Gustavo: Música y silencio

Willkommen in Deutschland, Brigida

Un par de horas más tarde, Brígida se encontraba en casa de los Müller sana y salva. Agotada por el viaje, se encerró en la habitación de invitados para descansar. Allí, sobre aquella enorme cama tipo queen, Brígida reposaba placenteramente con sus ojos cerrados y una leve sonrisa de satisfacción que no podía evitar.

Poco a poco, la poetisa fue sucumbiendo ante un intenso sopor hasta caer en un profundo sueño. No habían pasado veinticuatro horas y lo extrañaba sobremanera. A pesar de que en un principio ella no sentía nada además de admiración por Gustavo y su innegable talento, no fue sino la personalidad tierna del músico lo que la cautivó.

En su sueño, Brígida se encontraba en un prado vasto y florecido, donde los colores vibrantes de las flores contrastaban con el verde esmeralda de la hierba. La brisa era suave y acariciaba su rostro mientras el cielo, de un azul profundo, se extendía infinito sobre ella. A lo lejos, divisó a Gustavo, vestido con una elegante camisa blanca y pantalones de lino, caminando hacia ella con una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.

Gustavo se acercó y, sin decir una palabra, extendió su mano hacia Brígida. Ella, sintiendo una conexión profunda y sincera, tomó su mano sin dudar. Juntos comenzaron a caminar por el prado, dejando que las flores acariciaran sus piernas. Cada paso resonaba como una suave melodía, armonizando con el canto de los pájaros y el susurro del viento.

El paisaje cambió sutilmente mientras caminaban, transformándose en un hermoso jardín junto a un sereno lago. A orillas del lago, un piano de cola blanco resplandecía bajo la luz del sol. Gustavo guió a Brígida hasta el piano, la miró a los ojos con una ternura indescriptible y comenzó a tocar una melodía suave y encantadora. Las notas parecían flotar en el aire, envolviendo a Brígida en una sensación de paz y amor.

Brígida se sentó junto a Gustavo en el banco del piano, observando sus hábiles dedos deslizarse sobre las teclas. La música llenaba el espacio entre ellos, creando un lazo invisible pero palpable. Gustavo giró suavemente su rostro hacia ella y, sin dejar de tocar, le susurró: "Siempre estaré aquí para ti, Brígida. Mi música es tu refugio."

En ese momento, Brígida despertó debido al llamado de su prima para que saliera a caminar junto a ella hacía una pequeña, pero muy linda plaza ubicada a cuatro calles de allí.

—¿Puedo pasar? —preguntó Renata desde el otro lado.

A lo que Brígida respondió: —¡Adelante!

Renata cruzó por la puerta encontrando a su prima sentada en medio de la cama con un inmenso brillo en sus ojos. La escritora sabía que algo muy bueno había pasado en la cabaña, y al igual que la señora Dilma le preguntó a Gustavo, Renata no vaciló en lanzar aquel interrogante a su prima esperando cualquier respuesta, menos la que Brígida le había dado.

Habiendo escuchado lo que la poetisa le comentó, Renata, muy estupefacta no hizo más que sonreír por lo que aquel par de tórtolos había hecho la noche anterior.

—Brígida —pronunció Renata —¿De verdad te enamoraste de Gustavo?

Brígida no tuvo necesidad de pronunciar una palabra para responder a la pregunta que le hizo su prima. Tan solo bastó con aquel suspiro para confirmar que la respuesta era un sí y que de no ser por su madre, ella seguiría con él en la cabaña en ese preciso momento.

—Se que quieres volver a estar con él, te conozco bien —habló nuevamente la escritora —pero ten en cuenta que ahora mismo, Gustavo quiere que estés segura. Además, no me sorprendería si llegase a Alemania solo para verte al menos un día ahora que tiene oportunidad y ya no tienes compromiso alguno con Joao. Lo conozco desde hace ya muchísimo tiempo, y sé que es un hombre muy apasionado y amoroso.

—¿Por qué nunca me di cuenta de ello? ¿Por qué fui tan ciega? Siempre soñé con tener a un buen hombre junto a mi y siempre fue así. Me amó en silencio aun cuando yo era menor, sin embargo, jamás lo noté y me odio a mi misma por lo tonta que fui al escoger a Joao en lugar de Gustavo. Solo me limité a admirar su talento y seguirlo por su música.

—No tienes por qué odiarte, tal vez así debían pasar las cosas. ¡Solo mira! Tuvieron su primer momento juntos y eso jamás lo esperabas, ¿O sí?

—No.

—Lo sabía. —dijo Renata sonriendo y luego ordenó —¡Levántate! Vamos a dar un corto paseo.

—Dame unos minutos para arreglarme un poco —demandó la poetisa.

Mientras tanto, Renata esperó sentada a un costado de la cama observando la caja musical que Gustavo le obsequió a su prima.

—Es muy linda —comentó —me pregunto cómo se sentirá mi pobre amigo en este momento.

—Me gustaría llamarlo mañana por la mañana para saber de él —habló la poetisa desde el interior del baño —Gustavo cuidó de mí y me trató como a una dama. Es lo menos que puedo hacer por él.

Brígida terminó de alistarse y salió a caminar con su prima para conocer el lugar. Estaba verdaderamente feliz de conocer Alemania, lejos de su madre y de las garras de Joao, pero sintiendo nostalgia y queriendo estar envuelta entre los brazos del pianista.

Ambas caminaban por las calles adoquinadas de aquel encantador vecindario. Las casitas, con sus tejados a dos aguas y fachadas decoradas con flores, parecían sacadas de un cuento de hadas. El sol de la tarde bañaba el lugar con una luz dorada, creando un ambiente cálido y acogedor.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 10.11.2024

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