Hasta la eternidad

Decimosexto acto

Tyler arranca el coche al alba, con el silencio de la mañana y el maíz crujiendo bajo las ruedas. Me dedica una mirada llena de significado para ambos, de esas que solo son capaces de identificar dos almas gemelas. No sé lo que va a suceder con nosotros, lo único que tenemos claro es que no pondremos un pie en prisión.

—Voy a parar en la próxima estación de servicio para comprar algo de comida.

—¿Y si nos reconocen? —pregunto asustada.

—Tenemos que comer, nena. Entraré yo, tú te sentarás aquí y te marcharás si ves que pasa algo.

—No digas estupideces, no voy a dejarte. —Gira la cabeza hacia mí y me hace un gesto para que me acerque, pasa un brazo por encima de mis hombros y me da un beso en la cabeza cuando la apoyo en él.

—Pensaremos en algo, no te preocupes.




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