Gustavo: Música y silencio

Musa en peligro

Luego de dos meses de presentaciones y entrevistas en Reino Unido, Brígida y Gustavo regresaron a su país natal para seguir trabajando en futuros proyectos artísticos. Los ojos de todo Portugal ahora estaban puestos en ellos y su historia y como la noticia se hizo primicia, Joao estaba enterado de todo lo que Brígida hacía y de su cercanía con Gustavo.

Para la pareja de artistas todo era un sueño; Brígida vendía sus poemarios como pan caliente mientras que, Gustavo, era invitado con más frecuencia a eventos musicales por todo el país. Sin duda, la vida de Gustavo y Brígida se convirtió en una vorágine de eventos, invitaciones y proyectos nuevos.

Iniciaba el mes de Diciembre, el diez de ese mes había un evento familiar en el teatro de Lisboa, capital del país. Esa noche, su presentación fue un éxito rotundo, y el público portugués los recibió con el mismo entusiasmo que habían encontrado en el extranjero. Pero, en algún lugar de la ciudad, Joao observaba desde la distancia, sintiendo cómo la rabia y la obsesión crecían en su interior. La imagen de Brígida, tan cerca de Gustavo en el escenario, alimentaba sus deseos de revancha.

Para Joao, cada aparición pública de la pareja no solo era una muestra de su éxito, sino una afrenta personal. Convencido de que Gustavo le había arrebatado a la mujer que alguna vez consideró suya, empezó a planear cómo volver a entrar en la vida de Brígida y sabotear la relación que tanto despreciaba.

Sin embargo, Brígida y Gustavo permanecían ajenos a la tormenta que Joao estaba desatando en su interior. Para ellos, esa noche fue una celebración de amor y arte, aún convencidos de que su historia apenas comenzaba.

Con el éxito que seguía acumulándose, la pareja decidió aprovechar el impulso para crear una serie de talleres de poesía y música en diferentes ciudades de Portugal. Querían compartir su proceso creativo y conectar con personas que, como ellos, buscaban una salida artística para sus emociones.

Durante una de las sesiones, un pequeño auditorio en Oporto se llenó de estudiantes y aficionados que esperaban ansiosos para escucharlos. Gustavo tocaba el piano mientras Brígida recitaba algunos de sus poemas, y luego respondían preguntas de los asistentes sobre sus inspiraciones y técnicas. Brígida se sentía más cercana a su audiencia que nunca, hablando desde el corazón sobre las experiencias que habían nutrido su obra.

Al final de cada presentación, ambos se sentían cada vez más agradecidos por la respuesta del público. Aquella gira los unió más profundamente; entre presentaciones y viajes, los momentos de soledad les permitían reconectar sin el brillo de las cámaras y recordar que, al final, su relación era su mayor refugio.

Sin embargo, mientras se movían de ciudad en ciudad, Joao no perdía rastro de sus movimientos. Con cada nota de prensa y cada reseña que elogiaba su arte, el resentimiento que había acumulado crecía. Para Joao, su presencia en Portugal era como un recordatorio constante de la vida que había perdido, y en su mente comenzó a formarse un plan oscuro.

Una noche, después de una exitosa función en Coimbra, Brígida y Gustavo estaban descansando en la habitación de su hotel cuando Brígida recibió un mensaje anónimo en su teléfono. Al abrirlo, leyó una frase simple pero perturbadora:

"Algunas cosas no se olvidan."

Brígida sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque no sabía quién lo había enviado, la amenaza latente era inconfundible. Guardó el teléfono, tratando de no preocupar a Gustavo, y decidió que lo mejor sería ignorarlo. Sin embargo, a partir de esa noche, la sombra de Joao comenzó a filtrarse de nuevo en sus pensamientos, recordándole que su pasado aún la perseguía.

Pese a las amenazas anónimas, Brígida y Gustavo continuaron con sus presentaciones. La pasión y el compromiso que los unían seguían siendo más fuertes que el miedo, y ambos se apoyaban mutuamente. Sin embargo, Brígida no podía ignorar la sensación de peligro inminente que parecía acechar en cada esquina, una advertencia silenciosa de que su felicidad podría no ser tan eterna como habían pensado.

Gustavo, atento a cada detalle de Brígida, notó rápidamente el cambio en su actitud. La veía distraída, más callada, como si algo le pesara, y aunque intentaba disimular, sus ojos reflejaban una inquietud que no lograba esconder.

Una noche, después de una presentación particularmente exitosa en Lisboa, Gustavo decidió hablar. Mientras regresaban al hotel, tomó su mano y, con voz suave pero firme, le dijo:

—Brígida, ¿estás bien? Te noto distante… y no es solo el cansancio. —Hizo una pausa, buscando su mirada—. Sé que algo te preocupa, y quiero que sepas que puedes confiar en mí, que estoy aquí para apoyarte.

Brígida suspiró, sintiendo que el peso de aquel mensaje anónimo no podía cargarlo sola por más tiempo. Dudó un momento, pero la honestidad en los ojos de Gustavo la hizo ceder.

—Recibí un mensaje hace unos días —confesó, mirando hacia el suelo—. Era… amenazante. No decía mucho, pero fue suficiente para ponerme nerviosa. No sé quién pudo haber sido, pero tengo mis sospechas… —Su voz tembló ligeramente al mencionar sus temores.

Gustavo sintió un nudo en el estómago, y su expresión cambió a una mezcla de preocupación y determinación. Conocía el pasado de Brígida y el tipo de persona que Joao era, y aunque esperaba que todo aquello estuviera enterrado, algo en su interior le decía que quizás no fuera tan simple.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.01.2025

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