La mañana parecía estar rebosada de una claridad absoluta, el cielo celeste, claro e impoluto casi tan brillante como un día de verano parecía querer engañar a cualquiera que habitara todavía aquí, era agosto el invierno se encontraba en pleno apogeo sin embargo el cielo brillaba.
Quizás era una señal, una circunstancial y pasajera pero una señal igualmente. El aeropuerto parecía inmenso desde fuera, pero mientras caminaba hacia él todo lo que estaba pasando se hacía un poquito más real, un poquito más cierto, menos un sueño o una ilusión. Es mi primera vez en un Aeropuerto, mi primer viaje en avión y mi primera vez saliendo de mi país: Uruguay. Y aunque para muchos no era nada extraordinario ya que su vida se encontraba marcado por viajes y estar en un aeropuerto sería un día corriente en su vida para mi, a mis diecisiete años era algo extraordinario, sorprendente y cargado de felicidad, soy afortunada, yo lo sabia, pero esto simplemente lo confirmaba.
El ruido de las viejas ruedas de la valija sonaban a la par mía mientras iba camino a las grandes puertas de entradas, momentos como esto era algo que anhelaba que fuera parte del resto de mi vida. Hacer una selección de las cosas que llevar en una única valija para un viaje a otro país, tener que llevarte un pedacito de tu cultura, de tu hogar y familia es sin duda difícil. Pero se logra.
Al cruzar las grandes puertas entre hacia lo que era el aeropuerto, el aire frío golpeaba en seco, el hall se encontraba lleno de gente, y aun así parecía estar fresco y me hacía erizar la piel como si el lugar se encontrara vacío, por un segundo es como si las luces titilaban y la gente desapareciera, en ese momento cuando el lugar parece estar vacío me dan ganas de volver a mi casa, de no irme. Cuando me percato de las luces la idea se me borra de inmediato.
Las pantallas de vuelos parpadean en un ritmo hipnotizante, los aero parlantes hablan todos a la vez y si no haces caso omiso son capaces de aturdir y dejarte con dolor intenso de cabeza, las personas se mueven a toda prisa y me sorprende que todos sean tan hábiles de forma en la que no se peguen unos con otros. La sensación es como si yo estuviera ralentizada, ellos van a su ritmo pero voy despacio, queriendo percatarme de cada cosas que suceden, de verlo todo. Entre los aero parlantes y las cientas de ruedas rodar asi como el intenso olor a café, las mezclas de perfumes y el tumulto barullo de personas hablando entre sí o por teléfonos, era apabullante.
A la derecha se encuentran cientos de filas de sillas metálicas pegadas una junto a otras, que de manera abrupta me atraen hacia ellas, cuando me siento no es por el cansancio, sino porque parece necesario para organizarme y poder orientarme en lo que estoy a punto de hacer, de pronto haber ignorado los intento de ayuda de mis padres no parece tan buen idea, pero aquí estoy así que debo de seguir. Mis manos se van de forma inmediata a mi mochila y entre las cosas que se hallan en el bolsillo exterior encuentro mi pasaje y el pasaporte los tomo como mis manos, nuevos, impolutos sin siquiera un doblez ya que me propuse tratar de tener todo lo más ordenado posible para que así fuera.
Mi vista baja hacia él y de pronto la idea de doblarlo se hace mella en mí y lo hago quizás porque verlo tan perfecto me irrita o quizás solo necesito una prueba física de que esto no es un sueño, lo desdobló, lo miro y lo vuelvo a doblar, hago lo mismo esto varias veces casi de manera compulsiva, pero esto es real.
Es el puntapié para ir lejos de una vida pequeña, en un país precioso pero chiquito, vacío y simple, es mi oportunidad de conocer otra cultura y otras personas, con distintos valores y distintos estilos, con distinta ropa y un estilo de vida más apresurado, de pronto la idea de estancamiento se me va, mi pecho ya no se encuentra oprimido y el nudo en la garganta ya no parece tan grande, mi mente se llena de la idea y las nuevas oportunidades que me esperan y quizás por el mismo impulso es que me siento feliz y el levantarme temprano es algo sin importancia, estoy orgullosa, casi tanto como cuando me animé a decirles a mis padres que quería esto, el miedo está latente, los siento en todo el cuerpo pero el orgullo y la esperanza es mayor, solo espero estar a la altura.
La voz del aero parlante indicando que es hora de abordar a mi avión me desconecta de todo esto que está pasando y me obliga a levantarme, camino de poema involuntaria no se hacia donde pero voy, llego y entrego mi pasaje luego de haber entregado mi valija, cuando voy pasando por el largo pasillo hacia el avión me es imposible no sacarle un foto y subirla a historias en gramsci, ese sentirme menos sola y más acompañada por los likes me hace sonreír, me hace sentirme menos sola. Cuando entro al avión, observo la cabina semicerrada, que tiene en el techo luces cálidas que iluminan todo el pasillo, y posiblemente el resto del avión.
Sorprendentemente el murmullo sigue, los demás se acomoda y acomodan sus cosas mientras que yo intento sentarme cómoda para las horas de vuelo, la pantalla de asiento delantero me ilumina en forma tenue, débil, pero se encuentra encendida, la miro intentando encontrar algo que ver, pero nada llama demasiado mi atención, hasta que recuerdo la felicidad que me dio cuando supe que el asiento que me había tocado era al lado de la ventanilla, subo la persiana, y las nubes cubren toda la vista, nunca pense ver algo así nunca, pero está pasando y es tan sorprendente que no sabría ni como explicartelo.
Las horas continúan pero no puedo dormir, reviso mi celular pero no hay señal, así que releo conversaciones que tuve antes de llegar al aeropuerto, releo el último “te queremos” que mamá me envió refiriéndose a ella y a papá. Los ojos se me tornan de lágrimas, pero me las quito de forma inmediata mientras salgo del chat, ya que me dolerá la cabeza y no es algo con lo que quiera convivir durante el viaje.