Heart Tackled

9 | Crush

✪ ETHAN ✪

¿Cómo describes eso que sientes cuando lo que creías inalcanzable en realidad no lo es?

¿Cómo pensar, hablar o siquiera poder conciliar el sueño cuando la chica de tus sueños, tu crush, por fin te ve?

¿Cómo tranquilizar a tu corazón cuando tenías el recuerdo vivo de sus labios sobre los tuyos?

Tenía muchas más preguntas, pero no se las iba a decir o nunca terminaría. Aunque les ruego que me respondan cómo hacer para no sentirme un idiota que debe estar soltando corazoncitos al aire por culpa de lo que nunca llegué a imaginar; es decir, Maisie solo hacía parte de mis sueños, y en menos de dos días he probado el dulce sabor de sus besos en más de una ocasión.

Y debo decir que me tiene más que cautivado. Quizá sea un poco torpe, no tiene filtro para decir las cosas y es un caos andante que vive más en el piso que de pie, aún así, ella me encanta. Siempre me ha gustado, pero soy tan idiota que nunca supe cómo acercarme a ella.

Aunque Maisie me hizo la tarea difícil, puesto que parecía evitarme, tal vez odiarme o quizás le desagradaba. No importaba lo que fuera, cada vez que nos encontrabamos en un pasillo, su mirada iba a otro punto menos a mí.

Compartíamos una sola clase y ella jamás se dio cuenta de que estaba ahí, o tal vez sí lo hizo, pero nunca me miró, nunca me habló, nunca me mencionó. Siempre tan sumida en sus libros, con su amiga y en ignorar mi presencia que la esperanza empezó a marchitarse en mi pecho.

Me dije que debía olvidarme de una posibilidad entre nosotros, que ella jamás se fijaría en mí. Pero bendito sea el día que llegué tarde por culpa de mi hermanita. Si no hubiera sido por esa pequeña bruja jamás nos hubiéramos estrellado y jamás hubiera tenido la dicha de probar sus labios.

Nunca creí que el amor pudiera sentirse como una descarga eléctrica en el pecho… hasta que conocí los labios de Maisie. Y lo peor —o lo mejor, depende de cómo lo vea—, es que sigo sin poder pensar en otra cosa.

Dos días, solo dos días desde ese día en la playa. Dos días desde ese último beso improvisado que le di antes de que bajara de mi auto y entrara a su casa, y todavía podía sentirlo grabado en mis labios como una marca indeleble.

He intentado concentrarme en mis entrenamientos, en mis apuntes, en el bendito proyecto de biología que tengo que entregar mañana, pero cada vez que cierro los ojos, ahí está ella, sonriendo sin darse cuenta de lo mucho que me desarma.

Y como si mi mente no estuviera ya hecha un caos, mi hermanita Emma decidió invadir mi habitación justo cuando intentaba practicar una conversación imaginaria con Maisie frente al espejo.

—¿Estás hablando solo o estás ensayando cómo declararte? —preguntó, apoyada en el marco de la puerta, con esa sonrisa de “te voy a molestar hasta que decidas ahogarte en un balde de serpientes venenosas”.

—Nada de eso —respondí, intentando disimular el rubor en mis mejillas.

—Claro, y yo soy Taylor Swift.

—Emma, ¿no deberías estar haciendo la tarea o planeando dominar el mundo, jugando con muñecas o algo así?

—Ya lo hice. Ahora me toca salvar tu vida amorosa, que claramente necesita ayuda profesional.

Me dejé caer sobre la cama, derrotado y divertido.

—Está bien, pequeña genio del amor. Ilumíname: ¿qué hago?

Ella saltó a la cama con la elegancia de un gato hiperactivo, sus ojos brillando tanto que estaba por arrepentirme de lo que dije.

—Primero, dime exactamente qué pasó con Maisie en la playa.

—Bueno... —carraspeé—. Leímos un poco... y luego nos besamos. Tres veces, y fue...

—¡¿Qué?! —gritó, lanzándome una almohada a la cara— ¡¿Y me lo dices hasta ahora?! ¡Tú y la chica de tus sueños se besan y ni siquiera tienes la confianza de decírmelo antes!

—Lo olvidé.

—Ajá, ¿lo olvidaste? Cómo si eso fuera posible. Tú no olvidarías algo así, menos con ella —dijo—. ¿Y qué más pasó? ¿Por fin le dijiste lo que sientes por ella desde hace dos años?

—No, no fui capaz. No creo que confesar lo que siento por ella sea una buena idea.... No sé qué hacer. No quiero parecer desesperado, además, no sé si ella sienta lo mismo.

Emma suspiró profundamente, llenándose de paciencia, como si estuviera a punto de hablar con un niño.

—Ethan, si se besaron y ella no salió corriendo ni te apartó, es porque algo hay.

—No tiene que ser así, no es una prueba científica.

—Hermano, en el amor no existen los experimentos controlados.

—¿Y qué sabes tú del amor? —enarqué una ceja y ella levantó la barbilla en lo alto.

—Mucho más que tú sí sé —soltó un chillido y chasqueó los dedos, girando hacia mí, con los ojos brillantes y una sonrisa como de haber descubierto un gran misterio—. Lo tengo, invítala al cine.

—¿Al cine? —repetí, incrédulo.

—Sí. A las chicas nos encantan las películas. Es oscuro, hay palomitas, y si todo sale bien, puedes tomarle la mano como en esas pelis cursis que tanto odias, pero igual ves cuando estás triste.

—No veo películas cursis.

—Claro que sí. Vi “Orgullo y prejuicio” en tu historial.

—Fue un error de clic.

—Ajá, un “clic” de dos horas y veinte minutos.

Resoplé, esta niña me sacaba canas verdes.

—No sé, no quiero arruinarlo.

—Ethan —habló con una seriedad que no le conocía—, si no haces nada, lo vas a arruinar igual.

Sus palabras me golpearon de lleno. Tiene razón, como siempre, maldita sea.

—Está bien —dije al fin—. La invitaré al cine.

Emma sonrió, triunfante.

—Así se habla. Pero no la lleves a ver cualquier película. Nada de terror ni ciencia ficción, ¿entendido? Que sea algo con risas, algo que la haga sentir cómoda.

—¿Una comedia romántica, tal vez?

—Exacto, así le das un aire más íntimo y romántico a su cita. Eso sí, primero risas y después besos, es la regla de oro.

—¿Quién jodidos se inventó esa regla tan ridícula?

—Yo, y hazme caso, hermanito, si la haces reír, luego la podrás besar todo lo que deseas, porque esa es la señal perfecta que está loquita por ti. El amor entra por las risas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.