HALLOWEEN TAMBIEN CUMPLE DESEOS.
Mi esposo Javier y yo, hemos decidido ir de vacaciones junto a nuestros dos pequeños hijos, una niña de ocho años y un niño de cinco años. Consideramos que ya requerimos de unas merecidas vacaciones.
Mis hijos desean ir a un lugar de playa, vivimos en el centro del país muy lejos de las costas. Entre las responsabilidades del trabajo y la escuela, ellos últimamente solo han visto el mar en la pantalla de tv.
Así que no lo pensamos mucho y hemos llegado a nuestro destino vacacional. Cancún, Quintana Roo. México. Nos lo han recomendado tanto, por sus playas hermosas de arena blanca y un mar con aguas de color verde turquesa.
Nada más ingresar al lobby, me he quedado con la boca abierta, muy sorprendida por ver la decoración del lugar, todo el hotel está adornado como fiesta de Halloween, pero de tipo playero, hay calabazas con lentes de sol, brujas con bikinis, momias con tablas de surf y esqueletos en bañadores y cocteles fosforescentes en sus huesudas manos. Esto pasa por venir a vacacionar el mismo día que se celebra la noche de Halloween.
Mis hijos no paran de correr a nuestro alrededor tocando todo, obviamente emocionados, y yo me siento algo avergonzada por no poder controlar su carácter inquieto. Yo soy del tipo de madre controladora, estresada y sobreprotectora. Mi esposo más pacificador que yo permanece tranquilo, sin inmutarse de las travesuras de dos chiquillos.
Nos acercamos al mostrador donde una recepcionista comprueba nuestra reserva, y nos entrega las llaves de la habitación, pero antes de retirarnos nos hace una invitación.
- Están invitados a la cena baile de disfraces por la noche de Halloween en nuestro salón principal, habrá espectáculo y bufete. Solo se requiere que vayan disfrazados, ¡Esperamos que lo disfruten!
El botones nos lleva a un ala del hotel distante de las habitaciones que dan a la playa. Veo con decepción que nos han asignado una habitación que da a la calle. Mis hijos nada más entrar y ya están jugando a las escondidas, uno escondido tras la puerta del baño, mientras el otro “dizque” lo busca. “Háganme el favor”.
Mi esposo me abraza, contento solo por el hecho de estar por fin de vacaciones, su expresión estresada de unos días atrás es remplazada por una de felicidad. Pero al verme su sonrisa se borra. Le veo con enojo, ¿cómo es posible que le haya agradado esta habitación? ¡Yo quiero ver la playa desde mi habitación!
- ¿Pasa algo?
- ¡No me gusta esta habitación!
- ¿Por qué? A mí me parece bien. –¡¿Qué, a él sí le agrado?!
- ¡No, claro que no está bien, Javier! esto no es lo que yo me imagine. –digo abarcando el espacio con mis brazos abiertos–. Yo quiero ver el mar desde mi ventana, no la calle.
Mi esposo frunce el ceño, odia verme molesta, porque, aunque él no es el culpable de mi enojo es quien siempre termina pagando los platos rotos con mis reclamos. Haciendo gala de la tranquilidad que lo caracteriza intenta apaciguar mi mal humor y dar solución.
- ¿Si quieres pido que nos cambien de habitación?
- ¿Puedes hacer eso? –pregunto esperanzada.
De pronto tengo a mi pequeña Vania, nuestra hija de ochos años a un lado, con su carita molesta.
- Yo no me quiero cambiar de aquí. Esta es la mejor habitación del mundo. ¡Mira todo lo que tiene! –dice abriendo el frigo bar y tomando un par de refrescos, uno que le entrega a su hermano, los cuales abren sin mi permiso. Creen que, por estar de vacaciones, también las reglas y la autoridad paterna se han ido de paseo.
- Sí, aquí es muy divertido y en la noche me voy a disfrazar de monstruo. –Exclama Mateo con una sonrisa enorme en la cara. Corre detrás de Vania haciendo ruidos grotescos con su boca, imitando según él a un monstruo, derramando el contenido de su refresco en el suelo. Respiro profundamente, intento estar tranquila y no activar el modo ogro de madre.
- Verán que a la habitación que nos cambiemos será mejor, desde allí podrán ver el mar y estaremos cerca de las albercas. –comento intentando conciliar.
- ¡No quiero! A mí me gusta aquí y no quiero ir a ningún otro lugar –responde Vania encaprichada.
A veces es prácticamente imposible conciliar con una mini versión tuya. Mis primeras horas de vacaciones en un lugar paradisiaco no están yendo como yo lo he imaginado.
- Gabriela ¿qué hacemos, entonces? –pregunta mi esposo y yo entorno los ojos a él. ¿Es que piensa hacerle caso a lo que diga una niña de ocho años?
- ¡Ve a cambiar la habitación! –le ordeno iracunda.
Media hora después nos han cambiado de habitación y partimos allí, con mis hijos inquietos corriendo por todo el lugar, tomando los pasillos del hotel como pista de patinaje. Mateo toma velocidad y se desliza sobre la loseta pulida agarrando vuelo. Fue a chocar con una chica muy bonita de cabello rizado tipo afro y castaño oscuro, ojos avellana, piel morena, brillante por un hermoso bronceado, que camina acompañada de un par de muchachos muy atractivos. Ella luce una figura muy bonita en un traje de baño de dos piezas, y los chicos solo bermudas y torsos desnudos, se ven tan envidiables en esos cuerpos perfectos. “Qué tiempos aquellos en los que mi esposo y yo nos veíamos así”.
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Editado: 23.10.2022