Haré un desastre

Capítulo 1 - Parte 3

 

Estaba decidido a hacerlo, pero aún me faltaban cosas que hacer. Aunque mi concentración estaba en mi venganza, no me había dado cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor. En Historia Universal 1, nos dieron un trabajo en parejas, y yo no tenía compañero, el profesor se dio cuenta de eso y habló en voz alta.

—¿Alguien quiere hacer trabajos con el señor Brann? —quería pegarme un tiro y que a mi cadáver lo tragara la tierra. Sentí la mirada de Darian, y antes de que alguien dijera algo, alce la mano.

—Puedo hacerlo solo, profesor —dije intentando sonar seguro.

—Si tú lo dices —contestó él, antes de entregarme la carpeta con las indicaciones y las consignas del trabajo.

La realidad era bastante negativa para mí, tenía un sentimiento amargo por sentirme marginado, pero en vez de sentirme mal, lo utilicé como un impulso, no quería sentirme despreciado por mi mismo también. Además era lo que necesitaba, para cruzar las cadenas que bloquean el paso del pasillo en remodelación, no tenía amigos que sufrieran las consecuencias si hacía algo mal, y era un alivio no tener que preocuparme por nadie más, que yo mismo. Caminaba pegado a la pared, con mi teléfono en la mano y la linterna prendida, seguro de que lo que estaba haciendo era lo correcto. De pronto, escuche un sollozo, y detuve mis pasos con sumo cuidado, quería estar seguro de que no estaba loco.

Entonces me mantuve callado y con mi mano tapé la linterna de mi teléfono, y los sollozos volvieron a escucharse está vez, más cerca, así que me apresure a acercarme. Frente a unos metros de mí, había una chica de cabello pelirrojo y rizado, que se abrazaba a sí misma, mientras lloraba pegada a la pared izquierda, como un animalito asustado. Quise acercarme, pero antes de dar cualquier paso, me percaté de que había tres chicos frente a ella, recostados contra la otra pared, viéndola llorar.

—Bien, muchachos —habló una voz femenina—. Esto te enseñará a intentar superarme, y lo que pasa cuando me opacas. ¿Entiendes, pequeña? —preguntó. Entonces, active el flash para sacar fotos múltiples, en el momento en que la representante del club de arte, pisaba la cabeza de la pobre chica.

...

Siempre odié hacer ejercicio, bueno, el ejercicio innecesario. Y aunque correr de un grupo de atletas es un gran incentivo, de todas maneras me resultaba una de las peores situaciones de la vida. Me oculté en uno de los baños, me sentía agotado, mareado y algunas gotas de sudor caían por mi frente hasta mi nariz, provocando una pequeña comezón, una casi se metia a mi ojo, pero por suerte no ocurrió. No dude en abrir mi teléfono, para poder sacar la tarjeta de memoria y ocultarla detrás del inodoro. Intentaba controlar mis temblores, sabía lo que se venía y ellos no tardarían en encontrarme.

Con la tarjeta oculta, solo cerré los ojos esperando lo inevitable, la paliza. Pude escuchar como la puerta se abría con brusquedad, chocando con la pared provocando un ruido muy fuerte que me hizo temblar, los pasos que se acercaban, golpeando las puertas de cada uno de los cubículos, para encontrarme. 

Tome aire, y salí de mi escondite, para poder hacerles frente, uno de ellos se acercó rápidamente y me golpeó directo en la nariz, otro de tez negra, tomó mi teléfono para romperlo contra el piso. Me sentía mareado por el golpe, mi cabeza palpitaba fuertemente, e intentaba enfocar mi vista, a pesar de estar lleno de lágrimas.

—Hola, pequeño —saludó uno de ellos, que tenía el cabello rubio rapado de un costado, mientras me tomaba del cabello—. Hiciste enojar a un miembro del consejo —me aclaró antes de empujarme al piso, provocando que cayera de rodillas—. Ahora te vamos a enseñar a respetar a tus mayores, y a la cadena de mando.

Cuando terminó de hablar, uno de ellos me pateó en el estómago provocando que cayera de rodillas, y haciéndome soltar un grito de dolor. Uno de ellos, me quitó mi corbata y la utilizó para silenciarme. La paliza fue brutal, me habían desarreglado mi uniforme y manchado con mi propia sangre y me rompieron la nariz, el labio y un diente. Cuando estaba a punto de desmayarme, sentí una fuerte patada en la cara que hizo que mi espalda y mi cabeza chocara con la pared.

—Oye, niño, no te duermas —pidió otro completamente calvo, mientras se agachaba frente a mí, para tomarme de nuevo de mi cabello, y darme varios puñetazos en el rostro, yo apena podía verlo a la cara—. Ahora viene la lección de respeto —comentó sacando una navaja. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y todo mi cuerpo temblaba de miedo, intente decir algo, pero si movía mi boca podía empezar a escupir sangre.

—Oye, Francisco, ya basta —dijo el de tez negra, y el otro soltó una risa burlona, antes de guardar la navaja en su bolsillo—. Vámonos, ya entendió.

—Adiós, pequeña mierda —dijo antes de volver a empujar mi cabeza contra la pared, con su pie.

No sé cuanto tiempo me quedé en ese baño, cubierto de sangre, lágrimas y mocos. Tampoco supe cuando me desmayé, pero al despertar cualquier movimiento me resultaba terriblemente doloroso, me quite el bozal que tenía y busqué la manera de ponerme de pie. Después de resbalar varias veces, con mi sangre, logré tomar la superficie del lavabo para poder levantarme.

No fui capaz de soportar la vista, así que abrí la canilla temblando, mientras me preparaba mentalmente para el dolor, sin dudarlo empecé a lavar mi rostro y me quité los restos de lágrimas, tierra que se me había pegado por los zapatos de mis agresores, sangre que tenía en el rostro. Esos idiotas casi me rompieron los huesos de la mano cuando me las pisaron. No estaba seguro de que hora era. Pero, recordé que cerca de la fuente central, había un gran reloj antiguo, así que tome el chip de memoria y lo guarde en el calcetín negro de mi zapato que se sentía humedo por la sangre, o lo que quedaba de él, porque también me lo rompieron.




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