Haré un desastre

Capítulo 8 - Parte 3

Darian Borya

Observar la comida era algo natural para mi. Estas cenas familiares eran algo que usualmente no ocurría, pero si se programaba para una vez al mes, pese a que solía cancelarse sobre la marcha.

Tenía muchas cosas en la cabeza, tantas estupideces por culpa de un idiota que no sabe cuando parar. De solo pensar en esa sonrisa ridícula y orgullosa me daban ganas de estrangularlo o agitar su cuerpo para que reaccionara y descubriera las estupideces que estaba haciendo. La importancia de las consecuencias.

«No, Matt seguirá peor si sabe las consecuencias de sus acciones» pensé y aunque el sabor de la comida estaba en mi boca, el tono amargo de ese pensamiento también pasó por mi garganta.

—Darian —llamó mi hermano y levanté la mirada. Nuestras miradas se encontraban, y verlo tan tranquilo me fastidiaba de alguna manera. Todo a su alrededor estaba cayéndose a pedazos, y Evan solo estaba haciendo cosas incoherentes para mi. No entendía cómo este tipo pudo haber sido elegido como presidente—. Esa mirada no es agradable, ¿acaso estás molesto por la situación de tu novio?

—Darian no tiene pareja, es un joven sensible y amable, no sería capaz de asumir un paso así —comentó mi padre intentando defenderme. Se que no lo hacía, desde joven ella siempre nos había dado esos comentarios pasivos-agresivos, que se encargaban de dar un golpe sordo.

—Saber que te gustan los hombres no es de sorprender —aclaró mi padre mientras comía mirando fijamente su teléfono.

Normalmente ellos siempre eran así, parecían zombies, mi hermano mayor entendía cómo hacer las cosas para que ellos reaccionen y hablarán de cualquier cosa, incluso hablaban de mí como si yo no los escuchara, parecían dos palurdos hablando de forma artificial, fingiendo ser algo que no eran. Y el único real, era Evan. Siempre tenía esa mirada perforadora, sus palabras eran justas, y a veces me preguntaba si en verdad tenía sentimientos reales, pero en la mesa él siempre sabía que decir y que hacer, los dos estábamos en una guerra silenciosa que siempre iba a perder. Nunca entendí cómo funcionaban sus ideas, cómo conectaba los temas y cómo decidía a qué consecuencias apuntar. Era algo tan…complicado.

Como en la mayoría de nuestras cenas, me mantuve serio y callado, suspiré antes de irme sin pensarlo con mi plato aún caliente, ni siquiera pude dar el siguiente bocado, antes de que esa conversación vacía empiece. Me dirigí a mi habitación, cansado de ese ambiente asqueroso e irritante. Prendí mi computadora para comer en mi escritorio, aunque sea para mantenerme distanciado de la realidad, y para perder el tiempo me entretuve buscando errores en mis trabajos, para asegurarme un diez completo en cada una de las miles de asignaturas que tenía.

Ya en la noche, a las doce de la noche, me fui a dormir, descansando como debería, aunque no tenía razones para hacerlo, mi cabeza estaba encendida, mi cuerpo no tenía ganas de hacer nada más que gastar toda esa energía. Pensando en algunas cosas, mi cabeza se dirigió hacía cierto chico con ojeras en su rostro, con esa mirada emocionada y brillante cuando algo salía como quería…

—Mierda —murmuré mientras me sentaba en la cama, desacomode mi cabello en señal de frustración—. Listo, se acabó. Voy a deshacerme de toda la molestía de mi día a día.

Caminaba por los patios de prueba del equipo de atletismo, no fue complicado encontrarlo. Verlo sentado, recuperando su aliento después del entrenamiento, simplemente me hacía pensar que era patético. No entendía como un cobarde podría crear tantas cosas negativas, aunque sabía que cierto enano tenía que ver con todo esto. «Porque todo lo que toca se maximiza»

—Hola —interrumpí mientras me acercaba.

—Vienes para…

—Quiero tener un solo momento para ayudarte con tu complicada situación —interrumpí con una sonrisa tranquila. Entiendo como funciona esto, pero hacerme su amigo, no me sirve de nada, lo mejor era ser directo.

—No creo que puedas entender lo que ocurre, es más complicado que…

—Yo se que crees que no lo entiendo. Confía en mí, lo único que puedes hacer es rendirte. Claramente no sabes que hacer, y tu indecisión provocó que… personas cercanas a mi se vieran envueltos en esto —intente explicar de la forma más seria posible, pero la mirada de Elliot era de confusión, lo que no tenía sentido, porque asumí que entendía que trataba de expresarme por mi hermano.

—Hablas de ese sujeto, el niño de tu clase, ¿no? —dice y me quedo callado, suspirando. Supongo que ensuciar mis manos, no es precisamente algo tan malo.

Decidí hacer lo que cualquier hombre de negocios que seré en un futuro, decidí tomar lo que me dio y aprovecharme, empecé con lo importante que era él para mi, hice pausa dramática, me enojé y muchas otras cosas. Y finalicé con un “Solo un idiota sacrificaría todo, hasta su nombre para poder ayudar a un amigo.”

—Es ridículo, pero busco ayudar a más de uno. Incluyendote.

—No es tan fácil como parece, es mi familia y el amor de mi vida, no puedo elegir entre eso. Mi futuro depende de eso.

La facilidad con la que entendí lo que pasaba, no era cuestión de miedo o falta de voluntad, sino que era el futuro. Un futuro seguro vs un futuro desconocido. El miedo era palpable, la presión, las cadenas que lo sujetaban, y me pareció interesante jugar ligeramente.




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