Heart Tackled

18 | Te quiero

✪ ETHAN ✪

Aún podía sentir la adrenalina corriendo por mis venas cuando sus labios se separaron de los míos. El aire olía a pasto recién cortado, a sudor, a victoria y a ella.

No podía dejar de sonreír mientras la tenía entre mis brazos y su cabeza estaba recostada contra mi pecho, como si el mundo entero se hubiera encogido hasta dejarnos espacio solo a nosotros dos, como si fuera un espejismo que aún me costaba creer que fuera real.

Me sentía afortunado de tenerla luego de tanto soñar con ella y luego de que llegara a perder las esperanzas.

Este momento se sentía tan perfecto. Ahora no solo era el fútbol lo que me hacía vibrar, sino que ella también.

Pero justo cuando pensé que nada ni nadie podría arruinar ese momento perfecto, la voz chillona y divertida de mi hermana Emma atravesó el aire como una flecha:

—Oh, Dios mío, esto es demasiado cursi.

Me giré de golpe, con el corazón todavía acelerado. Allí estaba ella, a pocos metros, con su cabello castaño recogido en una coleta alta, usando la sudadera del equipo con mi número en la espalda y sosteniendo su celular apuntándonos descaradamente.

—¿Estás grabando? —pregunté con incredulidad.

—Obvio —respondió, sonriendo con malicia—. El beso del año, protagonizado por mi hermano, el chico que no dejaba de cacarear sobre su crush.

Sentí que las orejas me ardían.

—Emma —gruñí entre dientes.

—Tranquilo, campeón, solo voy a subirlo a mi historia con un filtro de corazoncitos —dijo, riendo mientras fingía editar el video.

Maisie, a mi lado, se llevó las manos a la cara y rio nerviosa, colorada hasta las mejillas.

—No le pongas atención, ella no hará nada de eso. No le creas nada, su sentido del humor es algo... Raro.

—Hola, supongo que tú eres la famosa crush que tanto menciona mi hermanito —dijo Emma, con una sonrisa dulce.

Maisie bajó las manos y carraspeó, dándome una mirada de soslayo.

—No sé si sea la misma, pero... Soy Maisie.

—Su crush —mencionó y sentí tantos deseos de cerrarle la boca—. Ethan nunca, y lo digo muy en serio, nunca deja de hablar de ti. Hasta en sueños te menciona.

Esta mocosa, ¿cómo se le ocurría dejarme en ridículo frente a mí novia? Y no es que me molestara, pero sí me sentía muy avergonzado.

—Encantada de conocerte, Maisie. Pero no tanto —bromeó mi hermana—. No sabes lo difícil que fue tener que escuchar durante largo tiempo lo mucho que mi hermano estaba enamorado de una chica hermosa, mientras escribía tu nombre en cada papel que encontraba.

—¡Emma! —protesté, llevándome una mano al rostro—. ¿Podrías callarte?

Maisie me miró divertida, y esa risa suya que siempre me desarmaba estalló sin piedad.

—¿En serio? ¿Escribías mi nombre? —preguntó, riendo.

—No confirmo ni niego nada —dije, tratando de mantener algo de dignidad—. Solo diré que mi hermanita es una traicionera.

Emma bufó, cruzándose de brazos.

—Por favor, Ethan. Hasta el perro de mamá sabe que te gustaba esta chica.

Y justo cuando mencionó a mamá, mi estómago dio un vuelco porque ahí estaba.

Mi madre, de pie unos metros detrás de Emma, con esa elegancia natural que tenía incluso con una gorra del equipo y gafas de sol. Sonreía, pero podía sentir su mirada evaluadora desde lejos. Esa mirada que mezclaba cariño con ese típico “no puedes esconderme nada”.

Me aclaré la garganta.

—Mamá…

—Hijo —saludó, acercándose con paso tranquilo y una sonrisa en los labios—. Gran partido, como siempre. Estuviste estupendo.

—Gracias —respondí, todavía nervioso.

Ella me dio un abrazo rápido, de esos que parecen cortos, pero te dejan el alma tibia. Luego miró a Maisie.

—Y tú debes ser la chica que lo distrae en los entrenamientos, cuando le hablo y parece estar en las nubes y de la que tanto habla con su hermana creyendo que no los escucho.

—¿Escuchas nuestras conversaciones, mamá?

—Por supuesto, tengo que estar informada de lo que pasa en mi casa.

Maisie parpadeó, sorprendida, y luego sonrió con una mezcla de nervios y dulzura.

—Yo… bueno, espero que no tanto. Es un jugador increíble —dijo riendo, como siempre, soltando cualquier cosa sin sentido.

—Oh, lo sé —replicó mamá, divertida—. Pero este chico no sonríe así por los touchdowns.

Emma se tapó la boca para contener la risa. Yo quería que me tragara la tierra.

—Mamá, por favor… —murmuré.

—¿Qué? —preguntó con fingida inocencia—. Solo digo que se nota cuando alguien te hace bien.

Miré a Maisie, que sonreía tímidamente, sin saber dónde meterse. Sus mejillas estaban encendidas, pero había ternura en su mirada.

—Señora Blake, es un gusto conocerla —dijo, extendiendo una mano con educación.

Mamá la miró un segundo y luego la abrazó sin previo aviso.

—Por favor, dime Caroline. Y bienvenida oficialmente a la locura que es nuestra familia.

Maisie se tensó un poco al principio, pero luego correspondió al abrazo, y pude ver cómo sus hombros se relajaban.

—Gracias —murmuró, apenas audible.

Y ahí, mientras las veía interactuar, sentí algo nuevo. Algo que iba más allá de la euforia del partido o del beso. Era como si el universo me estuviera diciendo: esto es real, no uno de tus sueños.

Ya no era solo la chica inalcanzable y parecía odiarme, la que me inspiraba a escribir su nombre sin querer, la que me hacía perder la noción del tiempo cuando la miraba en la única clase que compartíamos o en la cafetería.

Era Maisie, mi novia, hablando con mi madre, riendo con mi hermana, encajando en ese pequeño caos que era mi mundo. Y, por alguna razón, me dio miedo y calma al mismo tiempo.

—Bueno —interrumpió Emma, alzando una ceja—. ¿Y ahora qué? ¿Los dejamos para que sigan besándose mientras todo el equipo los ve? Porque créeme, ya hay como diez tipos grabando desde allá.

Maisie se tapó la cara otra vez y se echó a reír.

—No, no, creo que ya causamos suficiente espectáculo por hoy —dije, intentando sonar serio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.