– Este mundo sabrá lo que es la verdadera oscuridad.
– No si yo puedo impedirlo, Tristan.
Volteó su cabeza hacia la derecha, ladeando su sonrisa hacia el sujeto que la miraba fijamente. Serio y firme se encontraba este joven, intentando que su hermana volviera con él a su mundo, sin causar ninguna destrucción.
– ¡Oh, vamos Aiden! Veo en tu miserable rostro como te estás conteniendo las ganas de destruir, por lo menos, esta ridícula ciudad – sonreía de oreja a oreja, con un toque de malicia – ¿Acaso vas a negármelo?
– No voy a negarlo. Pero puedo decir que al menos he madurado, hermanita.
– No pienso irme. Vas a tener que buscar otra manera para que abandone este mundo. – canturreaba entre risas hacia su hermano.
Pasaron por su mente miles de ideas, miles de razones, y miles de posibles respuestas. Miró a su hermana de reojo, pensando cuál sería su punto más débil para lograr que ambos volvieran a su mundo.
– Este planeta se está autodestruyendo, no es necesario destruirlo Tristan. Déjales sentir su propia culpa.
– ¿Y sentarme miles de años a esperar su final? No es mi estilo. Si nuestro padre te mandó para evitar desastres, puedes ir volviendo a casa. – conocía bien a su padre. Poseía un carácter muy explosivo. Por lo tanto, prefería mantenerse obediente a sus órdenes para evitar ataques de ira – Te propongo un trato: yo me iré de aquí, no a casa, aunque si a un lugar cercano, pero a cambio tú te quedarás en este miserable planeta – señaló con su mano, desde la sierra, toda la ciudad. – Precisamente en esta ciudad.
– ¿Por cuánto tiempo?
– Cien días. Si logras estar todo ese tiempo sin ni siquiera hacer la más mínima destrucción, volveré a casa contigo.
– ¿Y si no puedo lograrlo? – preguntó, mirándola distante. Sabía que su hermana nunca pactaba un trato sin recibir algo a cambio.
– Me quedaré con tu alma, te volverás mi esclavo por el resto de la eternidad, y podré hacer lo que me apetezca con este planeta. ¿Aceptas?
Un escalofrío recorrió toda su espalda, erizando la mayor parte del pelo en su torso y brazo; tragó en seco mientras la miraba y analizaba si aceptar o no. Si no aceptaba ella destruiría ese planeta. Si fallaba, su hermana accionaría igual, teniendo más poder y a él como una marioneta. Reflexionaba la situación, se debatía en una decisión tan simple como importante. Pasaron unos cuantos minutos hasta que tomó una decisión.
– Bien, acepto el trato. Pero si gano, terminarás presa por intentar destruir un planeta.
– Veamos cuanto duras – empezó a reír con descaro hacia su hermano – Nos vemos en 100 días.
Desapareció, dejando a su hermano solo, mirando hacia esa pequeña ciudad desde lo más alto de una de sus sierras.