Gustavo: Música y silencio

El festival de caridad

Pasaron las semanas y Gustavo desistió de enfrentarse con Joao en caso de encontrarse con él. El pianista se concentró en su carrera como músico y siguió presentándose en diferentes eventos por toda la región. Brígida por su parte, acababa de publicar un nuevo poemario que era muy aclamado por la comunidad, especialmente entre los más jóvenes.

Al mismo tiempo, Gustavo se dedicaba a terminar su libro, próximo a publicarse. Una mañana de otoño, el pianista se encontraba revisando su escrito y corrigiendo algunos detalles para continuar con el desenlace de la historia de amor que llevaba años creando, y que pronto iba a terminar como él tanto había deseado.

De pronto, un llamado a la puerta causó algo de incertidumbre en la joven pareja. Gustavo abrió la puerta y se tranquilizó al ver que se trataba del cartero.

—Tengo un sobre para usted, caballero.

Gustavo agradeció al cartero con una sonrisa y poco después cerró la puerta.

—¿Qué es? —cuestionó Brígida llena de mucha curiosidad.

—Hemos sido invitados a un evento de música clásica para recoger fondos para la beneficencia.

Habiendo escuchado esto, la poetisa se emocionó y le sugirió a Gustavo prepararse desde ese momento.

Días más tarde, el evento había iniciado. Era una noche majestuosa y muchos conocidos de Gustavo estaban presentes. Su madre, Retana y su esposo también estaban presentes.

La sala de conciertos estaba repleta de invitados distinguidos, todos elegantemente vestidos, mientras el brillo de los candelabros de cristal iluminaba el majestuoso auditorio. Gustavo, con su característico porte sereno, se encontraba entre bastidores afinando los últimos detalles antes de su presentación. Brígida, a su lado, lo animaba con una sonrisa que irradiaba confianza y orgullo.

—Hoy será una noche inolvidable, Gustavo —le dijo, tomando suavemente su mano—. Todos están aquí para verte.

Gustavo asintió, sintiendo el cálido apoyo de su amada, aunque una leve inquietud nublaba su tranquilidad. No podía explicar por qué, pero había algo en el aire que lo mantenía en alerta.

Mientras tanto, en una esquina oscura de la entrada principal, Joao observaba con fría determinación. Vestido con un traje prestado que apenas disimulaba su apariencia desaliñada, logró infiltrarse entre los invitados utilizando una invitación falsificada. Sus ojos no perdían de vista a los organizadores, buscando la oportunidad perfecta para ejecutar su plan.

En el auditorio, el presentador anunció con entusiasmo la actuación estelar de la noche.

—Damas y caballeros, es un honor presentarles a uno de los pianistas más talentosos de nuestra época: ¡Gustavo Do Nascimento!

La ovación llenó el recinto mientras Gustavo se dirigía al escenario, su figura elegante destacando bajo las luces. Brígida, desde su asiento, lo miraba con una mezcla de admiración y amor.

El concierto comenzó, y las notas del piano envolvieron a la audiencia en una atmósfera mágica. Sin embargo, entre el público, Joao avanzaba lentamente, acercándose cada vez más al escenario. En su bolsillo, llevaba un arma que había conseguido por medios cuestionables.

Cuando Gustavo interpretaba una pieza particularmente emotiva, Joao aprovechó el momento de oscuridad entre un cambio de luces para subir al escenario. El caos se desató al instante.

—¡Gustavo! —gritó Joao, desenfundando el arma y apuntando directamente al pianista.

El público comenzó a gritar y a buscar refugio, mientras los guardias de seguridad corrían hacia el escenario. Gustavo se quedó inmóvil, tratando de mantener la calma, mientras sus ojos buscaban a Brígida entre la multitud.

Brígida, lejos de quedarse paralizada, se levantó de su asiento y gritó con toda la fuerza que pudo reunir:

—¡Joao, basta! ¡No conseguirás nada con esto!

Joao giró la cabeza hacia ella, su mirada llena de ira y desesperación.

—¡Tú deberías estar conmigo, no con él! —rugió, apretando el arma con más fuerza—. Pero si no puedo tenerte, al menos me aseguraré de que él no te tenga tampoco.

En ese momento, uno de los guardias logró acercarse lo suficiente para intentar desarmarlo, pero Joao reaccionó rápidamente, empujando al guardia hacia un lado. Gustavo, sin embargo, aprovechó la distracción para avanzar unos pasos hacia Joao.

—Joao, escúchame —dijo con voz firme pero tranquila—. Todo esto solo está destruyéndote. No ganarás nada con violencia.

Joao dudó por un momento, la lucha interna reflejándose en su rostro. Fue suficiente para que los guardias lo rodearan y lograran someterlo. El arma cayó al suelo, y Joao fue esposado mientras gritaba amenazas hacia Gustavo y Brígida.

El auditorio quedó en silencio, roto solo por el sonido de los pasos de los guardias llevándose a Joao. Gustavo y Brígida se encontraron en el centro del escenario, rodeados de caos pero aferrándose el uno al otro.

—Pensé que iba a perderte —susurró Brígida, con lágrimas en los ojos.

—Nunca dejaré que eso suceda —respondió Gustavo, abrazándola con fuerza.

El auditorio estaba sumido en el caos mientras los guardias de seguridad escoltaban a Joao hacia la salida. Sin embargo, en medio del tumulto, Joao logró zafarse de los guardias con un movimiento inesperado. La multitud soltó gritos de alarma cuando él corrió hacia el arma que había caído al suelo momentos antes.



#11777 en Novela romántica
#1772 en Novela contemporánea

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.01.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.