Hacer El Amor

¿QUIÉN PUEDE SER?

Eran las diez de la mañana cuando mi celular empezó a timbrar con el tono de llamada. ¿Quién rayos podría ser? Aún estaba adormilada, no tenía ganas de responder. El gato estaba cerca de mi cama ronroneando, le di una sobra de la pizza del desayuno de ayer y me animé a contestar la llamada.

Era un número nuevo. ¿Posible cliente? ¡Quizá sí! ¡Quizá no!

—Diga.

No hubo respuesta enseguida. Me quedé congelada al móvil por algunos segundos.

—Diga —volví a repetir.

—¡Buenos días! ¿Habló con Jules? —Era una voz masculina. ¡Interesante!

—Ella habla.

Silencio de más segundos, mi nueva mascota se acercó a mí y yo no tenía idea de quién podría ser este gato.

—¡Excelente!

—¿Puedo ayudarle en algo?

—¿Está libre a las doce de la tarde?

—Hoy no tengo servicio, si buscaba algo de placer, lamento decirle que hoy no estoy disponible. ¡Descanso los fines de semana!

—Eso es aún más excelente. ¿Cuál es su ubicación?

—¿Mi ubicación? Le dije que hoy no...

—Confirmo. ¿Motel Villa de las Flores, habitación doscientos cuarenta y seis?

Escucharlo decir la dirección exacta de mi ubicación me causo un poco de temor. ¿Quién era este sujeto?

—¿Nos conocimos antes?

—Sí. Pero supongo que no me recuerda.

—¿De dónde es que...?

—Mi chofer pasará por usted a las once treinta. La espero, tengo algo importante que atender con usted. No se demore. ¡Por favor!

—Pero...

Terminó la llamada. Me quedé como boba, con el celular pegado a la oreja y con un revoltijo de ideas. ¿Quién carajos era este tipo? ¿Su chofer vendría? ¿Atender algo conmigo? ¡Carajo con estos clientes intensos!

El gato comenzó a restregar su cuerpo contra mis piernas y tenerlo cerca, me causó ternura.

—¿Debería ir? —Pregunté al minino, como si fuera capaz de darme una respuesta.

Neta que la inquietud dominaba en mi mente, el ronroneo de mi nueva mascota me hizo sentir frágil. ¡Me dieron ganas de llorar! ¡Quería chillar bien fuerte! Como si algo en mi interior, la fragilidad de mi vida, estuviera por terminar de romperse. ¡Me sentía jodida! Muy agotada y sin ganas de nada. ¿Qué caso tenía mi futuro?

¿Y si este hombre tenía algo que ver con ella? ¡Me sentí muy estresada de repente!

Mis mejillas se convirtieron en cascadas, el gatito se tallaba contra mis piernas y estar en cuclillas era mi posición depresiva preferida. ¿Qué pasaba con mis pensamientos? ¿Qué carajo conmigo? Sujete al gato y lo llevé hasta mi lado. ¡Seque mis lágrimas! Me acosté a dormir, necesitaba huir de toda esta intranquilidad.

🍉🍉🍉

El sonido de mi celular me hace abrir los ojos de golpe. Tengo al gato acostado en mi regazo y alguien me hablaba por celular. Salte de la cama, había dejado mi móvil en el mueble del baño.

Número desconocido.

—Diga —dije al responder la llamada.

—¿Con Jules?

—Ella habla. ¿En qué puedo ayudarle?

—Pase a recogerla. Estoy afuera del motel donde usted vive, soy el chofer que...

¡Carajo! Corrí a mi guardarropa. Me vestí rápidamente. Pantalón de mezclilla, blusa amarilla y mis tenis. ¡Ni siquiera me pude peinar! Cerré la puerta a toda velocidad y cuando vi el auto, me espanté de mí misma. ¿Qué rayos estoy haciendo? ¿Por qué salí? ¿Por qué accedí ante un desconocido?

Un hombre de traje estaba recargado contra un auto de color negro. ¿Los hombres de negro habían venido a buscarme por ver a un posible alíen? ¡Jodida que me sentía!

—Señorita, yo la llevaré a…

Lo dejé con la boca llena de palabras y volví a entrar a mi habitación. ¡Canija mi Jules interior! El gatito se acercó para ronronear muy cerca de mis pies. Mi espalda resbaló por la puerta hasta que mi trasero impactó con el suelo. ¡Mierda! ¿Qué me pasaba? ¿Por qué tanta inseguridad emocional?

—¿Qué está pasando conmigo? —Pregunté en voz alta.

El gatito se metió entre mis piernas y buscaba cariño conmigo. ¡No pude darle mi atención! Saqué mi celular, busqué el número de la primera llamada que recibí. Comencé a llamar.

—Diga —respondió el hombre.

—¿Quién es usted y para qué quiere que nos reunamos?

No respondió al instante, su chofer tocó mi puerta y el gatito seguía ronroneando. ¡Me sentía dividida! Con ganas de querer explotar y mandar todo a la mierda. ¡Canijo domingo!

—No tengas miedo de subir al auto. No te va a pasar nada malo.

—¿Quién es usted?

Mi corazón estaba agitado, la sensación de preocupación aumentó en mi interior.

—Me llamo Jorge. Ahora que ya sabe mi nombre, por favor, no haga esperar a mi chofer. ¡Él no le hará daño!

Colgó. Me quedé como idiota con el celular al oído. ¿Jorge? ¿Qué Jorge? Comencé a revolotear entre mis pensamientos, buscando entre mis recuerdos el rastro de algún mentado Jorge. ¡Lo tengo! ¿De verdad era él? ¡Ay no! Ahora entendía un poco todo esto.

Abrí la puerta, el chofer estaba justo frente a mí, casi a punto de volver a tocar con su puño cerrado.

—Señorita, vine para poder llevarla a…

—¿Su jefe tiene dos hijos?

—Señorita yo…

—Solo dígame si sí tiene hijos o si no tiene hijos. ¡Por favor! Tengo mucha curiosidad.

El hombre se me quedó mirando fijamente a los ojos. ¿Debía sentir miedo? Percibí un poco de sudor en su bigote afeitado.

—Mi jefe tiene dos hijos.

—¿Samuel y Darío?

El hombre asintió, mi gatito estaba asomando su cabeza entre mis piernas.

—¿Le preocupa que le haga algo malo?

—La verdad sí. ¡Una tiene que ser precavida siempre!

—¿Vendrá conmigo?

—Sí. Lo acompañaré.

Si mis recuerdos no andaban tan perdidos, el Jorge, al que había conocido en mi vida, lo conocí justamente la noche anterior. ¡El padre de Samuel!

—Encenderé el auto.

Tuve qué dejar al minino a solas. Cerré la puerta con llave y abordé en el asiento del copiloto.




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