Un bache en el camino hace que el coche dé un salto y me despierte. Tyler sigue conduciendo, no sé el rato que he dormido, pero un cartel con la palabra “Aberdeen” indica que estamos a cinco millas.
—¿A dónde vamos?
—Pararé en un motel, necesito dormir un rato y pensar. —Asiento en silencio y veo de reojo cómo me mira—. Acércate.
En cuanto vuelvo a sentir el calor de su cuerpo, los llantos comienzan. Acaricia mi pelo con una mano mientras conduce con la otra. No dice nada.
Pocos minutos después, coge la salida para el aparcamiento de un motel en medio de ninguna parte. Solo nos rodea la oscuridad, una gasolinera cerrada y las estrellas. Ellas siguen siendo los únicos testigos del crimen cometido esta noche.
—Espera aquí —me pide antes de darme un beso y salir del coche.
Mira a su alrededor como de forma automática antes de entrar en la vieja recepción. Apenas tarda unos segundos en regresar con una llave en la mano y dos cervezas en la otra. Me hace una señal para que salga del Chevy y se acerca para cerrarlo. Es inevitable que ambos echemos la cabeza atrás para dar un último vistazo al maletero antes de entrar en la habitación.
—Nena, ven aquí. —Entrelaza sus dedos con los míos y me lleva hasta el cuarto de baño.
Tan solo le observo cómo me quita la ropa. Le dejo hacer. Cuando estoy completamente desnuda, me da un beso en la frente y se inclina para abrir el grifo de la bañera. Vuelve conmigo y ahora soy yo la que retiro prenda por prenda de su cuerpo. Me doy la vuelta y entro en la ducha, él me sigue. El chorro de agua nos empapa, tratando de llevarse mis pecados con ella.
—Te quiero. —Cierro los ojos y apoyo la frente en su pecho, pero él levanta mi barbilla para que le mire—. Devon, te quiero.