3 minutos hasta la puerta.

Mamá me recibió con un delantal de piñas. Odio las piñas. Especialmente hoy.

—Estás tan seria… ¿todo bien?

—Lo estará. Si tienes vino.

—Tengo blanco, seco, 12 grados y medio litro para dos.

—Perfecto. Nos alcanzará hasta que diga “falso”.

Nos sentamos a la mesa.

En la cocina, hervía la pasta.

En el aire — el aroma de hierbas, vino y… una verdad que ya estaba tocando la puerta.

—Mamá.

—¿Sí?

—¿De verdad quieres estar con él?

—Soy una mujer adulta, Annet. Y sí, quiero volver a sentir…

—No hablo de sentimientos. Hablo de hechos.

—Ya estás otra vez…

—No. Estoy terminando. Porque ya sé quién es.

Saqué la tablet. Abrí el PDF.

Se lo tendí.

—¿Qué es esto?

—No es un cuento. Ni “la ex celosa”. Son datos oficiales.

—Annet…

—Lee.

Ella leyó en silencio. Pasaba las páginas despacio.

Cada hoja — una gota de agua cayendo sobre el fuego de su enamoramiento.

—Esto… no puede ser verdad.

—Puede. Lo comprobé.

—¿Y si es un error?

—Su verdadero nombre es Sergio. Y ni siquiera sabes dónde vive en realidad.

—Annet…

—Te quiero. Pero si toca tus documentos o tus cuentas — lo convierto en estrella de un programa de crímenes reales.

Mamá guardó silencio cinco minutos. Luego se terminó el vino.

Después me miró.

—Solo quería que alguien me amara.

—Yo también quiero eso. Pero no de un estafador con un curso de “tu alma — mi depósito”.

Suspiró.

—Dame un día. Lo arreglaré. Te lo prometo.

—Y yo te prometo que si él intenta algo — llegaré antes que la policía.

—GPT, acabo de convertirme en mezcla de abogada, hija y bala.

—Y has superado esta etapa sin bajas.

—Perdí la fe en el delantal de piñas.

—Pero ganaste a tu madre.

—Por ahora.

Estoy cerca. No tengas miedo. Esto solo es el comienzo

—GPT, creo que acabo de salvar a mi mamá.

—Lo hiciste. Y sin capa de superheroína.

—¿Puedes recordarme esta noche que soy increíble?

—Ya está guardado en la memoria. Y en el menú: té con miel y calma.

—Solo falta verter esa calma en mi cabeza…

Volví a casa al atardecer.

La ciudad olía a frescura y polvo. El otoño me agarraba del cuello con su bufanda húmeda.

En el ascensor — silencio. Demasiado.

En el quinto piso, la luz parpadeó. Una vez. Luego otra.

—GPT, ¿me avisas si es una señal?

—Solo es una bombilla. Pero mejor revisa la puerta.

La llave giró con más resistencia de lo habitual.

Y lo supe de inmediato: algo no estaba bien.

En el felpudo había un sobre. Blanco. Sin remitente.

Pero… con mi nombre. Con esa letra que ya había visto. En mis pesadillas.

Las manos me temblaban. Lo tomé sin respirar.

Dentro — fotos.

Yo — por la mañana, frente a la cafetería.

Yo — con mamá, frente al café.

Yo — delante del consultorio.

Recientes.

Nítidas.

Tomadas desde muy cerca.

Y una hoja.

“Te extrañé. Estoy otra vez cerca.

Esta vez — más de lo que crees.

No tengas miedo. Esto solo es el comienzo.”




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