Tiro al suelo el tercer cigarro y expulso el humo lentamente. La luz de la farola que hay sobre mi cabeza parpadea, dejando la calle en completa oscuridad cada pocos segundos. Los últimos alumnos abandonan la biblioteca principal del campus, ya son las once de la noche y debe de estar a punto de cerrar.
Estoy furiosa. Los ojos me escuecen de tanto llorar y hace días que no duermo, paso las horas en el coche, vigilando a Randa Konn, torturándola mentalmente. Ha jodido mi vida, mis sueños. Ya no me queda nada.
La puerta trasera se abre y ella sale con una enorme sonrisa. Cuelga el teléfono y teclea algo mientras camina en la oscuridad, acercándose a mí sin saberlo.
—Eres muy feliz, ¿verdad?
—Devon. —Frena en seco y borra la sonrisa de la cara cuando se percata de mi aspecto—. ¿Qué haces aquí? ¿No te habían expulsado?
—Eres una hija de puta, ¿lo sabes? —Avanzo hacia ella al mismo tiempo que sus pies retroceden. Está asustada, pero quiere disimularlo.
—Oye, no tengo tiempo para esto. Tienes lo que te mereces —expone con voz segura.
—¿Lo que me merezco? —pregunto tensionando todos los músculos— ¿Lo que me merezco?
—No te acerques más o gritaré. —Levanta una mano en mi dirección, tratando de alejarme.
La sujeto y se la retuerzo, dándole la vuelta y haciendo que caiga al suelo. Trata de quitarme de encima, pero es inútil. Agarro su pelo con ambos puños y pego su cabeza al suelo, impidiendo que se mueva lo más mínimo. Aproximo mi rostro al suyo y presiono los dientes en un acto reflejo para calmarme y no perder los nervios.
—Vas a ir a hablar con el director mañana mismo y le dirás que ese video es un montaje —susurro muy cerca de ella.
—Ni muerta.
Un calor jamás experimentado sube por mis brazos, absorbiendo por completo mis sentidos. Clavo las uñas en mis propias manos con mechones de su pelo entre ellas, levanto su cabeza y la vuelvo a bajar con violencia. Su cráneo choca contra las baldosas de la acerca una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez.