Gustavo: Música y silencio

La velada; Música y poesía en una sola noche

Los días siguientes estuvieron llenos de preparativos para el evento en la universidad. Gustavo asistió a ensayos y reuniones con otros artistas, mientras Brígida exploraba la ciudad, dejándose inspirar por su belleza y su historia. Pasearon por los jardines botánicos, visitaron bibliotecas antiguas y se perdieron en las librerías llenas de volúmenes antiguos. Cada rincón de Oxford parecía estar impregnado de la magia que necesitaban para seguir adelante.

Finalmente, llegó el día del evento. Gustavo se preparó con esmero, eligiendo un traje negro elegante que contrastaba con la atmósfera clásica del lugar. Brígida, por su parte, optó por un vestido de seda azul que realzaba su figura y hacía juego con sus ojos. Se sentía nerviosa, pero emocionada al mismo tiempo, sabiendo que estaba a punto de presenciar algo único.

Al llegar a la universidad, fueron recibidos por una multitud de personas. El auditorio, con sus altos techos y su acústica perfecta, estaba lleno de estudiantes, profesores y amantes de la música y la literatura. Gustavo, con su porte elegante y su talento inigualable, era uno de los invitados de honor.

Brígida tomó asiento en la primera fila, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba a Gustavo subir al escenario. Cuando empezó a tocar, las notas del piano llenaron el auditorio, creando una atmósfera mágica que transportó a todos los presentes a otro mundo. La música de Gustavo no solo era técnica y precisa, sino que estaba llena de emoción, de todas las experiencias vividas en los últimos meses.

Brígida se sintió profundamente conmovida con sus ojos llenos de lágrimas de orgullo y amor. Sabía que, a pesar de todo lo que habían pasado, estaban construyendo algo hermoso, algo que ninguna amenaza podía destruir.

Aquella noche fue mágica, y tan solo era la primera de varias en aquella magnífica ciudad inglesa. Después de la deslumbrante actuación de Gustavo, la ovación del público resonó en el auditorio como un mar de aplausos. Brígida, aún con el corazón latiendo acelerado, se levantó de su asiento para aplaudir con más fuerza que nadie. La conexión entre los dos en ese momento era palpable, y aunque Gustavo estaba rodeado de artistas y académicos, sus ojos la buscaban a ella entre la multitud.

Cuando finalmente terminó la velada, un cóctel fue ofrecido en uno de los salones antiguos de la universidad. Las paredes del recinto estaban decoradas con retratos de grandes figuras de la literatura y la música, creando un ambiente majestuoso. Gustavo y Brígida caminaban de la mano, hablando con otros asistentes que no dejaban de elogiar la actuación del pianista.

—Eres el centro de atención —dijo Brígida con una sonrisa, sintiéndose orgullosa de estar a su lado.

—Lo único que me importa ahora eres tú —susurró Gustavo mientras la atraía hacia él para darle un suave beso en la frente.

En ese instante, una figura desconocida se les acercó. Era un hombre de mediana edad, con una elegancia sutil en su andar y una mirada profunda. Se presentó como el profesor Harold Fletcher, uno de los organizadores del evento.

—Su actuación ha sido sublime, señor Do Nascimento. Su música ha tocado las fibras más profundas del alma de muchos esta noche —dijo el profesor con una sonrisa sincera—. Me preguntaba si podría hablar con usted más tarde sobre una colaboración especial.

Gustavo aceptó, intrigado por la propuesta —Por supuesto, profesor. Estaré encantado de escuchar su idea.

El profesor asintió con entusiasmo, ajustando sus gafas mientras tomaba una copa de vino del camarero que pasaba. Luego de conversar brevemente con el pianista, el profesor se despidió de Gustavo y Brígida para luego perderse entre la multitud.

Gustavo apretó la mano de la poetisa con suavidad y siguió caminando junto a ella hacia el campus de la universidad para respirar algo de aire puro y contemplar el firmamento nocturno, que, estaba dominado por la Luna y tan estrellado que ambos quedaron hipnotizados por tanta belleza.

—¿Qué sucede? —preguntó Gustavo, notando la tensión en el rostro de Brígida.

—¿Crees que Joao deje de molestarnos algún día?

Gustavo asintió y permaneció en silencio. Sabía que aquello no iba a ser tan fácil, pero no quería causar más incertidumbre a la poetisa. Sin decir una palabra, Gustavo abrazó a la joven mientras acariciaba su larga cabellera.

Brígida, permanecía en brazos de Gustavo, observando el cielo estrellado, pero en su mente aún rondaba la sombra de Joao. Aunque Gustavo intentaba tranquilizarla, ella sabía que, de alguna manera, Joao seguía presente, como una amenaza latente que no podían ignorar por completo.

—¿Sabes algo? —dijo Gustavo suavemente, sin apartar la vista del cielo—Si ese hombre quiere hacerte daño, tendrá que matarme primero. Ya no pienses en él, déjalo en el pasado. Debe entender que en la vida se pierde y se gana y él debe pasar página para continuar la historia.

Ella levantó la vista hacia él, reconociendo el esfuerzo que hacía para mantenerla tranquila, y decidió dejar a un lado sus temores por un momento. Se permitió disfrutar del presente, de la calma de aquella noche en Oxford, y de la sensación de seguridad que Gustavo le brindaba.

—Tienes razón —dijo Brígida, esbozando una pequeña sonrisa.

Gustavo la abrazó más fuerte, sintiendo cómo las tensiones entre ellos se disipaban poco a poco. Decidieron caminar un poco más por los tranquilos senderos del campus, con el sonido lejano de los asistentes conversando y riendo. La ciudad respiraba cultura e historia, y Gustavo no podía evitar sentir una oleada de inspiración, como si cada paso que daban le acercara más a una nueva creación artística.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 10.11.2024

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