Cuando Jose Antonio salió de Las Cuevas, después de dejarle el mando a Santiago, su destino era incierto. El Oriente estaba tomado por las tropas monárquicas, solo Las Cuevas resistía por el momento, esperando a Millan. En El Bosque, Manuel María seguía sitiando Santo Tomás y con él estaban los partidario de José Antonio, por esta razón este último decidió dirigirse a esta provincia.
Con José Antonio estaban Francisco Pueblo y Joseph Alcala, entre otros. En el camino hacia la provincia de El Bosque, se enteran de la derrota en Las Cuevas y, más importante aún, se enteraron de la muerte de José Millán. Estas dos noticias cambian el panorama para José Antonio. Las posibilidades de ser Jefe Supremo de manera efectiva, sin oposición, vuelven a ser posibles.
Su, hasta ahora, principal rival, Santiago Carrige, esta en fuga después de sus derrotas, el prestigio que conservaba lo perdió al no defender Bahía y al ser derrotado en Salinas y Las Cuevas. Con él estaban en huida los dos políticos instigadores del movimiento de la constituyente, y de sacar del gobierno a José Antonio Palacios, Digo Sturdy y Joaquín Cantarvio.
Por otro lado, la amenaza antirepuplicana, el hombre que lideraba una guerra de colores y que parecía invencible, José Millan, había muerte y con él habia desaparecido su ejército, porque el Capitán General, un militar con mucha disciplina, los había licenciado a todos por los desmanes cometidos a lo largo de la campaña.
El único escollo que frente a sí tenía Palacios era Manuel Maria Gómez, de quien esperaba que no hubiese asaltado Santo Tomás y menos aún que hubiese derrotado al ejército que comandaba Del Castillo. Ya Francisco Pueblo estaba de su lado, se apartó de Santiago cuando este se unió a los políticos y se unió a Jose Antonio, cuando este buscó todos los recursos para la defensa de Bahia y sus habitantes, lo que no hizo Santiago. Francisco era, como dice su apellido, un hombre de pueblo, un oriental de pura cepa, impulsivo, escandaloso, pero siempre leal a su gente, por lo que no aguantó lo que consideró una traición de Santiago a los orientales.
José Antonio cruza río Ancho un día después de la batalla, ahí se entera del resultado de la misma y decide, en lugar de irse a Santo Tomas con los sitiadores, alcanzar a Gómez en cerro la Gallina, lugar donde se encuentra su puesto de comando y desde donde está despachando tropas para la persecución del remanente del ejército monárquico derrotado.
Al llegar al campamento se sorprende gratamente de la tropa que forma este ejército al mando Gómez. Observa a unos hombres y mujeres, porque habían mujeres luchando, sobretodo en la agrupación de indígenas, con actitudes marciales, visiblemente felices por la reciente victoria, pero listos para continuar la lucha.
Antes de reunirse con Gómez, José Antonio aprovechó para hablar con Cruz y con Cayetano Hernandez, ambos le comentaron el desarrollo de la batalla, sobre como Piar recrudeció el asedio para hacerlos salir de Santo Tomas, de como dispuso a las tropas y del desarrollo de la batalla en sí. Pero ademas de como fue vitoreado por las tropas, como lo empezaron a llamar Libertador y como otorgó ascensos y condecoraciones en el campo de batalla. El propio Hernández era ahora General de Brigada.
Al escuchar estos pormenores, José Antonio estuvo consciente que toda la campaña de El Bosque había transformado a Manuel María en un verdadero líder. Manuel María estaba comenzando a ser respetado por todos los oficiales, incluso los esterianos, leales a Palacios; pero además era idolatrado por la tropa, que lo empezó a llamar el Invicto.
Palacios le pidió a Cayetano Hernandez, que moviera a los oficiales esterianos al puesto de comando, quería que cuando se reuniera con Manuel María fuesen más los esterianos qué los orientales; asimismo, le pidió a Joseph y a Francisco que estuviesen a su lado en todo momento. Ellos, como orientales, ambos de mucho prestigio, le minimizarían el apoyo a Manuel Maria, además contaba que la profunda enemistad entre Pueblo y Gómez, le sirviera a sus propósitos.
En efecto, al reunirse los dos caudillos la tensión se sintió en el ambiente. Eran los dos rivales que quedaban por el trono.
-General Gómez, en el nombre del glorioso pueblo de Córdoba, lo felicito por este gran triunfo. No hay victoria más grande que esta en nuestra patria, no hay gesta más heroica que la que protagonizaron sus hombres. La victoria es digna de estar a la par de las más grandes batallas de la historia. ¡GLORIA A LOS VENCEDORES!
Los aplausos y alegría de la tropa era ensordecedora, las palabras de Palacios fueron a viva voz delante de todos
- General Palacios agradezco sus felicitaciones- contestó con humildad Manuem Maria
-No General, yo agradezco a usted por darnos este territorio en nombre de la libertad. Quiero ratificar al General Manuel María Gómez con su grado de General en Jefe del Ejército Republicano. En honor a los oficiales y soldados que lucharon, ratifico los ascensos otorgados y la condecoración a los ¡VENCEDORES DE CHIRICA!
Más aplausos, pero ahora vivas al General Palacios que, simplemente, ratificó lo que ya había otorgado Manuel María Gómez.
- General Bolívar este Ejército está a sus órdenes para terminar de sacar a los enemigos de nuestra República- atinó a decir un visiblemente abrumado Gómez
- General Gómez, no esperaba menos de un patriota como usted- rápidamente le tomó la palabra José Antonio- Soldados, mañana mismo saldremos a despejar la provincia del Bosque de cualquier vestigio monárquico. El General Francisco Pueblo tendrá la responsabilidad de asaltar definitivamente Santo Tomas del Bosque. El General Valentin Jérez, junto con el indomable Cayetano Hernandez saldrán con 1000 hombres a tomar las torres qué faltan en el fortin El Zamuro y al General Gómez le daremos la oportunidad de poner a resguardo los importantísimos Campamentos de El Dorado.
Sin darse cuenta, en ese momento, el General en Jefe Manuel María Gómez, El Invicto, el General que logró la mayor proeza vista en territorio Cordobés, había perdido totalmente el mando de su ejército, todo por una maniobra demagógica de José Antonio Palacios, quien, por el contrario, sin haber obtenido ningún mérito militar, estaba nuevamente en la Jefatura Suprema del Ejército Republicano.