DARIAN BORYA
No entendía lo que sucedía, pero me estaba inquietando. Cuando llegue a casa, lo único que quería era que este día terminara, y a penas era el medio día. Quería ir a buscar a Matt Brann en el colegio y encerrarlo en algún baño para que no hiciera nada estupido.
Ese… chico. Me había dejado hablando solo, con un montón de incógnitas. Me acerqué a él, porque pensé que estando solo, se habría dado cuenta que no era un buen camino. Pensé que reflexiono, tenía en mi cabeza todo el discurso que le daría, incluso creí que se disculpará, tenía planeado ofrecerle estar conmigo. Se que estando juntos, ambos iban a poder sacar el máximo provecho de nuestra vida escolar. Incluso podríamos ser amigos.
Pero todo estaba en mi cabeza. No se mostró arrepentido, tuvo el descaro de mentirme en la cara. Creí que él ya sabía que no podía mentir, aun así continuaba con su farsa.
¿Acaso era tan difícil ser una persona normal y aceptar tu error? ¿Entender que el camino que elegiste era claramente el incorrecto?
Matthew Brann, tú en serio tenías la habilidad para hacerme sentir un sin fin de emociones en un minuto.
Subí a mi cuarto, y cerré mi puerta con llave, para que nadie entrara sin mi permiso. Fui a bañarme y quitarme el sudor, y cuando salí con mi bata y mi cabello húmedo. No pude evitar mirarme en el espejo. Me quedé quieto, sin poder creer lo que veía.
Tenía el ceño fruncido. En toda mi vida, nunca me había enojado, siempre acepté lo que me daban, incluso buscaba la manera de mejorar mi situación a partir de los puntos de mis padres. Nunca había rechazado algo o a alguien, incluso a los que me desagradan. Siempre busqué ser una persona madura y estable, en que la gente pudiera apoyarse, buscaba soluciones y no conflictos. Por ello, nunca me había enojado, eso no era lo mío.
Pero…
Ahora…
Estaba realmente enojado, por primera vez, con alguien y no tenía planeado perdonar tan fácilmente. Quise reírme, nunca había fruncido el ceño tan honestamente. Me acerqué al espejo e intenté suavizar mi mirada, pero me venía su tonta sonrisa a la mente y volvió a fruncir el ceño. Tome un poco de agua y me lo lance a la cara, tenía que relajarme porque mañana tenía que tener el mejor humor posible. Aun cuando ese demonio ande suelto por ahí.
Baje a almorzar, no tenía la intención de que nadie me viera, pero aun así, mi hermano bajó. Lo que me resultaba raro, porque él nunca salía de su habitación, a menos que fuera para comer o para salir con sus amigos. Pero ahí estaba él, mirándome con esa sonrisa burlona que siempre adorna su cara. Sin decir nada, tomó asiento frente a mi.
—Tienes una cara graciosa —aclaró, pero yo me mantuve al margen—. En fin, tengo algo que decirte. Tu amiguito Matt o como se llame, acepto a participar en ese ridículo evento. Fuiste inteligente al seguirlo a su casa —me sentí bien al saber que él estaba apoyándome una de mis ideas—. Devon me contó que fue fácil convencerlo de que necesitaba ayuda. Bastante ingenuo, para alguien que casi arruina al Consejo.
—Lo sé —contesté. Y su rostro se puso serio—. Hoy me encontré con él.
—Será mejor que te alejes de él. Se lo que digo hermanito —comentó—. Si quieres llegar a mi nivel, tienes que asegurarte de aplastar a la competencia.
—Él no es una competencia —aseguré—. Ni siquiera tenemos los mismos objetivos —murmuré.
—Que idiota eres a veces —aclaró él levantándose—. Puede que no sea tu competencia, pero en el futuro, si me diera a elegir a quien apoyar —comentó mientras se dirigía a las escaleras—. Lo apoyare a él.
...
Cuando llegó el lunes, me levanté con las palabras de mi hermano y las de Matt en mi cabeza. No fue el mejor despertar, así que cuando fui al baño, trate de mejorar mi rostro, ser consciente de que cara pongo, era algo crítico para poder agradarle a la gente.
Me vestí con mi uniforme planchado perfectamente, acomodé mi corbata y la chaqueta negra. Una vez que mi cabello estuviera correctamente peinado, baje y me encontré con un plato en la mesa.
Estaba acostumbrado a estar solo, por ello me mantuve al margen mientras me servían el desayuno. Ni siquiera mi hermano estaba cerca. Cuando terminé, me informaron que el auto me estaba esperando. No me gusta ir en auto, pero mis padres creen que si hago cosas que me hagan perder el tiempo, simplemente me distraiga de alcanzar la grandeza y la perfección. Por ello, tenía que buscar gastar toda mi energía en alcanzarla, no debía enfocarme en cosas que el dinero podría comprar y resolver.
Aun así, siempre me bajaba una calle antes, y caminaba sin prestar atención a nadie, a menos que sea de mi clase o algún alumno que me conociera, porque la idea era ser agradable para todos.
Cuando llegué al portón, me encontré contigo. No fue casualidad que choquemos hombros, mientras entrabamos con un gran grupo de alumnos. Él me miró de reojo, pero no dijo nada, simplemente continuó mirando al frente como si no fuera importante.
—¿Puedes evitar hacer eso? No me gusta que me miren y luego me ignoren —insistí, pero él no dijo nada, hasta que llegó a su casillero.
—Darian, tu casillero está del otro lado.