Heart Tackled

4 | Trato hecho

Sacudí la cabeza y me apresuré a ir a mi primera clase, tratando de borrar de mi mente lo que había dicho Ethan.

No le creía, al menos, no del todo. Es decir, ni él mismo es capaz de creer eso de que entre él y yo había una relación. Por favor, somos demasiado distintos, eso sin contar que ayer fue la primera vez que nos hablamos y tuvimos una interacción, como para que empezaran a cotillear sobre nosotros de algo que ni siquiera existía.

Nadie sería capaz de creer semejante barbaridad, ni yo que, aunque soñadora —a un nivel estúpido—, creería tal mentira.

Llegué al salón a tiempo y me senté en la primera fila —como siempre—, reparando en el libro que aún tenía en mi mano.

La profesora aún no había llegado, por lo que, con el corazón alborotado y aún con las palabras de ese loco dando vueltas en mi mente, abrí el libro, solo para encontrar una pequeña inscripción que me hizo enrojecer hasta las orejas:

«Tan inocente que te ves y lo que lees...

E.B.».

—¿Cómo se atreve a dañar mi libro así? —refunfuñé, cerrando el libro de golpe y haciendo que un papel doblado cayera—. Ay, qué tortura...

«Para que veas que sí estoy comprometido en nuestra lectura conjunta, te daré el privilegio de que elijas la hora. Pero si me lo preguntas, entre las seis y las siete, está más que perfecto. Nos vemos esta noche, no tienes escapatoria, Maisie... O todos sabrán las cochinadas que lees».

¿Eso era una amenaza? Vale, no tenía miedo, poco me importaba lo que otros pensaran de mí solo por leer un libro. Pero no iba a negar que me causaba un poco de gracia toda esta situación.

Ethan Blake y Maisie Brown compartiendo espacios de nuevo, en definitiva, no. Eso sonaba a desastre asegurado.

Sacudí la cabeza, intentando apartar de mi mente esa nota insolente. Ethan estaba loco, de eso no me cabía ni la menor duda. ¿Quién rayos escribía en un libro ajeno como si fuera un cuaderno escolar? Ese descaro solo podía venir de él, y lo peor no era eso, sino la amenaza velada de exponer lo que leía como si fuera el mayor de los crimenes.

¿En serio creía que me iba a intimidar con eso?

Bueno… tal vez un poquito, pero no era como que estuviera temblando si todos descubrían que yo, Maisie Brown, leía libros algo subiditos de tono.

Lo que me intimidaba en realidad era lo que él había puesto, eso de leer juntos, de quedarnos a solas, de leer, cochinadas, sin llegar a sentirme avergonzada hasta desear la muerte.

Eso sí era una locura, una idea descabellada que no sabía a son de qué había surgido en su cabeza.

Aunque, bueno. Ethan estaba loco, entonces, ¿de qué me sorprendía? Quizás necesitaba algún consejero que le quitara tales ideas de la cabeza. Sí, eso era lo que necesitaba, no leer ni pasar tiempo conmigo.

El murmullo de voces a mi alrededor me hizo volver al presente. No habían pasado ni cinco minutos desde que me senté cuando tres chicas entraron juntas, con sonrisas socarronas y miradas directas hacia mí que me decían que empezaría mi tortura, justo lo que Ethan me había advertido antes de entrar a la universidad.

Me incomodé en el asiento, apretando el libro contra el pupitre como si fuera un escudo y rogando mentalmente para que no se fueran a acercar a mí, que siguieran de largo e hicieran de cuenta que yo no existía, pero, claro, eso era mucho pedir. Además, era imposible que no me vieran.

—Miren quién está aquí y llegó temprano hoy —comentó Rachel, en tono burlón—. ¿Acaso querías apartarle el puesto a tu noviecito?

Sus compinches rieron mientras yo rodaba los ojos.

—Pero, ¿de qué novio hablas, Rachel? ¿En serio vas a creer que Ethan y Maisie están saliendo? —Megan soltó una risita, dándome una mirada de arriba abajo—. No es por ofenderte, desde luego que no, pero tú estás muy lejos de su alcance.

—Demasiado lejos —concordó Stacy, y apreté el libro con fuerzas entre mis manos, molesta con sus comentarios cargados de insultos—. Aunque, escuchamos por ahí que los encontraron muy juntos en detención. ¿Le pagaste para que te diera un beso o qué? Bueno, no creo que Ethan necesite dinero para caer tan bajo...

Sentí un pinchazo en el pecho, pero, a la vez, una rabia de callarlas, de decirles que sí tenía algo con él aunque no fuera cierto.

—Es evidente que solo son chismes de pasillo. No es por nada, Maisie, pero a Ethan no le gustan las chicas tan... ya sabes, pesaditas.

Apreté la mandíbula, cansada de sus burlas, y antes de pensar demasiado, las palabras escaparon de mi boca por sí solas sin poder detenerlas:

—Pues sí… estamos saliendo.

El silencio duró apenas un segundo, lo suficiente para que pudiera arrepentirme de seguirle al juego a estas tres chicas.

Después, las tres, en perfecta sincronía, estallaron en carcajadas que llamaron la atención de todos en el salón.

—¡Eso no te lo crees ni tú misma! —gritó Rachel, envuelta en risas—. Eres bastante soñadora, Maisie.

—¿Y desde cuándo? —preguntó otra con un brillo malicioso en los ojos—. ¿En tu mente? ¿Ahora?

Volvieron a reír.

—Eso no les importa a ustedes —respondí, encogiéndome de hombros, intentando sonar segura aunque por dentro quería enterrarme tres metros bajo tierra.

Ellas se miraron entre sí, disfrutando demasiado el espectáculo y burlándose de mí.

—Vale, si eso es cierto —dijo Stacy, cruzándose de brazos y sonriendo desafiante—, demuéstralo.

—¿Cómo? —pregunté, aunque ya intuía que no me iba a gustar la respuesta.

—Bésalo delante de todas nosotras. Solo así sabremos qué tan cierto es que tú y el chico más guapo de la universidad están juntos.

Tragué saliva, luchando por no descomponer mi cara.

—¿Un beso?

—Sí, ¿o acaso no te atreves a besar a tu supuesto "novio"? —me pinchó la otra, alzando una ceja.

—Seguro está mintiendo y no hay nada entre ellos —rebatió otra.

—Claro que me atrevo —mi orgullo habló antes que la razón—. ¿Un beso? Eso no es nada del otro mundo. ¿Por qué no piensan en otra cosa más ingeniosa?




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