Gustavo: Música y silencio

Versos y sonata

Semanas después de hacer pública su relación, Gustavo y Brígida se adentraron en un nuevo capítulo de sus vidas: la creación conjunta de una obra que fusionara música y poesía. Era el proyecto que el profesor Fletcher les había propuesto, y ambos estaban decididos a aprovechar esta oportunidad para canalizar no solo su amor, sino también todas las emociones y experiencias que habían vivido en los últimos meses.

Se reunieron en una sala de ensayo de la universidad, rodeados de partituras, cuadernos y un piano de cola en el centro del lugar. Las largas ventanas del salón permitían que la luz de la tarde iluminara el espacio, creando un ambiente íntimo y sereno, ideal para el proceso creativo.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Brígida, hojeando su libreta donde había anotado algunas ideas poéticas.

Gustavo sonrió mientras se sentaba frente al piano y acariciaba las teclas con suavidad, permitiendo que las primeras notas flotaran en el aire.

—Creo que deberíamos empezar por lo que mejor conocemos: nuestra historia. Todo lo que hemos vivido juntos. El dolor, la esperanza, el miedo, el amor... cada uno de esos sentimientos tiene un lugar en esta obra.

Brígida asintió, inspirada por sus palabras. Se sentó a su lado en un banco cercano y cerró los ojos por un momento, permitiendo que las notas que Gustavo tocaba la guiaran. Las primeras líneas del poema empezaron a formarse en su mente, llenas de metáforas y simbolismos que representaban no solo su amor, sino también los obstáculos que habían superado.

Las palabras de Brígida y las melodías de Gustavo empezaron a entrelazarse de manera natural. El piano, con su profunda resonancia, complementaba cada verso con una emoción palpable, mientras que los poemas de Brígida guiaban la música hacia terrenos más abstractos y misteriosos. La obra tomaba vida como una conversación íntima entre dos almas conectadas por algo más allá de lo físico: un lazo profundo de comprensión y complicidad.

—Escucha esto —dijo Brígida, recitando en voz baja los primeros versos de su poema—:

"Entre sombras y ecos de lo que fue,
navegamos el mar de lo incierto,
tus manos, un faro en la tormenta,
mis palabras, la brújula que nos guía."

Gustavo detuvo por un momento su interpretación y la miró con admiración.

—Es hermoso, Brígida. Tu poesía es como una extensión de lo que siento cuando toco el piano. Vamos a crear algo realmente especial.

Con cada sesión de trabajo, la obra tomaba más forma. La música de Gustavo, llena de matices emocionales, reflejaba los altibajos de su relación: los momentos de angustia, los momentos de paz y el profundo amor que los unía. La poesía de Brígida aportaba las imágenes, las emociones y los sentimientos más profundos, revelando los miedos y las esperanzas que los habían llevado hasta ese punto.

A medida que avanzaban en la composición, la obra se fue transformando en una suerte de diálogo entre la música y la palabra, donde cada sección se construía sobre la otra, creando una experiencia que tocaba el alma de quien la escuchaba. No era solo una pieza musical o un poema, sino una combinación perfecta de ambos, una representación artística de su unión.

Una tarde, después de horas de trabajo, Gustavo y Brígida se detuvieron para contemplar lo que habían logrado.

—Esto es más de lo que imaginé —dijo Brígida, pasando su mano por el borde del piano—. No es solo nuestra historia, es una celebración de todo lo que somos, juntos y por separado.

—Lo es —respondió Gustavo, acercándose a ella—. Y es algo que solo nosotros podríamos haber creado.

El día de la presentación final llegó en la universidad. El auditorio, que ya había presenciado la primera actuación de Gustavo, se llenó nuevamente de estudiantes, profesores y curiosos que habían oído hablar de la obra especial que estaban por presentar. Gustavo y Brígida subieron juntos al escenario, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Esta vez, no era solo Gustavo frente al piano; Brígida estaba a su lado, lista para recitar sus versos mientras él la acompañaba con la música.

Cuando las primeras notas del piano resonaron en el auditorio, la atmósfera se llenó de una calma expectante. La voz de Brígida, suave pero poderosa, comenzó a narrar las primeras líneas de su poema, y la música de Gustavo la envolvió con una delicadeza casi mágica. Cada palabra y cada nota estaban perfectamente sincronizadas, como si hubieran sido creadas al mismo tiempo, para el mismo propósito.

El público quedó hipnotizado. La obra no solo era técnicamente impecable, sino que estaba llena de una honestidad y una emoción que tocaba el corazón de todos los presentes. Era una obra creada desde el amor y la verdad, y esa autenticidad traspasaba las barreras de lo artístico, llegando a lo más profundo de quienes la escuchaban.

Al finalizar la presentación, el auditorio estalló en aplausos. Gustavo y Brígida se miraron, sabiendo que habían logrado algo más que una simple colaboración creativa. Habían plasmado en arte todo lo que habían vivido, y esa obra los uniría para siempre.

La ovación fue ensordecedora, pero en ese momento, lo único que importaba era la mirada que compartían, llena de amor y gratitud.

El público en el auditorio estaba completamente absorto, y la transmisión televisiva reflejaba la atmósfera mágica que envolvía el lugar. En los hogares de aquellos que sintonizaban desde distintos rincones del mundo, la obra parecía traspasar la pantalla, tocando a las personas con su autenticidad.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 10.11.2024

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