Hacer El Amor

UN DINOSAURIO

—¡Hola! —Respondí.

Me concentré en seguir comiendo, de alguna u otra manera no podía evitar notar que él estaba un poco nervioso y decidido a la vez. ¿Qué tenía en mente?

—¿Puedo sentarme? —Su mano ya estaba sobre el respaldo de la silla frente a mí.

—Sí, no hay problema.

Sus ojos se clavaron aún más en mis ojos, ahora estábamos más cerca que hace rato. ¡Esto iba por un rumbo inesperado! ¿Por qué estaba aquí? ¿Dónde se había quedado la tipa insoportable? ¿Le había puesto correa a su perra? ¡Cosas inesperadas!

—Lamentó mucho lo de hace rato. En verdad, no fue...

—¡Descuida! Ya fue. Solo ten más cuidado a la próxima que tengas una discusión en público con tu novia. Y eso que te dije, lo de ponerle correa, la verdad si deberías hacerlo. ¡Parece ser del club de las tóxicas!

Bebí un poco de jugo, mi cena estaba muy deliciosa.

—¡Ya no es mi novia! —Dijo con mucha seguridad.

¿Habían terminado?

—De acuerdo. Lo que sea que tengas con esa chica, solo ten más cuidado a la próxima vez que quieras discutir con alguien. ¡No lancen botellas de cerveza a la calle!

El chico se me quedó mirando unos segundos, parecía que no tenía ganas de comer y le ofrecí una sonrisa para tratar de animarlo.

—¿No piensas cenar? —Pregunté al ver que solo me observaba comer.

—Sí. Aún no está mi orden.

¿Cenar con un desconocido? ¡Esto era nuevo para mí! La neta nunca imaginé compartir la mesa para cenar con un hombre, porque, pues siempre, lo único que podía compartir con los desconocidos, era el sexo. ¡Placer instantáneo cocinado en mi habitación!

—Está bien.

—¿Te gustan los tacos árabes?

¡Por supuesto que me gustan los árabes! Una pena que ninguno estuviera interceptado en mi camino. ¡Un árabe podría sacarme de la pobreza! O al menos eso es lo que los rumores de internet me hicieron creer.

—Sí. Tenía como dos semanas que no comía tacos.

Sus cejas se enarcaron.

—Así que sueles venir seguido.

—En realidad no. Solo vengo cuando tengo mucho antojo.

El mesero se acercó con la orden del chavo. Cinco tacos árabes con queso fundido y tres cemitas.

—Parece que eres de buen diente. Mis amigas no suelen pedir muchos tacos —dijo haciendo referencia a mi plato.

—¿Hablas en serio? Es obvio que tus amigas son unas anoréxicas —respondí a su comentario.

Continué comiendo, una notificación encendió la pantalla de mi celular.

Samuel: ¿Qué dices linda? ¿Se arma algo o andas ocupada? 

¡Me chocaba cuando me interrumpían en la cena!

—¿Y qué hacías en el motel? —No tuve miedo de preguntar.

A decir verdad, este chico no parecía ser el típico hombre caliente que anda en moteles y antros, tratando de conquistar culos. ¡A mí no me transmitía eso! Como que, se veía que este hombre andaba en una zona equivocada. Su mirada irradiaba ternura y cariño.

—Aparte de discutir con... fui a aclarar unas cosas.

—Suena intenso.

Quizá por eso pelearon, regularmente cuando se aclaran cosas, la gente siempre tiende a pelear.

—Lo fue. ¿Y en tu caso? —El chico tenía curiosidad, lo supe en el tono de su voz.

—¿Por qué estaba en el motel?

—Ajá.

Dio una mordida a su taco.

—Soy escort. Vivo en el motel.

Lo dejé bien sorprendido, tanto, que casi se ahoga con la carne. Empezó a toser un poco fuerte. ¡Se me estaba ahogando el chamaco! Me puse de pie y sin dudar, di unas palmadas en su espalda. La gente nos seguía mirando con incomodidad y atención.

—¿Estás bien? —Pregunté cuando pareció estabilizarse.

—Sí. ¡Perdón! Es que...

No fue capaz de terminar la frase.

—No esperabas que dijera algo así, ¿cierto?

—La verdad no.

—Pues perdón por no ser solo una camarista. Pero esa es mi realidad. ¿Aún quieres seguir cenando conmigo?

Regularmente y la mayoría de las veces, las personas que sabían sobre mi "vida galante" siempre solían tratarme de forma cruel. Me miraban como si mi misma existencia fuese un pecado. ¡Pero yo soy más que un pecado! Hay cosas que necesito explicar y que nadie me ha querido escuchar.

—Bueno, yo no soy nadie para juzgarte. ¡No nos conocemos! Supongo que tendrás tus razones para dedicarte a eso.

Asentí. La cena parecía tomar un buen rumbo con esta conversación incómoda, pero necesaria.

—¿Y tú tienes alguna realidad? —Mi curiosidad se encendió en ese instante.

¿Por qué preguntar sobre su vida? ¿Por qué mostrar curiosidad por un chico como él?

—Diría que mi realidad, es ser un tipo que no tiene amor propio.

—¿Tan duro eres?

—Sí. Tan duro soy. Y eso es algo malo.

En poco tiempo y con tan solo algunos segundos, comencé a unir las piezas de este pequeño rompecabezas. ¡No era la primera vez que observaba una mirada nostalgia!

—Adivinaré. ¿La chica te rompió el corazón? Seguramente te engañó con alguien que era de tu confianza y no era la primera vez que te hacía algo así. Ella jugó contigo por mucho tiempo y tú lo descubriste, esta tarde. Por eso estabas en el motel, te armaste de valor para poder enfrentarla.

Sus ojos se abrieron un poco más. Era chido poder hablar con un hombre sin tener que tocar el tema sexual de forma explícita.

—¿Cómo supiste?

—Una corazonada. Soy buena descifrando.

—¿Tienes poderes psíquicos?

Me reí.

—¡Nada que ver! Solo que, he estado con muchos hombres y algunos de ellos tienen la misma pena que tú. ¡Les rompieron el corazón y no pueden sanar!

—No pensé en esa posibilidad.

—No olvides que soy una prosti.

No me dolía llamarme así, estaba tan acostumbrada a “ser para el público”, que, de vez en cuando, solía bromear sobre mi situación.

—¿Y por qué eres así?

—¿Así cómo?

—¿Por qué eres escort?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.