Gustavo: Música y silencio

Una gran noticia

Horas después, mientras el sol comenzaba a ocultarse y la habitación se teñía con una cálida luz dorada, Brígida seguía al lado de Gustavo, sosteniendo su mano. Él parecía más animado tras la cirugía, aunque el cansancio era evidente en sus ojos.

—Tienes que prometerme que descansarás esta vez, Gustavo —dijo Brígida con una mezcla de dulzura y firmeza—. No puedes seguir arriesgándote así.

—Lo prometo —respondió él con una sonrisa débil—. Aunque con lo testaruda que eres, no tengo mucha opción, ¿verdad?

Brígida soltó una pequeña risa, pero enseguida su expresión se tornó más seria. Sus dedos jugueteaban nerviosos con el borde de la sábana. Había algo importante que había estado guardando en su corazón, algo que había temido confesar debido a las circunstancias recientes. Pero ahora, con Gustavo vivo y a salvo, supo que era el momento.

—Gustavo… hay algo que necesito decirte —dijo, su voz temblando ligeramente mientras lo miraba a los ojos.

Él la observó con curiosidad, su expresión suavizándose.
—¿Qué pasa, amor?

Brígida tomó aire, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Una tímida sonrisa apareció en sus labios mientras susurraba:
—Estoy embarazada.

El tiempo pareció detenerse en ese instante. Gustavo parpadeó, procesando las palabras. Su mano apretó un poco más fuerte la de Brígida mientras una mezcla de asombro y emoción llenaba su rostro.

—¿Qué? ¿De verdad? —preguntó, su voz apenas un susurro lleno de incredulidad.

Brígida asintió, y una lágrima de felicidad rodó por su mejilla.
—Sí, lo descubrí hace unas semanas, pero con todo lo que ha pasado no encontré el momento de decírtelo… Hasta ahora.

La emoción finalmente lo desbordó. A pesar del dolor en su hombro, Gustavo hizo un esfuerzo por incorporarse un poco y tomó el rostro de Brígida con su mano libre, mirándola con una intensidad que hizo que ella sintiera como si el mundo entero desapareciera a su alrededor.

—Voy a ser papá… —murmuró con una mezcla de asombro y alegría. Una sonrisa enorme se formó en su rostro mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

Brígida asintió de nuevo, riendo suavemente mientras acariciaba su rostro.
—Sí, Gustavo. Vas a ser papá.

Él la atrajo hacia sí con cuidado, abrazándola lo mejor que podía con su brazo izquierdo. Sus labios encontraron los de ella en un beso lleno de ternura y promesas.

—No podría haber imaginado un regalo más hermoso en este momento, Brígida. Gracias… gracias por darme algo tan maravilloso —susurró, su voz quebrándose por la emoción.

—Nos espera una aventura completamente nueva —dijo ella con una sonrisa cálida, apoyando su frente en la de él—. Pero juntos, podremos con todo.

Mientras ambos compartían ese momento único, la habitación pareció llenarse de una nueva luz, no solo del atardecer que se filtraba por la ventana, sino del amor y la esperanza que ahora los unía más que nunca.

Un mes después de su cirugía, Gustavo finalmente salió del hospital, acompañado de Brígida, quien no se separó de su lado en todo momento. La recuperación había sido lenta, pero el amor y la dedicación de ambos los habían mantenido fuertes.

La noticia de su alta y, sobre todo, del embarazo de Brígida no tardó en hacerse pública. Un periodista presente en las afueras del hospital captó la escena: Gustavo y Brígida caminaban tomados de la mano, ella con una ligera curva en su abdomen que delataba su estado. Fue suficiente para que los titulares explotaran.

"El pianista Gustavo y la poeta Brígida anuncian que serán padres", decía uno de los periódicos más destacados.

La noticia fue recibida con una oleada de felicitaciones por parte del público, quienes admiraban profundamente a la pareja. Era un giro esperanzador después de los meses de tensión que ambos habían vivido. Las redes sociales se llenaron de mensajes de cariño, destacando cómo, a pesar de las adversidades, seguían construyendo su vida juntos.

Sin embargo, en la prisión, la reacción fue completamente distinta. Joao, quien ya cargaba un profundo rencor hacia Gustavo, se enteró de la noticia a través de un periódico dejado en el área común.

Cuando sus ojos se posaron en la fotografía de Gustavo y Brígida, sonrientes y abrazados mientras salían del hospital, algo en él se rompió. Sus manos temblaron al leer las palabras "futuro padre", y una ira incontrolable lo invadió.

—¡Maldito! ¡Todo lo consigue, todo lo que debería ser mío! —gritó, su voz retumbando en la celda.

Los otros internos lo observaron con cautela mientras Joao comenzaba a lanzar golpes al pequeño escritorio de su celda.

—¡Esa vida debería ser mía! ¡Ella debería estar conmigo, no con él! —continuó, su rostro enrojecido por la furia.

El alcaide, alertado por los gritos, se acercó con dos guardias para calmar la situación.
—Cálmate, Joao. No conseguirás nada con estos arranques —le advirtió con firmeza.

Joao respiraba con dificultad, su mirada desquiciada fija en el periódico arrugado en sus manos. Pero en lugar de calmarse, una sonrisa siniestra comenzó a formarse en su rostro.

—No importa cuánto tiempo pase… algún día, Gustavo pagará por todo esto. Nadie me arrebata lo que es mío y sale ileso —murmuró, sus palabras llenas de veneno.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 19.02.2025

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