Gritos Silenciosos.

Capítulo 9

Nada duele más, que ver sufrir a alguien que amas y no saber cómo detener su dolor.


Narrador omnisciente.

Isabel desesperada quitaba las láminas del piso de madera, las que tenía como un refugio para su pequeña hija, ella sabía que tarde o temprano la encontrarían, siempre lo hacían.

—Escúchame muy bien Hanni, sin importar lo que oigas, no salgas por favor. —le dice a la pequeña Hannibeth.

Sus ojos color caramelo, y su cabello, habían perdido su brillo, no solo existe la muerte física, sino también la espiritual, cada día Isabel moria un poco, la habían marchitado, lo único que la mantenía respirando era el amor de su vida, Hannibeth Isabel.

—Repite conmigo, por favor, no voy a salir, repite Hanni. —le dice a la pequeña intentando mantener el control.

—No vo a sali. Teno medo, mami.

—Yo también, pero somos unas guerreras. Repítelo, yo Hannibeth soy una guerrera.

—Yo Hannibeth, soy una guelela—

Con lágrimas besó la frente de su hija, los pasos se escuchaban más cerca, escondió a la niña bajo el piso entregándole a su fiel amigo Tito. Su osito de peluche, le hizo una seña para que guardara silencio, cuando con fuerza la puerta fue abierta. Hannibeth abrazo a Tito como si su vida dependiera de él.

—Realmente crees que puedes escapar de mi Isabel. —un fuerte golpe se escuchó—

—Me estoy cansando de esto y un día me dejarás de servir y lo que no me sirve lo destruyo —Isabel, como una leona, se paró firme—

—Mientras tenga vida, correré para ser libre de ustedes. Ya no les tengo miedo par de basuras.

—¿Dónde está la niña? —insistió uno de ellos. Isabel sintió como todo el cuerpo le temblaba, revisen toda la casa, otra voz dio la orden, eran demonios los que tenía delante.

—No está, ya les he dicho, no está. —gritó con desesperación.

Uno de los demonios la sujetó por la cabeza, la levanto del piso y la estrelló contra este, para llenarle de patadas el estómago.

—¿Dónde está? Responde ya de una buena vez Isabel —preguntaba cada vez más irritado.

—No está —hablo la madre con la voz quebrada—

Como respuesta recibió una cachetada, rompiéndole la boca —no aprendes, eres una mentirosa, por lo tanto, tendré que castigarte como sé que te gusta—

Una asustada Hannibeth abrazaba a Tito con todas sus fuerzas, escuchaba el llanto de su madre, los hombres malos la estaban lastimando y ella debía ayudarla. En la superficie, Isabel estaba siendo humillada y abusada de todas las maneras posibles como muchas veces había sucedido, desde que se había cruzado con ellos, uno de los demonios, estando satisfecho, subió su pantalón.

—Última oportunidad ¿Dónde está la niña? —

Sacando su arma apunta a una destrozada Isabel, que lo único que la mantenía con vida era su hija, escuchando los sollozos aún más fuertes de su madre, esta levanto despacito una de las láminas del piso de madera, lo que vio la dejó impresionada. No entendía nada, estaba viendo doble.

—Papi. —pronunció sin poder controlarse, uno de los demonios con forma de hombre dirigió su mirada a ella dibujando una macabra sonrisa.

—Mi muñeca—

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Hannibeth, actualidad.

¡Mamá! Con lágrimas en mis ojos, grito, es una pesadilla, es un recuerdo en forma de pesadilla, esa fue la última vez que vi a mi madre, me duele, me duele tanto, me duele la vida y en madrugadas como está, me duele la soledad.

Nieve brinca a mi lado, siente mi dolor, me acaricia con su fría nariz, mientras mis lágrimas no dejan de bañar mi rostro, observo las marcas de mis brazos, con pasos temblorosos voy hasta mi cuarto de baño, tomo entre mis manos eso que ha sido mi perdición, solo esta noche, me digo llevándolo a mi boca, las trago sin agua, dejándome caer al piso.

Paso mis dedos por encima de mis cicatrices, con el tiempo han sanado, no obstante las del corazón no, dudo que un día puedan sanar. Siento rencor, odio, respiro profundo. Me acurruco en el piso frío, llorando con la cabeza entre mis rodillas. Debo hacer esto por ella, si he luchado tanto no puede ser en vano.

Nadie más debe pasar por lo que yo pase, si lo puedo evitar, lucharé con mi último aliento.




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