Heart Tackled

20 | Cena e invitaciones

Nunca creí que elegir un vestido pudiera sentirse como una decisión de vida o muerte, pero esa tarde lo era.

Tessa estaba sentada en mi cama, comiendo una bolsa de gomitas ácidas, como si observar mi crisis existencial fuera su entretenimiento favorito del día.

—Ese te hace ver adorable —dijo, señalando un vestido azul claro que tenía colgado en el armario.

—Adorable no es suficiente —refunfuñé—. Voy a cenar con sus padres, Tess. No quiero parecer una niña, pero tampoco una que intenta demasiado. Es decir, quiero verme perfecta para la ocasión, no que piensen mal de mí o crean que soy una mojigata inmadura.

Mi amiga soltó una risa.

—Entonces estás condenada, porque, o pareces una cosa o la otra. —se llevó un gomita a la boca y masticó con calma—. Tranquila, ya conociste a la madre y a la hermana y te trataron muy bien. El padre de Ethan debe ser como él y no lo visualizo como un ogro que quiere interponerse en la relación de su hijo. Relájate un poco, ¿sí?

—Estoy nerviosa.

—No lo pienses demasiado, amiga. Solo van a tener una cena, no vas a ir al matadero.

—¿Entonces cuál elijo? ¿El azul, el rojo o el rosa?

—Azul, porque te ves preciosa con el.

Le hice caso a mi amiga y me fui por el vestido azul, que no era ni muy formal ni muy casual. Me dejé el cabello suelto y me puse los pendientes pequeños que mamá me había regalado de cumpleaños el año pasado. Eran simples, pero para mí tenían más valor que cualquier joya.

Cuando escuché el claxon afuera, sentí que el estómago se me comprimía.

—Respira, Maisie. Es solo una cena. Con su familia. En su casa. En la que creció. Donde probablemente te juzguen silenciosamente durante cada bocado. Pero nada va a salir mal, claro que no.

—No me ayudas a mermar estos nervios con tus palabras de conciencia barata, Tess.

—¡Entonces relájate! No te van a odiar, así que ve con la familia de tu chico y disfruta.

Rsspiré hondo y salí de la casa, con el corazón acelerado y nudo en la boca del estómago. Ethan me esperaba en su auto, apoyado de la puerta, con esa sonrisita que alteraba aún más mis nervios.

—Te ves hermosa —dijo apenas me acerqué, mirándome de pies a cabeza.

—Gracias —sonreí tímida, mirando su camisa blanca perfectamente arremangada y el reloj que siempre le daba aire de modelo de revista—. Tú te ves tan atractivo como siempre.

—Lo sé —dijo, riendo. Me envolvió en un abrazo fuerte antes de darme un dulce beso que me dejó suspirando—. ¿Lista para conocer la locura de los Blake?

—Lista lista no lo estoy, pero espero no sea tan malo.

—No lo será —dejó otro beso en mis labios y sonrió—. Mi madre y Emma ya te adoran, y ya conocerás a mi padre.

—Aun así, estoy nerviosa. Es la primera vez que paso por esto.

—Yo también, princesa —soltó una risita. Hoy parecía estar más risueño que de costumbre—. Y créeme, me van a avergonzar sin compasión alguna.

🏈🏈🏈

La casa de los Blake era todo lo que imaginaba: acogedora, luminosa, con un porche lleno de flores y luces cálidas en la entrada, y lo mejor era que quedaba a solo unos cuantos pasos de la playa.

La madre de Ethan nos recibió tan pronto entramos. Llevaba un vestido floreado que le quedaba muy bien, se ajustaba a sus curvas y la hacía ver tan linda como amable. Una sonrisa cálida que transmitía serenidad y una mirada traviesa idéntica a la de su hijo.

—¡Ahí están! —exclamó sonriendo, abriendo los brazos para recibirnos.

Sin verlo venir, me abrazó como si me conociera de toda la vida, y su perfume a lavanda me envolvió.

—Qué gusto que pudieras venir, Maisie —dijo, emocionada—. Te aseguro que te conozco más de lo que crees, este muchacho no se calla, pero de verdad ya era hora de que nos conociéramos oficialmente y no solo por mi hijo.

—Mamá —protestó Ethan, ruborizado—. No exageres.

—¿Exagerar? Si hasta tengo un álbum mental de anécdotas, querido —me guiñó un ojo—. Pasa, linda. Estás en tu casa.

—Gracias.

El interior olía a pan recién hecho y especias. En la sala había fotos de Ethan en distintas etapas: con los dientes chuecos, con uniforme de fútbol, con una capa de superhéroe, junto a Emma y sus padres, incluso con los del equipo y el entrenador. Esa era una colección muy grande de fotografías.

—No mires esas —susurró él, pero ya era tarde.

—¿Ese eres tú con tutú? —pregunté, señalando una foto donde, efectivamente, lo tenía puesto.

—Tenía once y la bailarina suplente de Emma —musitó entre dientes—. Es vergonzoso que mamá tenga esa foto ahí, pero no me ha dejado quitarla.

—Te ves adorable —dije, cubriéndome el rostro para no reír tan fuerte.

—¡Hola, Maisie! —escuché una voz y me giré hacia la hermana de Ethan que se acercó a nosotros—. Tengo muchas más fotos de Ethan así. Ha sido mi hada madrina, mi cupido y sinfín de cosas más. ¿Las quieres ver?

—Por supuesto que sí —dije, riendo.

—Emma, si le enseñas eso a Maisie, te voy a hacer la vida imposible.

—Ya me la haces con tu cara fea, así que unas simples fotos no harán diferencia alguna.

—Quiero verlas —dije y Ethan me miró, entrecerrando los ojos—. Es solo por curiosidad.

—La curiosidad mató al gato, princesa.

—Por suerte no soy un gato —repliqué y rio, negando con la cabeza.

—Después te las muestro. También tengo unos vídeos que de seguro te van a gustar un montón, ¿no es así, hermanito?

Ethan le haló una oreja y ella chilló fuerte.

—¡Oye!

—No te atrevas, mocosa del infierno.

—Ethan, suelta a tu hermana —dijo, una voz grave, queriendo sonar severo, pero su sonrisa lo delataba—. Tú debes ser Maisie.

El padre de Ethan era alto, atractivo y con ese mismo porte y aire desenfadado de su hijo. Eran idénticos, una gota de agua idéntica que era como ver a Ethan en el futuro.

—Esa misma, Sr. Blake.

—Puedes decirme James —sonrió—. Hemos escuchado mucho de ti.

—¿En serio?




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