Camino hacia el lujoso salón, donde va a realizarse la boda. Abro la puerta, el lujo y la elegancia derrochan por doquier, definitivamente que aquí no se es escatimó en gastos, se nota que la plata sobra. Desde la mantelería, los cubiertos, la vajilla, la decoración, las flores, todo absolutamente todo aquí grita; "Estamos podridos en plata". Lástima que todo sea una farsa, bueno al menos en lo que a mí respecta, Anaika seguramente piensa que seremos marido y mujer, para toda la vida. Pero bueno, ese es su problema, no el mío.
Arreglo e saco de mi costoso esmoquin y camino hacía donde se encuentran mi padres y mi hermana.
—Estás muy guapo, hermanito—Dice Dayana, mi hermana quien es menor que yo.
—Más que guapo, diría yo—agrega mi madre, mientras me abraza.
No correspondo a su abrazo, estoy molesto y se me nota.
—Ah no hermanito, parece que en lugar de estar a punto de asistir a una boda, fueses a ser parte de un sepelio—Agrega Dayana.
—Podrías dejarme en paz, no estoy de buen humor—Dayana.
—Ah no, mejor me voy, no sea que la amargura que traes sea contagiosa—Dice mi hermana, mientras se aleja de nosotros—Mi madre, sale detrás de ella, dejándonos a mi padre y a mí, solos.
—Ya esta todo listo, Jarhed. Los invitados y la novia no tardan en llegar. No quiero sorpresas, así que tú cumple tu palabra, que yo cumpliré la mía—Dice mi padre.
—No vine hasta aquí, para salir con sorpresas padre, quiero mi herencia y si para tenerla tengo que casarme con la niña rica, que me escogiste como esposa, pues lo haré—Respondo, enojado.
Volteo a ver hacía la entrada, ya que los invitados empiezan a llegar. Unos minutos después el salón está a reventar, mi madre me hace señas de que me coloque junto al juez que va a oficiar la boda, ya que fui categórico en que solo tendríamos una boda civil.
La marcha nupcial empieza a sonar y me giro para mirar hacia la puerta. Anaika, viene entrando del brazo de su padre, enfundada en un vestido blanco, que le queda como guante, resaltando sus bien formadas curvas, la mujer tiene lo suyo, ni para qué negarlo, esta noche luce bellísima.
Por un momento, mi imaginación me traiciona y a la que veo caminar hacia mi, por el medio del pasillo, es a Daniela, su cabello rubio, cae de forma elegante en ondas a un lado, el costoso vestido le sienta de maravilla, pero lo que más me llama la atención es la hermosa sonrisa que trae en su rostro, que hace que la mire embobado.
La voz grave del padre de Anaika, me saca de mi ensoñación.
—Te entrego a mi hija Jarhed, espero que te esmeres en hacerla felíz—No se si sea idea mía, pero en su voz noto un tono de advertencia. Estrecho su mano, pero no le contesto nada.
Definitivo, la mujer que está de pie junto a mi a punto de convertirse en mi esposa, es increíblemente bella, pero no es Daniela, no es la mujer que es dueña de mi corazón y de mi cuerpo, no es la chica tímida que me entrego su virginidad por amor y que ha sido mi compañera incondicional todo este tiempo, no es esa que enciende mi cuerpo con sus caricias y sus besos, la que me hace el amor en cuerpo y alma. Se que mi Dani, lo entenderá, ella entenderá mi sacrificio.
La ceremonia inicia, mi cuerpo está aquí, pero mi mente divaga en los recuerdos de los momentos, vividos con mi princesa. Salgo de mis pensamientos cuando el juez que oficia la boda, pide los anillos, que mi amigo Michael me entrega, coloco la argolla en el dedo anular izquierdo de Anaika, se supone que debo decir algo, una especie de voto de amor o una cosa así, pero lo omito, la cara de molestia de mi casi esposa, se hace evidente al ver mi actitud, por lo que al colocar el anillo en mi dedo, también obvia dar alguna palabra. El juez, termina la ceremonia con esa frase que al escucharla, clava un puñal en mi pecho. "Ahora los declaro marido y mujer, puede besar a la novia".
Como un autómata, acerca mis labios a los de Anaika y dejo en ellos un casto beso, au que en realidad fue solo un roce. Duele, algo dentro de mi duele, no puedo explicar que, pero es un dolor profundo e indescriptible.
Los aplausos de los presentes no se hacen esperar, y los conocidos y no tan conocidos se acercan a felicitarnos, necesito aire, quiero salir de aquí, necesito respirar, siento como mi pecho se aprieta y mis manos comienzan a sudar, en un descuido de Anaika, me escabullo y salgo al balcón, en busca de un poco de aire fresco. Llevo ambas manos a mi rostro, para cubrirlo.Dios santo, ¿Qué acabo de hacer?.
Camino de un lado a otro, como un león enjaulado, mientras me repito en mi cabeza, una y otra vez "Todo va a estar bien".
Unos minutos después y un poco más calmado, reingreso al salón donde se lleva a cabo la recepción, uno de los meseros pasa a mi lado, lo que aprovecho para tomar un trago de whisky que bebo de golpe.
Veo a mi padre caminar hacia mi. ¿Qué rayos quiere ahora?
—Supongo, que ya terminaste el relajito ese que te traías con la meserita de quinta esa—Dice mi padre de forma déspota, apenas está junto a mi.
—Deja de referirte a mi mujer de esa manera, respétala porque te guste o no es la mujer que amo—Digo furioso.
—Pues ya veo cuanto la amas hijo, es tan grande tu amor por esa mujer, que acabas de casarte con otra—Valiente amor, ese—Dice en tono burlón.
—Tú me obligaste—Respondo furioso.
—¿Te obligué?—Que yo sepa, no te puse un arma en cabeza, para que dieras el sí—Dice mi padre, con la misma sonrisa burlona en los labios.
—Me obligaste con lo de la herencia—digo apretando los puños, para contener la ira que quiere apoderarse de mi ser.
—Pudiste haberte negado, el dinero no es lo más importante en la vida, Jarhed—Pero bueno, si parece serlo para ti, por lo visto en tu caso, pudo más la ambición que el amor—Felicidades hijo, ya eres todo un hombre casado—Dice mi padre, mientras empieza a caminar, para alejarse de mi.
¿Negarme? ¿Será que debí negarme y perderlo todo, para quedarme con Daniela?. Maldita sea, creo que caí como un idiota, en el juego de mi padre.