Heart Tackled

21 | Emoción

🏈🏈🏈

—¿Vas a seguir mirando el techo o finalmente vas a hacer esa llamada? —preguntó Tessa desde el escritorio, donde estaba pintándose las uñas con un esmalte color cereza que olía a muerte toda vez que comía palomitas.

—Estoy pensando —murmuré.

—Piensas desde hace cinco días lo mismo. Si sigues esperando, será Navidad y tu madre creerá que adoptaste un perro, no que tienes novio.

—No es tan fácil, Tess.

—No, claro que no —resopló, soplando sus uñas recién pintadas—. Solo se trata de decirle: “Hola, mamá, voy a llevar a mi novio a casa porque lo invité sin pensar”. Fin.

—Cuando tú lo dices suena tan simple, pero tú no conoces a mi madre. Ella tiene el radar emocional de una detective y la intuición de una bruja. Sabe cuando algo pasa con solo oírme respirar.

Tessa me miró por encima del hombro con una sonrisa pícara.

—Por eso mismo, cuanto más lo ocultes, peor será. Llámala ya, cobarde.

Rodé los ojos, pero saqué el celular de la gaveta. Mis manos estaban tan frías que casi se me resbalaba.

—Dios mío, ¿por qué siento que voy a declarar ante el Congreso?

—Porque lo dramatizas todo. Dale, que quiero ver cómo te enredas intentando no decir nada.

Tessa se acomodó en la cama con el bol de palomitas y se cruzó de piernas cuidando que sus uñas no fueran a arruinarse, como si fuera a ver un episodio de su serie favorita.

Tragué saliva y marqué el número de mamá. El tono sonó una vez, dos, tres…

—¡Maisie, mi amor! —la voz alegre y chispeante de mamá llenó la línea, como siempre. Su energía era tan contagiosa que automáticamente sonreí—. ¡Por fin me llamas! Ya pensaba que te habías olvidado de que tienes madre.

—Mamá… te llamé hace unos días.

—Eso fue hace siglos en tiempo maternal. Dime, ¿cómo estás, cielo? ¿Cómo van las clases? ¿Te estás alimentando bien? ¿Duermes lo suficiente? ¿Estás usando el abrigo que te mandé?

—Sí, sí y sí. Lo prometo.

—Ajá… —alargó la palabra con tono de sospecha—. ¿Y esa vocecita nerviosa? ¿Qué hiciste?

Ay, santo cielo. Ni dos minutos y ya me tenía contra las cuerdas.

—Nada. No hice nada. Bueno, algo sí, pero no es malo. Es… normal.

—Ajá. “Normal” —repitió, y pude imaginarla con las cejas arqueadas y los brazos cruzados—. Cuéntame, cariño, que si me lo dices tú me ahorro tener que interrogarte como en los viejos tiempos.

—Mamá, no es tan grave.

—Entonces suéltalo. Antes de que te me deshidrates de tanto sudar.

Tessa, que estaba a mi lado, me miraba con una sonrisa diabólica.

—Dilo ya o lo digo yo —sentenció.

Le lancé una almohada que esquivó sin esfuerzo.

—A ver… —dije al teléfono, fingiendo calma—. ¿Te acuerdas que en vacaciones siempre voy a Montana?

—Claro. Y ya te tengo listas las mantas, tu habitación y tus galletas favoritas. Estoy contando las semanas para verte.

—Bueno, resulta que… este año no voy a ir sola.

Hubo un breve silencio del otro lado de la línea.

—¿Cómo que no vas a venir sola? —preguntó con un tono tan dulce que me dio miedo.

—Voy con alguien.

—¿Alguien? —repitió, y su voz sonó peligrosamente divertida—. Bien, no es Tessa porque es alguien. ¿Ese “alguien” es del género masculino, quizás?

—Podría ser —murmuré, enredando un mechón de mi cabello entre mis dedos.

—Maisie —canturreó—. Dime que ese tono nervioso tiene una buena razón detrás.

—Tiene una razón.

—¿Y esa razón se llama…?

—Mamá, no es tan importante.

—Claro que lo es. ¿Quién es? ¿Por qué no me lo habías dicho antes? ¿Está en la universidad? ¿Lo conozco?

Tessa ya no aguantaba más y se llevó las manos a la boca para contener la risa.

—Mamá… —susurré.

—¿Sí?

—Tengo… novio.

—¿Perdón? No te escuché, la señal está un poco mala.

—Dije que tengo novio —volví a murmurar, tan bajo que apenas se entendió.

—¿Qué? Habla más fuerte, cielo, parece que estás bajo el agua o tienes una papa en la boca.

—¡TIENE NOVIOOOOO! —Tesss gritó al teléfono tan fuerte que mamá seguro la oyó desde Montana.

Me tapé la cara con una mano, deseando convertirme en polvo.

—¿Tessa? —preguntó mamá, entre divertida y sorprendida.

—La mismísima. Y sí, señora, su hija tiene novio. Uno muy guapo, encantador y que la trata como a una princesa.

—Tessa… —gruñí, roja como un tomate.

—Ay, hija, ¡por fin! —gritó mamá con una risa tan feliz que me desarmó—. ¡Ya era hora! Pensé que esa universidad estaba llena de nerds incapaces de invitar a salir a mi preciosa hija.

—Mamá…

—No, no me interrumpas. Quiero saberlo todo. Nombre, edad, carrera, cómo se conocieron, cuánto mide, qué come, si se peina solo…

—Mamá, por favor —reí, llevándome una mano a la frente—. No necesito un interrogatorio del FBI.

—Tú me conoces, yo necesito contexto.

—Se llama Ethan Blake.

—Bonito nombre —dijo ella, suspirando—. Suena a protagonista de película romántica.

—Es jugador de fútbol americano, estudia administración y es… —me quedé pensando unos segundos, porque “perfecto” sonaba demasiado exagerado—. Es increíble.

Tessa asintió con una sonrisa que parecía decir “te tiene completamente embobada”.

—¿Y desde cuándo están juntos? —preguntó mamá con voz traviesa.

—No hace mucho.

—¿Y por qué no me habías dicho de semejante acontecimiento antes?

—Es que no sabía cómo decírtelo —admití—. No quería que pensaras que estoy distraída de los estudios o algo así.

—Ay, cielo, tener novio no te convierte en una rebelde sin causa. Mientras sea alguien que te haga reír, te respete y te cuide, estoy feliz.

Sentí que el corazón se me ablandaba. Esa era mamá: dulce, comprensiva y con un humor que podía convertir cualquier confesión incómoda en una charla cálida.

—Aunque bueno, al que le dará algo es a ti padre. Graham se va a infartar en cuanto le cuente esto —soltó una risita.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.