Heart Tackled

12 | Me gustas

—¿No estuvo tan mal? ¿Solo eso dirás? —soltó una risa—. Bien, entonces para nuestra próxima cita, me esforzaré mucho para que me des una mejor respuesta.

Lamí mi helado, ocultando la sonrisa que se dibujó en mis labios.

Por supuesto que estaba mintiendo. La cita había sido más que perfecta pese a que éramos un desastre cuando estábamos juntos, pero aceptarlo sería condenarme y aún no sabía qué esperar de todo esto.

Quería preguntarle qué tramaba conmigo, pero no era capaz de formular una pregunta tan simple como esa ¿Y si me decía que solo jugaba o que estaba experimentando cómo era salir con una chica como yo? Creo que mi corazón se rompería, porque ahí ya estaba sembrada una pequeña ilusión por más que lo negara.

Caminamos en silencio, disfrutando del helado y de la brisa fresca que nos golpeaba el rostro. Mi cabeza era un mar de pensamientos, todos enredados y sin sentido alguno.

—Mañana seguimos con nuestra lectura conjunta, claro, si puedes —dijo de repente y casi termino en el suelo al tropezarme con mis propios pies.

—Pensé que ya habías olvidado esa loca idea —murmuré entre dientes.

—¿Olvidarla? Jamás. El libro es muy interesante, además, me gusta esa expresión tímida, avergonzada y atrevida que pones mientras te leo.

—¡No pongo ninguna cara atrevida!

—Claro que sí la pones, princesa.

Debía verme como un gran tomate andante, roja hasta las orejas. ¿Por qué Ethan se empeñaba en avergonzarme cada vez que tenía oportunidad. Él iba a hacer que muriera muy joven.

—Eh… no puedo, tengo mucho que estudiar y mañana también tengo que comprar algunas cosas que necesito, ya sabes, cosas de mujeres y te juro que Tessa es un caos cuando salimos de compras.

—Entonces el lunes después de clases nos encontramos y seguimos con lo nuestro —determinó, sin preguntarme si estaba de acuerdo o podía—. Quedamos en una parte muy interesante, ¿no crees?

Nada más de recordar ese día, mis mejillas se calientan el doble de lo que ya están. Ese día nunca lo iba a poder olvidar, era imposible hacerlo. Su voz ronca y grave me perseguía hasta en sueños, y esa manera en la que me sentí… joder, con solo el recuerdo, sentía fuego ardiendo con mucha intensidad en todo el cuerpo.

—¿Podemos leer otro libro? La verdad es que ese ya no me gustó —mentí descaradamente y él se dio cuenta porque se echó a reír—. ¿De qué te ríes?

—Eres tan mala mentirosa —se puso delante de mí, caminando de espaldas y sonriendo con una picardía que me alteraba las hormonas de por sí ya revueltas—. Y ahora que me volví tu narrador personal, te gusta mucho más. No puedes mentir, sabes que mi voz te encantó.

Pues sí, eso era verdad, pero no le iba a dejar que su ego se hiciera más grande para yo seguir quedando en ridículo.

—Justo fue eso lo que dejó de gustarme, que tu voz es…

Se paró en seco y terminé estampándome contra su pecho al no darme tiempo a frenar. Sus brazos me envolvieron en un abrazo, y con esa sonrisa calma y maliciosa, me acercó hasta que nuestros rostros solo quedaron a centímetros de rozarse.

Contuve la respiración, olvidando mis palabras y hasta cómo se respiraba. No sé por qué sus ojos me gustan tanto, son de un azul tan hermoso y profundo como el mar.

—¿Mi voz es que? —musitó con esa misma voz que usó aquel día en la playa, revolucionando todo mi ser.

—Es… ya sabes, es… muy malvada.

—¿Malvada?

—No esa no era la palabra —murmuré, tratando de conectar todos los cables que Ethan desconectó en mi cerebro con su voz y cercanía—. Es que ya no sé cuál era, pero es una muy similar.

—¿Pecadora? ¿Provocativa? ¿Insinuante? ¿Sensual? —dijo, acercando peligrosamente su boca a la mía—. Dime, quiero saberlo.

—Todas las anteriores —respondí, con la mirada fija en sus labios, sintiéndome de repente con tanta sed, como si estuviera en desierto y él fuera la única fuente de agua a la vista—. No me gusta porque es peligrosa.

Un silencio ensordecedor, cálido y demasiado intenso nos envolvió por largos minutos. Hablaba en serio cuando decía que Ethan era peligroso. Todo él lo es, incluso hasta la más mínima cosa insignificante.

Imaginación mía o no, sentí que él se acercó, que su aliento quedó más cerca del mío y que sus ojos, intensos y brillantes, me sumergieron en un estado de embelesamiento que no quería que terminara. Lo único en que podía pensar era en los besos compartidos y en que, justo ahora, deseaba uno más…

—¿Sabes, princesa? Hay algo que he querido decirte desde hace mucho.

—¿Qué cosa?

No dijo nada por largos segundos, y eso bastó para que mi corazón se acelerara, no por la espera, sino porque su mirada de repente cambió a una que me tenía los nervios de punta.

¿Por qué me miraba de esa forma? ¿Por qué sentía que iba a vomitar el corazón en cualquier instante?

Ethan me acercó un poco más a su cuerpo y apoyó la frente de la mía, cerrando los ojos por unos segundos, antes de abrirlos y apartarse unos centímetros de mí.

Esbozó una sonrisa tan bonita que juro por Dios provocaba mini infartos uno detrás del otro con riesgo a hacer detener corazones. No sabía que tenía hoyuelos en las mejillas, no lo había notado antes, o tal vez sí, pero es que me volvía un ocho en su presencia que mirarlo por demasiado tiempo era encontrarle un nuevo detalle que antes había pasado por alto.

—Me gustas —soltó y mi cerebro explotó, literalmente, lo hizo—. Me gustas mucho.

Lo miré de hito en hito, sin creer en sus palabras, demasiado sorprendida como para procesarlas y comprenderlas del todo.

Estallé en una carcajada escandalosa que lo hizo fruncir el ceño. Nervios o no, no podía dejar de reírme mientras Ethan permanecía en silencio, mirándome con fijeza y un rubor lindo cubriendo sus mejillas.

—Eres muy gracioso, Ethan —en cuanto llevé las manos a su pecho para apartarlo un poco antes de que muriera de asfixia, el helado que ya se había derretido en mi mano, quedó estampado en su camisa blanca—. Ups, lo siento, lo siento…




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