Manuel María recibió su licencia, su salvoconducto y salió rumbo a Paria a encontrarse con Santiago. Antes de partir se despidió de su esposa Martha Quemp y de su pequeña hija. Desde que este llego a Las Cuevas, después del arribo de la expedición de Baneque, habían estado siempre juntos. Durante la campaña y en las batallas, Martha iba con las mujeres que se encontraban en la retaguardia, cuando la batalla o la marcha concluía, ella se encontraba con su esposo al Puesto de Comando.
Era una testigo de excepción de todo lo que estaba ocurriendo, pues presenció la gloria de su esposo en Morichal y en Chirica, presenció como fue despojado, muy sutilmente, del mando y ahora observaba como él tenía que salir casi como un prófugo de la tierra a la que le había dado la libertad.
Martha una mujer culta, nacida en una familia acomodada venida a Sotavento desde el viejo continente, específicamente desde Orange, una mujer poliglota, de una profunda educación católica, amorosa y leal con su esposo, estaba preocupada por la seguridad de este. Siempre le advirtió a Manuel María lo peligroso que era José Antonio Palacios. Odiaba lo hipócrita que era, porque mientras pregonaba sobre la libertad e igualdad, aun mantenía esclavos y claramente beneficiaba a los de su clase social sobre el resto de los hombres; hablaba de desprendimiento del mando, mientras se rodeaba de aduladores y acababa con todo el que le podía hacerle sombra; pero lo peor es que hablaba de valores morales y familiares, mientras que en cada pueblo tenía a una querida. El colmo es que se hace pasar por el más ferviente católico frente a cualquiera que profese esa religión, pero si está ante un masón se transforma en el más furibundo ateo.
Martha le advirtió siempre a su esposo que se cuidara de José Antonio, sabía que algún día lo traicionaría y le haría una jugada fatal. Ese presentimiento se acrecentó cuando los dos se reunieron después de la batalla en el Cerro La Gallina. Esa noche, luego que Palacios tomó el mando de la División, Martha le dijo a esposo que lo mejor era regresarse a Sotavento, ella intuía un destino cruento para su marido. Manuel María no hizo caso a su premonición y ahora, cuando partía al encuentro con Carrige, le pidió a su esposa que siguiera a la Isla de Sotavento, que él enviaría por ello apenas se normalizara su situación.
Martha protestó, le dijo a Manuel que José Antonio lo mataría, pero que si ella se quedaba a su lado, a este último le iban a faltar guáramos para realizar lo que desde hace tiempo quería hacer con él, acabar con su vida y con ello librarse del General más competente para la guerra y el único con méritos para liderar una nueva República. Pero Manuel estaba convencido que uniéndose con Santiago podía hacerle frente al liderazgo de Palacios. Ella no pudo convencerlo, para Manuel María no habia otra opcion, Martha se iría a la seguridad del hogar y después regresaría con su esposo, cuando estos nubarrones qué se veían en el horizonte, se hubiesen despejado.
Mientras Martha salía a través del río Ancho, navegando río arriba hasta llegar a la desembocadura, para despues encontrarse con el mar y de ahí a su Isla, Manuel tomaba vía a La Victoria, pasaba luego por el Delta y virada al norte, bordeando de esta manera a la ciudad de Las Cuevas, en poder de Lorenzo Ceballos, pero también bordeando varios destacamentos independentista. Siguiéndole los pasos estaba Manrique, quien estaba convencido que las intenciones del Caudillo eran las de unirse al traidor Santiago y ambos dar al traste con la naciente república, solo para poder saciar sus ambiciones personales.
Manrique era un hombre valiente y temerario, originario de Las Pampas. Desde la muerte de su esposa y sus hijos a manos de Millan, se había vuelto un ser sanguinario y mal humorado, necesitaba descargar la rabia acumulada tras la muerte de su familia. Cuando mató a Millán, quiso llevarse su cuerpo para ultrajarlo, pero fue impedido por los monárquicos qué finalmente ganaron esa batalla. Ahora buscaba saciar esa sed de sangre con Gómez, no por que lo odiara, sino porque sentía que debía estar de parte de Palacios. El era un hombre de pocas luces, pero absolutamente leal. Cuando le escribió a José Antonio sobre el rumbo que agarró Manuel este le respondio: "General, aprese a esos dos traidores"
Santiago fue informado que Gómez se acercaba con una escasa escolta, pero también le dijeron que tras sus pasos venía Manrique con un batallón. Rápidamente intuyó Santiago que la orden era que no se reunieron, incluso pensó que querrían arrestarlos a ambos; por lo que lo primero que hizo fue reunir a su gente, apenas llegaría a algo más de 500 hombres y decidió salir de Paria y encontrarse en un punto intermedio con Manuel para despistar a Manrique y entre los dos planificar futuras acciones. Parecía que la naciente República estaba a las puertas de una guerra civil.
Mientras tanto, había información sobre Lorenzo. El General Monárquico salió en dirección al Valle, con la intención de buscar refuerzos para defender la plaza y eventualmente tratar de recuperar el Bosque. Thomás Alonso se quedó al frente de las tropas de Oriente, instalándose el mismo en Bahía y dejando fuertes guarniciones en Las Cuevas y en Salinas, los monárquicos esperaban que José Antonio siguiera obsesionado con El Valle, su ciudad natal. Creían que en cualquier momento este saldría a tomar El Valle y ellos esperarían primero en Bahía, que era la ruta natural hasta El Valle, y luego en la propia ciudad. Por su parte, Lorenzo planificaba que al mismo tiempo que Palacios avanzara a El Valle, Del Castillo atacaría Santo Tomás desde las Cuevas, siendo apoyado por Alonso, quien presentaría poca resistencia a Palacios en Bahía para que este pensara qué los monárquicos estaban en fuga.
El plan Monárquico era por lo demás viable ya que todos conocían la impetuosidad y falta de paciencia de José Antonio, sabían que el quería fundar un gobierno en El Valle y alrededor de esta ciudad agrupar al resto de las provincias. Lorenzo sabia también que los orientales eran reacios a seguir lineamientos desde El Valle y que esta fricción podían dar al traste con la rebeldía independentista. Ademas de esto, Lorenzo apostaba porque la unión de Santiago y Gomez se materializara. Lorenzo dejó que ellos hicieran sus movimientos de acercamiento porque a él le convenía que los independentista se debilitaran con una Guerra Civil. Lorenzo estaba claro que lo que tenia que hacer era ser paciente. De todas maneras, el llegó a estas tierras con el fin de pacificarlas y todo indicaba que para cumplir ese objetivo solo tenía que esperar a que los acontecimientos se desarrollaran