Gustavo: Música y silencio

Renata: entre la espada y la pared

Dos días transcurrieron desde que Brígida escapó del yugo de su madre y su prometido. Anarda comenzaba a enloquecer al saber que Renata tenía algo que ver y sabía el paradero de su hija, mientras que Joao solo pensaba en encontrarla y hacerle lo peor. 

Luego de sobrepensar, Anarda le pidió a Joao que la condujera a casa de Renata, pues según ella, la escritora estaba en serios problemas. 

—¡Llévame a casa de Renata en este instante! —ordenó la mujer con mucha soberbia. 

Joao permaneció en silencio, tomó las llaves y siguió a la mujer hasta la acera. Aquel silencio de Joao iba acompañado de maldad, la cual se manifestaba con una diabólica sonrisa que no se molestaba en disimular. 

—Renata me va a escuchar, ella no tiene ningún derecho de intervenir en nuestros asuntos. —habló Anarda al ver que Joao no decía nada. 

—Podemos decirle a la policía que Brígida está secuestrada, así podríamos apartarla de ella. —comentó el hombre. 

—Eso es muy extremo, además, los alemanes no arruinarían el show —dijo la mujer —debemos dar con el paradero de Brígida antes de que acabe el mes. tú y ella se casarán y la llevarás lejos de la ciudad, en especial de ese tal Gustavo. 

—¿El pianista? ¿Por qué? 

—¿Qué no sabes? Ese energúmeno bueno para nada está enamorado de Brígida. 

Joao no pudo contener la risa al escuchar lo que Anarda le acababa de decir. 

—¿De verdad crees que es un chiste? —cuestionó la mujer muy molesta, luego añadió —¿Dónde está la gracia? Deberías estar alerta, no sabemos si Brígida más adelante le pueda corresponder. 

—Dudo mucho que eso suceda, he escuchado que es un pobre diablo, un infeliz desdichado que no hace gran cosa además de tocar piano. 

Anarda y Joao subieron al auto y partieron a casa de Renata. La familia Muller estaba reunida en la terraza disfrutando de un refresco de naranja mientras compartían al aire libre. Aquel momento de tranquilidad se vio interrumpido por Anarda y el prometido de su hija. 

—¡Oh, por Dios! —exclamó la escritora al ver que Joao bajaba del auto. 

La mujer sintió su corazón latiendo a millón, todo a su alrededor daba vueltas y su respiración se agitó sobremanera. Su cuerpo le decía que estaba en problemas, sin embargo, se armó de valor para enfrentar a su malvada tía. 

—¿En dónde está Brígida? —cuestionó Anarda incomodando a los presentes. 

Renata guardó silencio, la mirada de los Muller se anclaba sobre Anarda y compañía, atentos en caso de algún intento de agresión. El silencio de Renata hizo enfurecer a su tía quien una vez más preguntó por el paradero de su hija, pero en esta ocasión habló con más firmeza. 

—¡Hice una pregunta! ¿En dónde está Brígida? 

—Lejos de usted y de ese monstruo de allí —respondió Renata señalando a Joao con desdén —en un lugar donde será tratada como a un ser humano, donde podrá ser libre y feliz. 

—No voy a descansar hasta encontrarla y cuando eso pase te juro que ambas lo van a pagar muy caro —intervino Joao. 

—¿Estás gritándole a mi esposa? ¿Eh? ¿En su propia casa y delante de mí? ¡Maldito abusivo! —habló Stephen enfurecido —atrévete a hacerle daño a Renata te haré puré.

Al notar la reacción de Stephen, Joao retrocedió al sentirse amenazado. En ese momento, el alemán de cabello rojizo se percató de que aquel hombre agresivo le tenía miedo. 

—¿No dirán nada, verdad? —preguntó Joao.

—No, no les diré a dónde llevé a Brígida. No permitiré que la sigan maltratando como lo han hecho desde que mi tío falleció. 

Anarda no pronunció una sola palabra, pero sintió mucha vergüenza ante las palabras de la escritora. 

—¿Acaso va a negarlo? Lo digo porque usted me ha tratado como a una mentirosa desde niña. 

—Lo que yo haga con Brígida no es de tu incumbencia —habló Anarda con firmeza.

A lo que respondió Renata tajantemente con actitud desafiante —Brígida es más como una hermana que una prima,y si tengo que intervenir para salvar su vida, lo hago. Nadie me va a impedir que lo haga, ¿está claro? 

Ignorando lo que pasaba por la mente de Joao en ese momento, Renata, sin darse cuenta se había condensado a sí misma al decir aquello de salvar a su prima. Joao era un completo psicópata, y no iba a descansar hasta hallar a Brígida para mantenerla sometida como tanto le gustaba. 

—Esto es una pérdida de tiempo, debo trabajar, así que me voy. —manifestó Joao siendo ignorado por los Muller. 

—Volveré y me dirás a dónde llevaste a mi hija — demandó Anarda. 

Los Muller sintieron un alivio enorme cuando Joao y Anarda se fueron. En ese momento, Stephen le pidió a sus familiares volver a Alemania por un tiempo, pues presentía que Joao estaba tramando algo. 

—No confío en ese sujeto —advirtió —tengo la corazonada de que viviremos ratos amargos con él —luego se dirigió a su familia y les pidió una vez más volver a Alemania —será hasta nuevo aviso. 

Los Muller se rehusaban al hecho de irse y dejarlo solo con Renata, pero el alemán insistió hasta hacerlos entender y aceptar que debían partir. Sin protestar, empacaron sus cosas y decidieron viajar al día siguiente. Por su parte, Renata tenía miedo de lo que pudiera pasar. Pensaba en Gustavo, pues no quería involucrar a su amigo. Así que, caminó hasta la mesita del teléfono y levantó la bocina mientras que con la otra mano marcaba el número de la casa del pianista. 




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