Haré un desastre

Capítulo 1 - Parte 4

 

El día veinticinco de junio, tres alumnos del instituto Daglar fueron expulsados; Sean Haggard, Olin Novian y Francisco Kellogg, desocuparon sus casilleros, y sus familias abandonaron las viviendas que se les habían asignado. Toda está situación se debe a la acusación de diversas agresiones, y también, gracias al reciente protocolo de “Buena convivencia” se creó un buzón de quejas para escuchar a los alumnos.

Tantas cosas inútiles que daban una falsa tranquilidad a los alumnos. Cuando llegué al colegio, había muchas cosas pegadas en mi casillero, aunque antes de acercarme, fui interceptado por los chicos de mi club, y entre ellos, estaba Katt. Todos empezaron a felicitarme y a agradecerme por lo que había hecho.

—¿Qué mierda? —pregunté sintiendo a los chicos abrazarme.

—Les conté lo que hiciste por mí —dijo Katt con una sonrisa— Tranquilo, me salte las partes extrañas —aseguró guiñándome el ojo. A lo lejos, pude ver a Darian y un sentimiento agrio se instaló en mi pecho.

Cuando al fin pude llegar a mi casillero, este estaba ordenado con un sin fin de mensajes animadores y palabras de apoyo. Esto me hacía sentir bien, era molesto de alguna forma, pero me sentía importante de la noche a la mañana.

—Espero que estés feliz —dijo Darian viendo como quitaba todas las notas pegadas.

—¿Qué quieres? Darian —pregunté —. Estoy ocupado quitando esto —comenté intentando no mirarlo, fingiendo que lo que hacía era realmente importante.

—Solo vengo a decirte que no se te suba la fama —aclaró—, o bueno, lo poco que te queda.

Su palabras me sonaron amargas, ¿Por qué tienes que llover justo sobre mi picnic? 

Pero, tenía razón, no debía dejarme llevar por la atención, aún tenía cosas que hacer y todo lo que había logrado fue ganar una pequeña pelea, pero la guerra seguía y no podía dejarme arrastrar por la corriente.

El sentimiento de felicidad pasó más rápido de lo que esperaba, y estaba empezando a fastidiarme. Todo ese día la gente no se detuvo, así que al día siguiente huí lejos, a la parte de atrás de la biblioteca, ese lugar fue mi salvación por toda la semana.

—Así que aquí se ocultan los héroes —dijo Fred sentándose a mi lado, lo miré desconfiado—. ¿Qué tal? Matt —preguntó.

—¿Qué sucede? —pregunté serio, hasta que me di cuenta de que no tenía derecho a estar enojado— Oye. Lamento lo que hice, y sabes, solo quería que supieras, que intente ayudar, aunque todo me salió mal —murmuré.

—¿Amigos? —preguntó estirando su puño, y yo le correspondí.

—¿Estás seguro? —pregunté—. En lo personal no estaría conmigo, tendré mucha gente que me odia, y posiblemente me meta en otros problemas —aclaré y únicamente palmeó mi hombro.

—Lo sé, pero no creo que nadie te ataque, si estás en el centro de atención —comentó—. La gente del club pregunta cuándo vendrás a las reuniones, la presidenta está a punto de escupir fuego —y eso fue un balde de agua fría, recordándome que tenía mis obligaciones.

—Tienes razón —dije con una sonrisa—. Hoy voy a ir —comencé con una sonrisa. La conversación se volvió vaga, y con el tiempo se apagó como una vela, Fred se fue, porque había recibido una llamada, mientras tanto, me quedé en el mismo lugar.

Muy en el fondo, tenía la pequeña esperanza de que la persona que me hablara seria Darian, pero él estaba enojado conmigo y tenía razones para estarlo, al fin y al cabo lo utilice. Y ese sentimiento de culpa, a veces no me dejaba dormir, y en consecuencia, tenía grandes ojeras en mi rostro, aunque, también era culpa de los trabajos extra que estaba completando.

Camine por los pasillos del instituto antes de ir a mi club, no tarde mucho, pero en el salón no estaban mis compañeros, estaba un chico extraño, al parecer era mayor por el logo del escudo del colegio que tenía en su uniforme. No voy a mentir, cuando me encontré con ese chico rubio me giré para irme, pero dos tipos enormes bloquearon la salida. Sin más remedio, solo pase.

—Es un gusto al fin conocerte —habló aquel chico, con una sonrisa desagradable—. Toma asiento, por favor —pidió. Miré desconfiado, pero le hice caso.

—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Y qué quieres? —pregunté.

El salón de mi club estaba en una de las puntas del triángulo, que era el edificio de la cultura general. No era el mejor salón, pero funcionaba para guardar los comics, y que no les llegara el sol, estaba decorado con una mesa ratona algo vieja, sofás pequeños y sillas igual de viejas que habían sido limpiadas por los primeros miembros del club. Yo estaba en el sofá para dos personas y el raro chico rubio, estaba en la silla de la presidenta.

—Tranquilo, solamente quiero hablar —aseguró mientras se recostaba con mucha familiaridad en la silla—. Tu amigo, me organizo está pequeña reunión —«Maldito Fred» pensé con rencor. Podía haber acusado a cualquiera, pero al único que tenía de “amigo” hace unos segundos, era a ese desgraciado.

—Si querías hablar, ¿Por qué no viniste solo? —pregunté y él solo chasqueó los dedos y las dos personas extras se fueron.

—¿Ahora me crees? —preguntó y únicamente atiné a recostarme en el respaldo—. He visto lo que hiciste, de hecho te estuve observando desde entonces —comentó mientras se acomodaba el cabello, situación que me resultó familiar—, aunque ahora estás muy tranquilo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.