Heart Tackled

13 | Oportunidad

Nos separamos con la respiración agitada y nos miramos por largos minutos. Mi corazón latía desbocado, tan fuerte y rápido que pensé que iba a salirse de mi pecho.
¿Había hablado en serio? ¿De verdad sentía gusto por mí? Incluso mencionó que de antes. ¿Eso quería decir que de antes le gustaba? ¿Desde cuándo y por qué no me había dado cuenta?
Ethan debía estar bromeando, eso no podía ser cierto. Era algo absurdo e imposible de creer.
—¿Tú… tú me estás hablando en serio o solo estás bromeando conmigo? —solté una risita para nada graciosa—. ¿Cómo es posible que yo te guste?
—¿Crees que te estoy mintiendo?
—Sí —fui honesta, porque una cosa era ser soñadora y otra creerte una idea que solo sería ilusión—. Entiendo si tienes alguna apuesta con tus amigos, créeme, lo entiendo. Pero no es nada gracioso que me digas estas cosas para después ilusionarme y romper mi corazón. Sé cómo funciona esto, Ethan. He leído muchos libros sobre esto, y lo último que deseo es ser el conejillo de indias del chico guapo y popular de la universidad, para después ser el hazmerreír de todos.
—¿De qué apuesta hablas? No existe algo como eso. ¿Qué imbécil apostaría para burlarse de los sentimientos de otra persona?
—Bien dices, los imbéciles, y en los libros…
—En los libros pueden decir que las hadas son hermosas y se enamoran de un vampiro y que el protagonista lo tiene de cuarenta y siete centímetros, pero eso no es más que ficción, realidades atrofiadas de los escritores para salir del mundo real por unos instantes y despertar diversas emociones. Aquí lo único que se apuesta es a ganar o perderlo todo en la vida, pero solo por entretención y para burlarse de alguien más, no es más que ridículo e inmaduro. No sé de dónde sacaste que tengo una apuesta con mis amigos, eso es lo más absurdo que he escuchado en mi vida.
Pensaba rebatirle, pero siguió hablando, robando cualquier palabra que pudiera salir de mi boca.
—Maisie, no te estoy mintiendo ni mucho menos burlándome de ti. Me gustas, siempre me has gustado. Desde hace mucho, desde la primera vez que te vi entrar en el salón me pareciste muy hermosa, y cuando leíste para todos, tu voz me cautivó; tan serena, tan dulce, tan melodiosa. Muchas veces intenté acercarme para hablar contigo, incluso hacía cruces para que el profesor nos juntara en algún trabajo en equipo, pero nada se dio porque tú huías de mí cada vez que hacía el intento. Pensé que te desagradaba, que me odiabas sin razón o que simplemente no te interesaba, por eso me mantuve a distancia siempre viéndote. Y cuando nos estrellamos en el pasillo… juro por Dios que esa fue la causalidad más bonita y más perfecta, porque al fin tendría las agallas para hablarte, estar cerca de ti y hacerme la ilusión de algún día tener algo contigo.
»No puedo darte una razón de por qué me gustas, porque absolutamente todo me atrae de ti; desde tus ojos, tu sonrisa, tu cabello. Y no es solo físico, en los últimos días me he dado cuenta de que es mucho más que la apariencia. Tienes una personalidad arrolladora, dulce, divertida, espontánea, alegre, y sé que si sigo conociéndote voy a encontrar una chica que va a terminar de capturar mi corazón.
Esas palabras calaron tan hondo en mí que, en lugar de sentirme rebasada de emoción y felicidad, me solté a llorar sin más.

Nadie más aparte de mis padres me habían dicho algo tan bonito como eso, capaz de acelerar los latidos de mi corazón y hacerme llorar como una completa idiota.
Ethan, asustado y con el ceño fruncido, me tomó del rostro y secó mis lágrimas con sus pulgares.
—¿Por qué lloras?
—Por todo lo que me dijiste —hice un puchero y él sonrió—. Eres un peligro, Ethan. Pero, en serio, no entiendo…
—No tienes nada que entender, princesa. ¿Aún no has comprendido las razones por las que me gustas y necesitas que te dé más? ¿Qué tengo que hacer para que creas en mí? Estoy siendo sincero. Yo jamás sería capaz de jugar con algo así. Desde hace mucho he querido acercarme así sea para hablarte, pero he sido tan cobarde y ver que huías no me dejaba dar ese paso, pero ahora todo es muy diferente y no me voy a rendir, al menos hasta que me des la oportunidad de conocernos y ya después decides si alejarte o salir conmigo de verdad.

¿Qué respuesta darías cuando te han dejado las defensas por el suelo? ¿Qué se suponía que debía hacer en este tipo de casos?

Había salido un par de veces con algunos chicos en el primer año, pero siempre he sido tan torpe, un patito, que terminaba por alejarlos sin necesidad de muchos esfuerzos.

Pero Ethan no parecía asustarlo que siempre terminara en el suelo porque tenía dos pies izquierdos, tampoco le molestaba que atentara contra su integridad al estrellarme una vez tras otra con él o dijera incoherencias cuando estaba nerviosa.

—¿No vas a decirme nada?

Levanté la mirada y observé su rostro, sus mejillas estaban teñidas de un leve rubor que fue aumentando ante mi mirada fija. Sus ojos brillaban con una intensidad apabullante y, sin darse cuenta, se mordía el labio inferior cada dos segundos.

¿Estaba nervioso? ¿El capitán del equipo de fútbol americano estaba nervioso por mí, por lo que pudiera decirle, por lo que acababa de confesar?

Mi corazón se agitó el doble y mis manos sudaron tanto que tuve que usar la chaqueta de Ethan como toalla para limpiarlas, aunque también me aferré a él porque sentía que iba a caer en cualquier instante.

—Yo... No sé qué decirte —respondí al fin, con toda honestidad, sintiendo un mar de emociones burbujeando en mi estómago—. Nunca esperé que fueras a decirme algo como eso. Somos muy distintos, Ethan, y yo creí que te gustan otro tipo de chicas y solo buscas burlarte de la torpe y nerd gordita.

—Hey, no digas eso —me interrumpió, sosteniendo mi rostro con delicadeza y ternura—. Nadie en este mundo es más ni menos, todos somos iguales aunque en realidad seamos tan diferentes. El mundo está lleno de variedad y no puedes decir qué te gusta y que no por solo su apariencia.




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