Manuel María despertó muy temprano, lo radiante del sol, lo despejado del cielo, la nitidez con lo que se escuchaba el bramar del río al golpear la orilla, el sonido de los allos anunciando el amanecer, todo este conjunto de cosas hacia presagiar un día esplendoroso. Gómez se sentó en su catre, tomó la biblia y la abrió casualmente en el libro de Isaías, ahí, como enviado por Dios para que tranquilizara su espíritu, pudo leer un capítulo que le dio mucho optimismo: "El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan. Porque yo Jehová, que agito el mar y hago rugir sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos".
Desde su cuarto escuchó al corneta tocando la diana y a través de la ventana pudo observar a los soldados encargados de izar el pabellón nacional; ese pabellón que el, pese a no haber nacido en este país, tanto amaba y tanto había defendido. Desayunó una arepa de maíz con huevo y queso, luego esperó su correspondencia, normalmente, después del desayuno llegaba el Teniente Coronel Sánchez con las cartas, si las hubiere, y con las noticias más importantes tanto del juicio, como de la situación politica y militar de la República. Gómez estaba seguro que, después de la declaración ante el tribunal el día anterior, no sería Sánchez el que le trajese noticias o el que buscará las cartas para enviárselas a Martha.
Efectivamente, la primera visita que recibió no fue la de Sánchez, si no la de su defensor Gallardo. Este llegó apenas terminaba de desayunar el General. Su expresión no era la de Gomez, quien estaba completamente optimista por el resultado del juicio. Gallardo, en cambio, mostraba cierta preocupación ya que no tenía claro que podía salir de la deliberación del jurado. Le explicó a Gómez, que apenas terminaron los interrogatorios, los miembros del jurado se encerraron a deliberar hasta altas horas de la noche y luego fueron a hablar con él Presidente de la Corte, el Almirante Felipe Destrox y con el Comandante en Jefe José Antonio Palacios. Gallardo no pudo verlos, tampoco pudo tener alguna impresión de las personas que hablaron con ellos, por lo que para él todo era muy incierto.
Gallardo se quedó un rato con Manuel María, comentaron las noticias de los movimientos de las tropas monárquicas hacia El Valle, del llamado al Consejo de Estado propuesto por Palacios, elocubraron sobre las acciones de Santiago, del que nadie tenía noticias, pero que se suponía estaba en Paria, además de eso, pasaron el rato jugando ajedrez. Pasadas aproximadamente dos hora desde su llegada, salió Gallardo hacia la casa que sirvió de juzgado a esperar el veredicto que debía ser dictado antes del mediodía. Con él llevaba las cartas con destino a la esposa de Gómez y otra a la madre de este, ambas mujeres se encontraban en Sotavento.
Esta era la primera carta que enviaba Gomez a su madre. Hacía un año que no tenía contacto con ella; sin embargo, a través de Martha sabía que se encontraba bien de salud. Ella apenas llego a la capital de la isla, la buscó y pudo constatar que continuaba con su trabajo de partera y con los caracoles para leer el futuro. La señora Isabel Gómez era muy conocida en la isla, hija de esclavos, nació como negra libre y fue una ferviente luchadora antiesclavista. Tuvo un solo hijo, fruto de sus amores con el piloto mercante Manuel Lotty, un ibérico de piel blanca qué murió cuando Manuel María era todavía un niño. El pequeño era la viva imagen de su padre, de su madre Isabel heredó la impetuosidad en sus acciones y la vocación de estar del lado del marginado. Ambos, madre e hijo, enfrentaron muchos prejuicios, ya que vivían en una sociedad de castas, como lo era Sotavento, por lo que la unión de esta pareja y el nacimiento de un niño, fue un terrible escándalo; por este motivo apenas pudo Isabel se llevó a su hijo para una tierra sin tantos conflictos de raza como era Córdoba, aunque ambos, madre e hijo, mantuvieron relación con su isla e incluso vivieron temporadas en ella. Sin embargo, desde que se inició la lucha por la independencia y siendo su hijo uno de los protagonistas, Isabel, a instancias de su hijo, regresó a Sotavento para evitar represalias en su contra.
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José Antonio sintió un amanecer pesado.El oleaje del río y los sonidos nocturnos no lo dejaron dormir. Cuando al fin conciliaba el sueño, el ruido de las aves mañanera lo mantuvo despierto; se quiso quedar un rato en la cama, pero el sol matutino le quemaba la cara, no habia ni una nube que lo ayudara a cubrirse. Un calor insoportable lo habia hecho sudar toda la noche, todo esto aunado a que se había acostado muy tarde la noche anterior.
Presisamente el trasnocho estuvo motivado a la reunión sostenida con los miembros del jurado, el juez y el fiscal. Esta se había tornado agria porque no había un consenso sobre que se debía hacer. El jurado, en su deliberacion en la sala, la cual se extendió por más de 3 horas, había decidido de manera unánime que el acusado era inocente del delito de deserción y de espionaje a una potencia extranjera; pero si fue declarado culpable de insubordinación, ya que no atendió el llamado del Comandante en Jefe y culpable de conspiración para propiciar una guerra civil. La culpabilidad en estas dos causas que se le seguían, ameritaba la condena a muerte por fusilamiento, esta condena solo podía ser revocada por Palacios.
Sobre este aspecto, casi todos los reunidos, internamente creían que Palacios perdonaría a Gómez. Al primero le llamó la atención que el General Cayetano Hernández, cuando se efectuó la votación entre los miembros del jurado, escribió en el papel: Fusilamiento y degradación. Jose Antonio sabía que el acusado y Cayetano eran compadres, porque luego de la Batalla de Morichal, Gómez bautizó una de las hijas de Hernández; ademas de que este último fue ascendido por el ahora acusado. Ante esta inquietud Cayetano solo respondió, que en el juicio se demostró que con el acusado libre. la Patria estaba en peligro y ante esta situación la medida debía ser ejemplar.